La primera generación que escribe como una máquina

La letra guarda lo más profundo del hombre y su tiempo. Los expertos observan que las nuevas generaciones han pasado de un modelo caligráfico a uno tipográfico y replican las letras del ordenador. Un reflejo de que hoy damos prioridad a la eficacia por encima de la estética y que deshumaniza el acto de escribir

Una carta del Rey, ejemplo de escritura mediterránea ABC

Se escribe como se es, parafraseando al torero. Y como se está. La letra delata si aquella carta la escribió ebrio, nervioso o con una salvaje y contenida alegría. Es más o menos conocido que la caligrafía –o su análisis– permite sacar una foto ... muy nítida del momento vital que atraviesa el que desliza el bolígrafo. Pero más allá del retrato psicológico aislado, la escritura sirve para diagnosticar el carácter de un pueblo o las carencias de una generación.

El trazo mediterráneo no tiene nada que ver con el británico o con el de los países nórdicos. Si se miran con detenimiento los escritos de hace medio siglo y se comparan con los cuadernos de los adolescentes de hoy se puede intuir el rastro de una guerra o la omnipresencia de lo tecnológico. La escritura, dijo el arqueólogo Jean-Hippolyte Michon, es el relieve visible del pensamiento.

La cruz de Pulver

«La letra representa el momento y el lugar exacto en el que está el individuo. Tanto a nivel personal, como a nivel macro, histórico. Desde hace 20 o 30 años ha habido un cambio en la escritura de nuestro tiempo», afirma Juan Trenado, de la Asociación Grafopsicológica de España.

La explicación se la debemos al psicólogo, poeta y grafólogo Max Pulver , que teorizó sobre el simbolismo del espacio en la escritura y creó la conocida como cruz de Pulver. Según su teoría, la parte superior de la grafía representa las aspiraciones , la cultura o los deseos de trascendencia del individuo. Mientras que la parte 'baja' de las letras refleja la materialidad y las sensaciones corporales. Es la rutina, la parte más adulta y la que muestra lo que es previsible. Mientras que lo que se encuentra a la derecha es el futuro , lo desconocido; la izquierda representa el pasado. A partir de este método de análisis, Trenado cuenta que varios estudios grafológicos recientes revelan una tendencia: cada vez escribimos más en la zona central.

«Cuando la letra presenta rasgos angulosos, el contexto es de crisis, de inestabilidad. Hace unos veinte o treinta años la escritura presentaba más ángulos. Era una escritura, digamos, de combate, más firme. La de ahora, en la zona central, es la de una sociedad con menos certezas, más acomodada y menos combativa», explica.

Un acto de romanticismo

Prosigue que si nos remontamos al siglo XIX también vemos que ha habido una transformación. « El espacio entre las letras se ha estrechado y ya no aparecen ligadas , con 'rabillo'. El trazo desligado tiene mucho que ver con el análisis, es una letra que atomiza y segmenta. Es una escritura más cerebral y que tiene que ver con una forma de ver el mundo con desconfianza», dice este grafólogo.

Y aunque a nivel simbólico escribir a mano se empieza a ver como un acto romántico, casi 'vintage', no conviene generalizar: «Hay grandes pensadores que adoraban escribir cartas de su puño y letra y, desde luego, no eran nada románticos».

La letra se va adaptando al momento histórico , añade Luz Marina Díaz Flores, que es psicóloga, grafóla y perito caligráfico. En opinión de esta experta, si hay algo que ha sentenciado la forma de escribir de las nuevas generaciones ha sido la dictadura de lo informático. «Hemos pasado de un modelo caligráfico a uno tipográfico en el que se escribe como tratando de replicar las letras de un ordenador. Da mucha pena. Cuando escribimos estamos utilizando infinidad de áreas cerebrales , se activa el sistema psicomotor, el sentido de la orientación, lo táctil», lamenta Díaz Flores.

En el siglo XX, argumenta Trenado, la población que crecía en el campo era la que tenía una escritura más torpe. Pero esa falta de fluidez en el trazo salpica ahora a las nuevas generaciones. «Cada vez nos educan más en la inmediatez y esto se nota también en la letra: acabas priorizando la eficacia y la prontitud en detrimento de la estética». Los escritos de la juventud parecen cada vez más un intento de escribir en Arial, pero boli en mano. Esto, se quejan los grafólogos, supone un problema para el aprendizaje y además refleja la deshumanización de algo tan personal como la caligrafía.

«Cuando uno escribe distribuye la energía que tiene y es aquí donde la cultura te lleva a una forma u otra de proceder», recuerda Trenado. Y en esto , la escritura mediterránea presenta marcadas diferencias con, por ejemplo, la británica.

Cartas mediterráneas

Inglaterra es uno de los países de los que más se ha escrito sobre la forma en que la tinta queda dispuesta sobre el papel. Como en tantas otras cosas, son muy suyos. Díaz Flores indica que la letra de los ingleses es más sencilla y más sobria que la nuestra y en ella predomina la forma sobre el movimiento. Es más comedida. El bolígrafo se desliza lo justo y presiona con mayor intensidad el papel, con determinación. Allí los márgenes no se traspasan y la estructura es más ordenada.

Aquí no. Las cartas de los mediterráneos están plagadas de letras desiguales e inclinadas en las que los márgenes se respetan menos. Da la sensación, dice Díaz Flores, de que las letras brincan sobre una cuadrícula invisible. Los renglones no son rígidos y van oscilando.

Lo mismo opina Trenado, para quien la letra de los españoles, franceses, italianos y griegos (aunque estos últimos en menor medida por la existencia de un alfabeto propio) comparten la fluidez en el trazo. Son letras con más enlaces y en las que prima el movimiento. Detrás del bolígrafo se esconden personas que expresan sus emociones, más sentimentales e impulsivas. La pluma se desliza, como haciendo un dibujo, libre y sin ninguna represión.

Es evidente que los acontecimientos que marcan cada periodo histórico se quedan atrapados en la letra de los que los viven y los describen.

Sin embargo, Díaz Flores recuerda que el modelo caligráfico que se enseña en las escuelas también moldea la letras de las diferentes generaciones. Según la grafóloga consultada por ABC, en España ha cambiado mucho el método, y si en los años 60 o 70 se aprendía la caligrafía redondilla, los niños nacidos en la década de los ochenta ya aprenden con los míticos cuadernillos Rubio . La redondilla era una letra más barroca, quizá más estética, mientras la de los últimos años es más sencilla y con una mayor separación entre letra y letra.

Lo íntimo y profundo

Hay algo, sin embargo, que ni el contexto histórico ni el método caligráfico pueden modificar. En la letra están las emociones, la cultura y la valoración que uno hace de las cosas. Por ejemplo, Trenado apunta que el tamaño de la letra r efleja el grado de introversión y de extroversión de la persona y, en ese sentido, dice: «No se aprecia que la tendencia haya cambiado en los últimos años porque el grado de introversión es algo casi biológico. Por mucho que la persona se fuerce por parecer extrovertida y vaya adquiriendo habilidades sociales, al final, en la letra siempre se refleja lo más íntimo de la personalidad del hombre».

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