La amargura con cáscara dulce de Woody Allen
SAN SEBASTIÁN. Se estrena la última película de Woody Allen, que es, encima, la que más cerca nos coge: actores, ciudades, lugares, tipos..., «Vicky Cristina Barcelona» es una pantalla llena de «cosas» españolas, muchas de ellas en clave de «tópico», desde el alma de los ... protagonistas hasta la música de guitarra flamenca que los persigue, pues la historia está vista y contada a través de los ojos de dos turistas americanas que buscan a Gaudí y encuentran al don Juan y a la Carmen.
Como el gran cine anterior de Woody Allen, esta película puede admirarse por su entretenida corteza, por su gracioso revestimiento con personajes arrebatados, situaciones delirantes y diálogos espumosos, de tal modo que la primera impresión que deja es la de una obra divertida pero intrascendente. Pero, en una segunda parada a pensar, «Vicky Cristina Barcelona» se revela como una película llena de amargor, con un encubierto pesimismo y unos personajes en el mar revuelto de su propio fatum. Es, en el fondo, la advertencia de un sabio en el asunto: elijas lo que elijas, llegará el día en que te arrepientas y anhelarás la otra opción.
La historia es profundamente romántica y despliega en la pantalla algunos de los diversos modos de entender las pasiones y sus digestiones, y para contarla, Woody Allen elige fuerzas opuestas (Scarlett Johansson y Rebeca Hall) y hasta incompatibles (Javier Bardem y Penélope Cruz), y con ellas interpreta un cuarteto de cuerda con nudo de horca para estrangular cualquier atisbo de felicidad en el paisaje. Curiosamente, esa inevitable infelicidad a la que están condenados los personajes se materializa en la parte más cómica de la función.
Penélope Cruz borda su papel perdiendo los papeles, y su interpretación extrema resulta aplastante y apisonadora: se los come a todos. Bardem, que es el canapé de la obra, consigue justo lo contrario: un milagroso equilibrio en su personaje inestable e infantilón. Scarlett Johansson y Rebeca Hall son el yin y el yang, son Vicky y Cristina, las protagonistas de la idea de Woody Allen, como lo atestigua el título de la película. Por eso, Barcelona también aparece ahí, porque es la tercera protagonista, una ciudad de ensueño, mágica, limpia, cosmopolita y vista y no vista...
Y dicho todo lo cual, sólo queda advertir al lector o al espectador que todo esto sólo se refiere a la versión original, pues, al parecer, la película se proyecta doblada al castellano o al catalán, con algunos «reajustes» sobre los diálogos originales, con una inevitable pérdida de esencia y de gracia (el juego entre el español y el inglés, o el modo flamencazo y macarrón de tratarse Bardem y Penélope Cruz...) y con unos resultados que, aunque sólo podamos imaginarlos, han de estar muy cercanos al disparate.
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