la larga guerra del siglo XX. Segunda guerra mundial (XVIII)
Francia: una campaña de pocos días y escasos beneficios
Tan sólo tenía que “poner unos miles de muertos” para poder sentarse en la mesa de los vencedores… Con Francia virtualmente derrotada y Gran Bretaña desarmada, la apuesta de Mussolini por entrar en la guerra no parecía excesivamente arriesgada
VÍCTOR JAVIER GARCÍA MOLINA
Las ambiciones imperiales del régimen fascista parecían fáciles de colmar tras quizás pocas semanas de combate en una contienda en Francia, que ya estaba decidida por el espectacular éxito de los ejércitos alemanes. Así, más temeroso de quedarse fuera del presumible reparto de los ... territorios franceses y británicos que de los riesgos que toda guerra implica, Mussolini decide la intervención de Italia en una contienda para la que ni militar, ni económica, ni psicológicamente estaba preparada.
El 10 de junio de 1940, el conde Ciano (yerno del dictador y ministro de Asuntos Exteriores italiano) anunciaba a los embajadores aliados que a partir del día siguiente «su país se consideraría en estado de guerra» . Il Duce, por su parte, se lo comunicaría a los italianos en un histórico discurso desde el balcón del palacio de la Piazza Venezia. Sin embargo, las operaciones militares no empezarían a desarrollarse hasta diez días después, mientras la Batalla de Francia tenía lugar y los alemanes quebraban la postrer resistencia de las fuerzas aliadas.
En ese intervalo, se suceden diversas acciones aeronavales entre la Marina francesa y su homóloga italiana por todo el Mediterráneo occidental y la costa norteafricana, mientras la aviación italiana realiza bombardeos contra objetivos franceses y la base británica de Malta.
Los Alpes
La improvisación italiana, forzada por los antojos de Mussolini, es total: hay que pasar de la estrategia defensiva, adoptada al iniciarse la guerra en 1939, a una acción ofensiva para la que hasta ese momento no se ha hecho ningún tipo de preparativo. Sin embargo, la superioridad en efectivos italiana es aplastante.
Entre el 20 y el 21 de junio, comienzan las operaciones en tierra; dos ejércitos se ponen simultáneamente en marcha sobre Francia, cruzando la frontera: uno por el sur, por la costa, y otro más al norte, por los Alpes. El objetivo de la ofensiva es alcanzar las ciudad de Niza y ocupar la Saboya. Los franceses, por su parte, oponen su debilitado Ejército de los Alpes, muy reducido en efectivos ya que la mayor parte sus unidades han sido enviadas al norte a luchar contra los alemanes, pero cuentan con la formidable barrera natural de los Alpes y las fortificaciones de la Línea Alpina o Maginot del Sur, una poderosa red defensiva que se extiende por toda la frontera, tanto por la montaña como por el poco territorio llano costero.
Los combates duran apenas cinco días: tanto al norte, como en la costa, el Regio Esercito Italiano logra únicamente tímidos progresos que no amenazan la principal línea de resistencia francesa, no consiguiendo ninguno de los objetivos marcados para la ofensiva, ni tomar ningún núcleo urbano de importancia.
Tan sólo en los alrededores de la ciudad de Menton, consiguen los italianos —y únicamente por el peso numérico— ocupar una parte de la población. Los Alpes han sido una barrera infranqueable. La falta de entrenamiento y de medios, pero sobre todo las montañas alpinas y la solidez de las posiciones defensivas france-sas, son los factores que determinan el fracaso de la ofensiva italiana.
Armisticio
Algunos elementos acorazados alemanes que han ocupado Lyon el día 20, se dirigen hacia los Alpes para atacar a los franceses por la espalda y apoyar la ofensiva italiana, pero no llegan a intervenir en los combates. El fin de la campaña es tan fulgurante como breve.
Entre el 16 y 17 de junio, las autoridades francesas, encabezadas por el mariscal Petain, dan inicio a las negociaciones con los alemanes para la firma del armisticio. Dichas negociaciones se extienden a los italianos a partir del mismo día en que las tropas de Il Duce inician su ofensiva. El 25 de junio, tras la firma del alto el fuego, cesan las hostilidades.
Italia se sienta así en la mesa de los vencedores, tal y como Mussolini desea. Pero el «botín» de la campaña es reducido: una estrecha franja de terreno fronterizo y la ciudad de Menton (denominada por los ocupantes Mentone) pasan a ser parte del Reino de Italia, se crea una zona desmilitarizada en las fronteras franco-italianas en Europa y África y a la marina italiana se le permite el uso del puerto francés de Djibouti en la Somalia Francesa, que también es desmilitarizada. En lo que será una cons-tante durante toda la Segunda Guerra Mundial, los costes de la intervención italiana han superado enormemente a los supuestos beneficios.
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