Camorra «made out» Hollywood

Del cruce o encuentro de dos «tradiciones» surge esta película que le ha devuelto al cine italiano el espejo en el que mirarse. Una cámara fría, desapasionada, neorrealista se cruza o encuentra con una hirviente historia de la mafia. O lo que es lo mismo, ... el estilo de Matteo Garrone, un cineasta que filma muy en presente de indicativo, y la novela de Roberto Saviano, «Gomorra», que le pega tal flashazo al mundo de la camorra italiana que lo han amenazado de muerte.

Lo primero que hace la película de Matteo Garrone es despojar al mundo de la mafia de la fascinación con que lo adornó Hollywood: no hay romanticismo, no hay ensueño, ni grandeza, ni envoltura operística, ni padrinos, ni sopranos... Lo que hay es vulgaridad, desolación, pared y miseria, moral y de la otra.

Un paisaje prosaico por el que deambula gente insignificante: «Gomorra» ocurre en una barriada de extrarradio, un grumo de arquitectura amoral, mazacote, que alberga todos esos preámbulos del crimen organizado, familias, padres, madres, hijos, en convivencia y connivencia con esos modos sórdidos que la novela de Saviano define como «el sistema». Tal vez haya una puerta de salida en la vida real de ese mundo, pero Matteo Garrone no la muestra. Es una película profundamente pesimista con respecto a lo que trata.

Lo interesante de «Gomorra» no es su denuncia, sino su descripción: mediante unas cuantas historias de algunos de los personajes del lugar, se ve con claridad de sopa de sobre en qué consiste la organización mafiosa de la camorra. Cómo un niño de modo natural pasará de vigilar a otras tareas más comprometidas. Cómo un sastre que trabaja con ilegales y mano de obra barata se enreda con las líneas invisibles que lo rodean. Cómo dos jóvenes se sienten los reyes del mundo y se estampan contra la pared del sistema...

Los personajes, al parecer, están calcados de la realidad, y los dramas y percances tienen el carácter verídico de las noticias, aunque lo curioso no es eso, sino la poca emoción que provocan en el espectador. No están pensados ni programados para emocionar: no dan más pena los que mueren que los que sobreviven dentro de ese mundo violento y endogámico. No hay tampoco una reflexión sobre las causas o sobre el modo de evitarlas... Eso es así, y se reproduce de un modo tan cotidiano como cualquier otra especie de la naturaleza.

Lo más positivo de «Gomorra» es ella misma, la película, que anuncia sin duda un rebrote febril del cine italiano, al que seguirá ahora «Il Divo».

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