La mente «analítica» y la vida «bohemia» de Sherlock Holmes, a examen en Londres

Entre sus vecinos ilustres, trabajaba en el en el número 221B de Baker Street uno (de ficción) adicto a esas mismas calles y coches de caballos, a la perfección y al detalle, y a la cocaína. «Es uno de mis hobbies tener un conocimiento exacto de Londres», afirma el detective en uno de sus casos. Sherlock Holmes aparece por primera vez en 1887 en la novela «Estudio en Escarlata». Le seguirían otras tres novelas y 54 cuentos cortos, muchos de ellos publicados en The Strand Magazine entre 1881 y 1927. La revista cerró en 1950.

Un año después, el Festival de Gran Bretaña -con el que el gobierno de la época intentó recuperar el ánimo perdido en la postguerra- sirvió de escenario para la última gran exposición sobre el célebre detective celebrada en suelo británico. El próximo 17 de octubre, más de seis décadas después, el Museo de Londres inaugurará una muestra que intenta diseccionar al personaje y su particular psicología, y radiografiar el ecosistema londinense finisecular en el que discurren sus aventuras, situadas en plena era victoriana en su arranque en 1880, hasta su final -y el del mundo hasta entonces conocido- en 1914.

«A través de la exploración de finales del siglo XIX en Londres, capital imperial y nexo central del imperio, colocaremos bajo el microscopio las características que definen a Holmes. Esto incluye su mente analítica, su enfoque forénsico y científica para resolver los crímenes, su capacidad de ir de incógnito como un maestro del disfraz, y su caracterización como un bohemio consumidor de drogas a la vez que modelo del caballero inglés», explicaban ayer los responsables del museo, en un adelanto del contenido de la muestra del otoño.

Esta incluirá varios de los manuscritos originales de los primeros ejemplares de The Strand en 1891 y, sobre todo, algunos de los dibujos originales de Sidney Paget, encargado de ilustrar la popular serialización de los casos del detective. Además, será la primera oportunidad para el público británico de ver el retrato sobre lienzo que Paget hizo de Conan Doyle (1859-1930) en el año 1897, cuando Holmes había convertido ya al escritor escocés en celebridad.

La exposición en el Museo de Londres, que en 2011 organizó con gran éxito una muestra por el bicentenario del nacimiento de Charles Dickens , examina la evolución de la agencia detectivesca de Holmes desde los primeros conceptos manejados por Conan Doyle. Repasa la influencia crucial del literato estadounidense Edgar Allan Poe. E incluirá, de hecho, algunos de los manuscritos -prestados por la Biblioteca de Filadelfia- de «Los Crímenes de la calle Morgue», el cuento de terror policiaco que Poe publicó en 1841, y que está considerada como la primera novela de detectives de la historia.

«Pelando las distintas capas de Sherlock Holmes, revelaremos las raíces de este icono mundial, que ha seguido cautivando a las las audiencias durante más de 125 años. Y es apropiado que se celebrará aquí [en Londres], en la ciudad que dio forma a las historias y creó una fuente tan rica para su éxito», explica Alex Werner, director de colecciones de Historia en el Museo de Londres y comisario principal de la exposición, que desde esta semana tiene ya sus entradas a la venta .

La fascinación actual por el personaje está recogida con la presencia entre los muchos objetos que incluirá la muestra del abrigo de tipo Belstaff que luce el actor Benedict Cumberbatch en la popular serie sobre el detective, que protagoniza el australiano junto a Martin Freeman. La tercera temporada de « Sherlock » comenzó a emitirse en España y en Reino Unido el pasado mes de enero.

Parte del atractivo sin fecha de caducidad que ejerce el personaje creado por Conan Doyle se basa en su compleja personalidad. Para algunos, como el famoso neurólogo Oliver Sacks, Holmes comparte con genios como Einstein, Wittgenstein o Van Gogh algunos de los rasgos que definen el espectro del autismo, como «su rareza, sus peculiares fijaciones y sus claros poderes de observación y deducción, nunca nublados por las emociones cotidianas de la gente ordinaria».

El consumo ocasional de cocaína inyectada, en ciertos momentos en que considera que su cabeza necesita ser despejada, le conecta con aspectos más oscuros del gentleman victoriano. Pero es su inseparable ayudante Watson quien, a lo largo de las páginas de sus aventuras juntos, mejor describe los distintos rasgos de la personalidad de su jefe, a quien se refiere como «bohemio» y «excéntrico».

«Aunque en cuanto a sus métodos de pensamiento era el más pulcro y metódico de la Humanidad, guarda sus puros en el cubo del carbón, el tabaco a la altura del dedo gordo de unas pantuflas persas, y su correspondencia no contestada clavada por una navaja al centro de la repisa de madera de la chimenea... Y tiene horror a destruir documentos...», explica Watson en una de sus largas reflexiones sobre su jefe, que se convertirá en uno de los protagonistas del otoño cultural londinense.