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ABC Cultural

la larga guerra del siglo XX (II)

Alemania pretendió ganar en seis semanas la guerra de todo el siglo

Temerosos de un choque en dos frentes simultáneos con Francia y Rusia, los alemanes planearon una estrategia para llegar a París en mes y medio, y forzar la rendición de la República Francesa

Alemania pretendió ganar en seis semanas la guerra de todo el siglo HOFER | ABC

VÍCTOR JAVIER GARCÍA MOLINA

En el Plan Schlieffen, el Estado Mayor alemán había previsto ocupar París en una maniobra fulgurante, ejecutada por el grueso de los ejércitos del Káiser, antes de volver todo el peso de su maquinaria militar sobre Rusia. Para ello debía violarse la neutralidad de Bélgica, garantizada por todas las potencias en sucesivos tratados.

Entre el 3 y el 4 de agosto de 1914, los ejércitos alemanes comenzaban su ofensiva y, aunque retrasados por la inesperada resistencia belga en torno a la ciudad-fortaleza de Lieja, penetraron en un frente estrecho y profundo, en medio de múltiples denuncias de crímenes sobre la población civil y saqueos e incendios de poblaciones que, reflejados por la prensa internacional, produjeron una ola de repulsa hacia Alemania y sus tropas. Mientras, las fuerzas francesas habían comenzado a ejecutar su propio plan ofensivo —Plan XVII— atacando la frontera franco-alemana; los combates, conocidos como Las Batallas de las Fronteras, durarían hasta el 22 de agosto y acabarían con la derrota sin paliativos del ejército francés, y con los campos de batalla sembrados de cadáveres, en una letal demostración de la devastadora potencia de fuego de la artillería moderna y de las ametralladoras, por vez primera utilizadas en masa.

Maniobra de cerco

La magnitud de las fuerzas empleadas por los alemanes quedaba fuera de todas las previsiones del Estado Mayor francés. Con el ejército belga derrotado y refugiado en Amberes, las fuerzas germanas golpearon con total contundencia; para el día 21 de agosto, las tropas anglo-francesas (la Fuerza Expedicionaria Británica, o BEF de sus siglas en inglés, había llegado al frente a mediados de agosto), completamente derrotadas, tuvieron que contentarse con librar acciones dilatorias (Mons, Le Cateau) frente al metódico avance germano, cuya maniobra de cerco resultaba evidente ya para todos.

París estaba amenazado, las vanguardias germanas estaban a menos de 40 km de la capital y la victoria parecía a su alcance. Sin embargo, diversos factores hicieron posible que la, hasta entonces incontenible, ma¬rea germana fuese contenida… El 17 de agosto, ante las desesperadas súplicas francesas, el Alto Mando ruso desencadenaba su ofensiva en Prusia Oriental. Aunque prevista en el plan Schlieffen, el Estado Mayor alemán comandado por Von Moltke fue presa del pánico, retirando precipitadamente dos cuerpos de ejército para reforzar las fuerzas en Prusia Oriental.

Su ausencia se mostraría decisiva en los combates que iban a venir. Entre el 25 y el 29 de agosto, las unidades germanas del eje principal del ataque —desconectadas momentáneamente del Alto Mando— cambiaban la dirección de su avance y, en lugar de rodear París por el noroeste, se aproximaron a la capital ofreciendo su flanco al recientemente constituido VI Ejército francés. Este inesperado “regalo” era la oportunidad que esperaban los aliados para contraatacar. Durante los días 5 al 12 de septiembre, las rehechas tropas francesas, asistidas por la BEF, se batieron sin cuartel en una serie de combates que se conocieron como la Batalla del Marne, cuyo desenlace final fue el repliegue de los ejércitos germanos. Esto suponía que el plan alemán para poner fin a la guerra en el oeste en seis semanas quedaba anulado y una nueva situación estratégica cobraba forma.

Balance terrible

La BEF había sido prácticamente destruida, pero había contribuido de una manera crucial a la derrota alemana, sobre todo en los combates en el Marne y en Ypres; el ejército francés había estado a punto de verse totalmente quebrado, aun así, y a despecho de ingentes pérdidas humanas, no había perdido su moral de combate. En el ejército alemán, su comandante, Von Moltke, había sido destituido como consecuencia del fracaso ante París, pero ocupaba una gran porción del territorio francés más rico e industrializado y prácti¬camente toda Bélgica, y conservaba intacta su capacidad ofensiva.

Ambos contendientes pasaron el in¬vierno consolidando sus posiciones. Primero los alemanes empezaron a atrincherarse para retener el territorio conquistado; pronto británicos, bel¬gas y franceses les seguirían. Estaba a punto de iniciarse una nueva y más terrible fase del conflicto. La guerra de trincheras.

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