Jesús García Calero
López Obrador, el hispano
«Se suman los insondables efectos que le pudo causar el regalo que le hizo Pedro Sánchez hace ahora dos años: el acta de nacimiento de su abuelo en Cantabria»
Soplar sobre las ascuas y los prejuicios de la leyenda negra es un ejercicio natural que muchos militantes de la izquierda populista realizan para entrar en calor. En el caso del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, a esa inercia se suman los insondables efectos ... que le pudo causar el regalo que le hizo Pedro Sánchez hace ahora dos años: el acta de nacimiento de su abuelo en Cantabria. «Prueba de los lazos entre ambos pueblos», dijo nuestro presidente, consciente o no de que aquel papel era también la paradoja que vino después: ¿Pedir perdón el Obrador de España al Obrador de México?
Así se entiende el turbo que ha metido el Gobierno mexicano contra «la invasión», emparedada y culpable entre la conmemoración de fecha nebulosa de la Fundación Lunar y los dos siglos de la independencia.
La única verdad que nos importa resaltar, aceptando todas las complejidades del tema, es que el México moderno, el actual, no procede del imperio azteca, ni mucho menos de los pueblos aplastados por él. Procede del virreinato y su lugar central en el mundo. México nunca estuvo mejor situado que durante aquellos tres siglos que resulta tan difícil borrar, ni mirando la cultura de los mil mestizajes, ni mirando el trato dado a los indios en los últimos dos siglos.
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