la larga guerra del siglo XX. Segunda guerra mundial (XIII)
Así lo vieron nuestros cronistas
Desde su corresponsalía en Berlín, las crónicas de Eugenio Valdés se convirtieron en una referencia. Al comienzo de la contienda, con la invasión de Polonia, publica este «¡Guerra!», el 2 de septiembre de 1939
Eugenio valdés
Es imposible vivir momentos más trágicos y angustiosos que los que se están sucediendo vertiginosamente desde las tres de la mañana de este primero de septiembre , cargado de negros presagios. Dantzig se ha incorporado al Reich alemán a las tres de la mañana, ... y a las cuatro cuarenta y cinco ha comenzado la guerra entre Alemania y Polonia.
A las cinco de la mañana han empezado a salir las primeras ediciones de los periódicos y todo Berlín, que indudablemente mantenía su zozobra en vela, se ha lanzado a la calle para devorar las noticias inquietantes. En las páginas, cargadas aún de tinta fresca, como la mañana de este primer día de septiembre, se anuncia sesión del Reichstag para las diez, en la que hablará Hitler...
Desde esas horas madrugueras, una multitud gigantesca comenzó a agolparse en los alrededores de la Opera Kroll, donde se celebra la sesión del Parlamento. Media hora antes de comenzar la sesión, ya era difícil encontrar un asiento libre en la tribuna de Prensa extranjera.
El Führer alemán hace su entrada en el salón de sesiones pocos minutos después de las diez. Viste uniforme gris del Ejército. Todo el mundo percibe este detalle, que es acogido con un rumor que va creciendo hasta acabar en atronadora ovación . [...]
Una ovación ensordecedora ha acogido las palabras del Führer-Canciller que anunciaban el comienzo de las hostilidades entre Alemania y Polonia . Sin declaración formal de guerra, Alemania, ha dicho Hitler, contestará a Polonia en el mismo lenguaje que ella emplee. A los disparos se responderá con disparos, a cada bomba con otra bomba.
En ningún caso se bombardearán ciudades abiertas, y no se utilizarán gases, a menos que los enemigos los empleen. Alemania respetará la neutralidad de todos aquellos Estados que no deseen tomar parte en la contienda, y especialmente la de Italia, cuyos generosos ofrecimientos de ayuda , el pueblo alemán agradece de todo corazón, pero no los acepta por considerar innecesario tal sacrificio.
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