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Aniceto Sardó Vilar, el «Danubio» de ABC en la Gran Guerra

El corresponsal fundó en Viena una revista en español y descubrió la tumba del poeta Cristóbal de Castillejo

Aniceto Sardó Vilar ABC

SERGI DORIA

Firmaba como «Danubio»: como el carismático río, en su mente fluía la cultura europea. En la mítica Viena de 1907, muy lejos del pueblo ampurdanés de Calonge donde nació en 1882, Aniceto Sardó conjugaba su trabajo de profesor de idiomas con el periodismo.

Corresponsal de ABC en 1909, desde la primera crónica demostró su profundo conocimiento de una Europa acechada por los demonios balcánicos. Como subraya el historiador Albert Vilar Massó en uno de los artículos que la Revista de Girona dedica a los periodistas gerundenses en la Gran Guerra , Sardó intuyó la guerra que se avecinaba: «Serbia, con la excusa de los serbios de Bosnia, quería conseguir una salida al mar... También dejó constancia del odio o antipatía que despertaban los alemanes y austriacos en los rusos e italianos, una tensión que volvió a reflejar en 1912, entre Austria e Italia, y especialmente cuando Serbia atacó Albania». Aquel mismo año, ABC destacaba en sus páginas el ciclo de conferencias sobre España que su corresponsal desarrolló en Austria, Hungría, Suiza y Alemania. Con la ayuda de un proyector con ciento cincuenta vistas de monumentos españoles, Sardó «apelaba a la cultura de los extranjeros para que desdeñaran las descripciones tendenciosas de los libros y periódicos sobre ‘cosas de España’».

Germanófilo de corazón, Sardó firmó su primera crónica bélica el funesto 28 de julio de 1914: «Siempre defendió que los causantes de la guerra habían sido Francia, por sus aspiraciones sober Alsacia y Lorena; Inglaterra, al querer destruir el comercio y la industria alemana; y Rusia, por ampliar sus fronteras», señala Vilar. Sardó vivió la contienda a pie de trinchera y reunió sus escritos de 1914 y 1916 en el libro «En Austria y Hungría durante la guerra europea».

Germanófilo de corazón, Sardó firmó su primera crónica bélica el funesto 28 de julio de 1914

Pero Sardó fue mucho más que periodista. En 1916, fundó en Viena «La Voz de Austria» que finalmente se llamó «La Voz de Austria-Hungría». Editada en español y de periodicidad mensual, la revista ofrecía diez páginas de buen papel con grabados que hoy permiten revivir lo que fue la monarquía Austro-húngara con sus anuncios de casas de confección en Dalmacia o las sucursales bancarias de Budejovice, Pilsen o Lemberg... En sus artículos, Sardó hacía campaña contra Francia (la Gran Guerra se encontraba en su periodo decisivo): «Cada vez que los señores franceses no pueden hablar de victorias –y esto ocurre 365 veces al año– se entretienen en inventar mentiras», escribió. La francofobia del periodista provenía de una campaña del diario «Le Temps», que le acusaba de espía de los alemanes, así como la polémica que mantuvo con Azorín, al que calificaba de «aliadófilo rabioso» y «filósofo microscópico».

Con el final de la Gran Guerra , Sardó dejó la corresponsalía de ABC para volcarse en su labor académica, que le deparó una cátedra en la Universidad de Viena. La muerte en 1925 de su esposa, Fritzi Rosenfeld, acrecentó las convicciones espirituales y europeístas de Sardó. En 1926 estuvo entre los promotores del I Congreso Paneuropa que organizó en Viena el conde Richard Coudenhove-Kalergi. Como explica Albert Vilar en su trabajo de la Revista de Girona: «Fue el primer movimiento de unificación europea. Aquel mismo año, el presidente de Austria, Michael Hainisch, otorgó a Sardó la Cruz de Oro, el segundo galardón del país, por sus tareas filantrópicas y humanitarias durante la posguerra».

La memoria de Sardó

Pero el hombre que fue «Danubio» fue, también, el descubridor del sepulcro del poeta español Cristóbal de Castillejo en la iglesia del monasterio cisterciense de Wiener Neustadt, localidad en la frontera de Hungría. Nacido en Ciudad Rodrigo y fallecido en Austria en 1556, donde llegó como secretario privado del emperador Fernando, Castillejo se situó en la tradición «erótico-festiva» del Arcipreste de Hita, Fernando de Rojas y Boccaccio, y postuló la poética española en su escrito «Contra los que dexan los metros castellanos y siguen los italianos». Gracias a los esfuerzos de Sardó, en 1929 se puso en el monasterio una placa en memoria del notable y polémico poeta del XVI: «Lo no alcanzado en esta vida, ella perdida será hallado».

Además de aquel descubrimiento, Sardó es autor de la antología periodística «Danubiadas», un diccionario hispano-alemán, la novela histórica «Los cuervos de Bohemia y las águilas de Aragón». Reconocido por el cuarto de siglo que dedicó al periodismo en rotativos españoles y vieneses, Sardó falleció el 10 de diciembre de 1937 muy lejos de aquella España a la que dedicó todas sus energías intelectuales. Como el Danubio, y muy cerca de su esposa, su memoria se quedó en las tierras de aquel Imperio Austrohúngaro que fue su segunda patria.

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