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El coronavirus entra en la historia de la lengua española de la mano de la RAE

La Academia rastrea la revolución léxica del virus en la nueva versión del DHLE

El Salón de Plenos de la RAE Ignacio Gil
Bruno Pardo Porto

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Cada palabra tiene su historia, una vida caprichosa que es, también, la nuestra. La primera vez que se documentó en español la voz coronavirus fue en 1980, en la ‘Guía de enfermedades de los cerdos’, de J. A. Chipper, quien hablaba de una «diarrea virosa» que era difícil de prevenirse, pues la vacunación, entonces, era «poco eficaz». Fue en 1997 cuando se empezó a utilizar para designar una «enfermedad respiratoria o intestinal» causada por un virus del mismo nombre. En 2020, claro, el término se convirtió en noticia, y ya se ligó para siempre al covid y a la pandemia . Y de ahí, por arte y magia de la metáfora, han nacido un buen puñado de ocurrencias que ayudan a entender este mundo raro que habitamos: coronafiesta, coronahistérico, coronadivorcio, coronaboda, coronabulo, etcétera. Los límites son los de la imaginación del hispanohablante.

Todo esto puede consultarse en la última versión del Diccionario histórico de la lengua española, que se presentó ayer en la sede de la RAE, en Madrid, y que está disponible en su página web . Hay más de setencientas entradas nuevas, muchas de ellas relacionadas con las enfermedades, como pleuritis, tisis o tuberculosis. También se han explorado, por ejemplo, los orígenes y derivaciones de instrumentos musicales de nombre muy sonoro: alboca, antara, clavecín, flautino, piopollo, saxelo, solovox o teremín...

La idea de esta obra es presentar la biografía de las palabras, desde su nacimiento hasta la actualidad. El objetivo es mastodóntico: recopilar todo el léxico del idioma español en todas las épocas y en todas las zonas en que se habla o se ha hablado. Santiago Muñoz Machado, director de la Academia, explicó que esta empresa se ha frustrado muchas veces desde que en 1848 se incluyese en los estatutos de la RAE. Ahora es una de las grandes apuestas de la entidad, que pretende darle un empujón definitivo para poder presumir, al fin, de que el español ya tiene su diccionario histórico. «Somos uno de los pocos países importantes de Europa que no tiene un diccionario histórico de su propia lengua», lamentó el jurista, que luego recalcó que «se conformaría» con llegar a los 25.000 o 30.000 artículos en cinco años (en la actualidad hay 6.325).

Para alcanzar esta meta, la Docta Casa ha formado una alianza internacional que ya cuenta con dieciocho grupos de trabajo que están coordinados desde Madrid por Mar Campos. En esta red participan, por supuesto, otras academias de América, además del Instituto Caro y Cuervo, la Universidad de Salamanca, la Universidad de la Laguna, la Universidad de Sevilla, la Universidad de La Rioja, la Universidad de Murcia, la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad de León, la Universidad de Santiago de Compostela y la Universidad Rovira i Virgili.

«Este es un proyecto panhispánico , un proyecto colectivo, un proyecto de Estado. No hay bien cultural mayor que tenga España que su lengua», aseveró Muñoz Machado. Él, por cierto, confesó que la nueva entrada del DHLEque más le emociona es la de cetme, un fusil de asalto que se popularizó en la mili, pues era el reglamentario. Hoy es un recuerdo, nostalgia. Lo dicho: la historia de las palabras es nuestra historia.

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