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Allá, en tierra extraña

Allá, en tierra extraña

POR M. DE LA FUENTE

MADRID. Los nativos, desde la Luisiana y la Florida hasta Texas y California, vieron en ellos a auténticos, temibles y a veces coléricos semidioses. Y no les faltaba razón. Volaban a lomos de animales que las leyendas indias habían anticipado: ... los caballos. Luengas e hirsutas barbas cubrían sus rostros, amasados por el sol y los alisios. Las corazas les hacían impenetrables. Sus espadas eran mortales guadañas. Los arcabuces y pistolas hacían de ellos auténticos diablos cuyas manos escupían fuego. Eran (como los dragones de cuera) los auténticos marines (mejor, infantes de marina) y comandos de la época (los siglos XVI, XVII y XVIII), curtidos y recurtidos, fogueados, entrenados en la escasez y la furia de las guerras europeas, y en ochocientos años de Reconquista.

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