Acaba con su vida Hunter S. Thompson, icono de la contracultura en EE.UU.
Creador de un peculiar estilo de periodismo tan neurótico como egocéntrico, el periodista y escritor terminó con su vida de un disparo en la cabeza
WASHINGTON. Hunter S. Thompson ha confirmado el carácter deprimente de las tardes de domingo. Al final de este fin de semana, uno de los últimos iconos literarios de la contracultura en Estados Unidos se ha quitado la vida disparándose en la cabeza con una de ... las armas acumuladas en su residencia a las afueras de Aspen, Colorado. En torno a las seis de la tarde, el sheriff del condado recibía noticia del violento final auto-infligido por este creador de un estilo de periodismo tan neurótico como egocéntrico.
La noticia, confirmada por su hijo Juan Thompson, ha sorprendido a vecinos y amigos, aunque todo el mundo conociera de sobra su carácter inestable y volátil plasmado en volúmenes como «Miedo y asco en Las Vegas» (1972). El fundador y arquetipo de lo que él mismo bautizó como «periodismo gonzo» venía sufriendo de dolores crónicos producidos por su espalda y cadera especial. Y en un reciente viaje a Hawai se había roto una pierna en un accidente que él mismo había descrito como producto de hacer piruetas sobre el mini-bar de su hotel.
Arsenal doméstico de armas de fuego
Thompson, reconocido maestro del «reportage», disponía de todo arsenal doméstico de armas de fuego y gustaba de realizar frecuentes prácticas de tiro en su propiedad. Hace cinco años, hirió levemente a un asistente al intentar disparar contra un oso. Y los visitantes sin permiso que intentaban llegar a su casa fortificada también corrían el riesgo de ser recibidos por este admirador de Mark Twain y Ernest Hemingway con un cóctel de pólvora y plomo.
Nacido el 18 de julio de 1937 en Louisville, Kentucky, este conflictivo hijo de un agente de seguros estudió periodismo en la neoyorquina Universidad de Columbia y empezó su carrera en términos convencionales, llegando a trabajar como corresponsal en el Caribe e Iberoamérica para prestigiosos medios como el diario «New York Herald Tribune» y el semanario «Time». Pero su reputación contracultural sería acuñada a través de colaboraciones en la revista «Rolling Stone».
Si la renovación periodística registrada en Estados Unidos durante los años sesenta y setenta fuera una moneda, las dos caras estarían ocupadas por Hunter S. Thompson y Tom Wolfe. Los dos se establecieron como figuras centrales en el movimiento de periodismo literario dispuesto a romper toda clase de reglas para capturar el espíritu del momento. Según el consenso de los críticos, mientras el formal Wolfe cultivó la imagen de observador neutro y elegante, Thompson se consagró como un impredecible amo del caos, siempre con gafas de sol, gorra de béisbol y un cigarrillo encendido.
Hunter S. Thompson, autor de una docena de libros o crónicas largas, describía su peculiar estilo de periodismo como una partida radical de las reglas clásicas de la profesión, convirtiéndose en protagonista de sus historias y sin afán alguno de objetividad. Insistiendo en que la fidelidad a la hechos no siempre conduce a la verdad. Él mismo reconocía que «el uso de extraños productos químicos, alcohol, violencia o locura siempre ha funcionado para mí».
Aunque las historiadas alucinaciones de Hunter S. Thompson no tenían sitio en periódicos convencionales, sí que han generado seguidores incondicionales e imitadores. Además de una irónica presencia en las tiras cómicas de los principales diarios de Estados Unidos. Durante décadas, la popular saga de viñetas «Doonesbury» de Garry Trudeau ha incluido un personaje mercenario claramente inspirado en el «realismo alucinógeno» de Thomspson, que en los últimos años había experimentado una especie de renacimiento en su siempre polémica fama literaria.
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