Alejandro Dumas ingresa en el Panteón de Hombres Ilustres de Francia

La Guardia Republicana lo escoltó ayer, a caballo, hasta el castillo de Montecristo, construido por el escritor, en la pequeña ciudad de Marly-le-Roy. La sociedad de Amigos de Alejandro Dumas preparó un espectáculo de luz y color, para la tarde-noche de ayer, a las ocho. Hoy, la misma Guardia acompañará a la comitiva fúnebre hasta el Senado, ante los jardines del Luxemburgo, en París, donde el ministro de cultura, Jean-Jacques Aillagon, pronunciará un discurso solemne. Hoy por la tarde, a partir de las seis, comenzará la ceremonia definitiva. Escoltado por la Guardia Republicana, siempre, el féretro de Dumas será trasladado desde el Senado hasta el Panteón, desde la calle Meéicis (inmortalizada por Ramón Gómez de la Serna y Azorín, que eran dos fanáticos del lugar), siguiendo por la plaza Edmond Rostand, hasta el final de la calle Souflot, donde se encuentra el edificio dieciochesco del Panteón.

A lo largo de todo el trayecto, varias compañías de actores declamarán textos, poemas y trozos escogidos de varias obras de Dumas. Y el público es invitado a sumarse al espectáculo, caminando con algún libro del escritor en la mano. Hacia las 7 de la tarde de hoy, el académico Alain Decaux hará el primer discurso oficial. Inmediatamente después, el presidente Chirac rendirá el gran homenaje nacional, en nombre del pueblo francés. La orquesta de la Guardia Republicana acompañará la ceremonia, que será retransmitida por radio y televisión. A partir de mañana, el público nacional y europeo es invitado a dar un penúltimo adiós al creador del conde de Montecristo. El próximo martes día 3 de diciembre los restos mortales de Alejandro Dumas recibirán sepultura definitiva entre las tumbas de Víctor Hugo y Zola.

Se trata de la culminación de un largo proceso de afirmación cultural de un pueblo que se reconoce y se explica a través de otro de los grandes escritores que contribuyeron a crear su arquitectura espiritual. Dumas padre no fue Victor Hugo, ni Stendhal, ni Balzac, ni Flaubert. Ni mucho menos. En vida, fue un dramaturgo y novelista folletinesco, con una obra físicamente colosal, en la que se confunden grandes obras maestras y opúsculos infumables. Algunos de sus personajes, comenzando por los legendarios mosqueteros y el conde de Montecristo, se han afirmado como arquetipos fabulosos. Por el contrario, sus dramas históricos y sus cuadros de costumbres se leen de manera infinitamente más pedregosa. Instalándolo en el Panteón de sus Hombres Ilustres, junto a Rousseau, junto a Hugo, Francia rinde homenaje al constructor de grandes leyendas universales, con un puesto sin duda único en la geografía de los mitos que ayudan a consolidar la vida moral de un pueblo.