TOCO Y ME VOY

Litri, presidente

El Córdoba se queda sin la presencia física de uno de sus símbolos, un buen hombre que no necesitó hacer gol para ser leyenda

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En las vísperas del primer gran partido de 2014, año en el que se conmemorarán los 60 de historia del club y el medio siglo justo de la mejor temporada de todos los tiempos en blanquiverde. Ahí se ha ido El Litri. La institución. El Sopero. El Chache. Un señor mayor que siempre andaba por El Arcángel dando abrazos a la gente. Con sus fotografías antiguas, sus recortes de periódico, sus anécdotas sin fin y su máster en relaciones humanas estudiado en la calle, desde que de niño vendía tabaco y pipas hasta que llegó a ser el más venerado en el Córdoba sin tener ningún cargo. «¡Litri, presidente!», se ha oído a menudo gritar a los aficionados cuando en el club las cosas se ponían feas —y eso ha sucedido con triste frecuencia— y el caos era tan enorme que no había mejor forma que el humor ácido para combatir la frustración. Y Litri, que tenía un chiste preparado para cada drama, acababa riéndose de todo. Ha visto al Córdoba en Primera, en Segunda, en Segunda B y en Tercera. Más de veinticinco presidentes, sesenta entrenadores, más de mil futbolistas… Todos pasan y él se queda. Hasta el final.

Francisco Calzado Ferrer, que ése es su nombre real —aunque jamás escuché a nadie llamarle de otra manera que no fuera por su célebre apodo—, fue más cordobesista que nadie porque él, de hecho, ha sido la encarnación del Córdoba. Una vitrina llena de ascensos y salvaciones. Con esos títulos montó un museo. No tuvo una vida fácil y encontró en el fútbol la fantasía ideal para transformarse en alguien importante, como un quijote que resolvía entuertos en los vestuarios —la caseta, como dicen los clásicos— y en el cuarto de las botas, donde siempre fue el amo. Fue utillero y masajista, dignas profesiones que ejercía añadiéndoles un plus de lo que hoy se conoce como psicología deportiva, coaching o entrenamiento mental. Un par de chascarrillos, la invitación a un perol o una ración extra de alegría le bastaban para motivar a un futbolista decaído. Cuando todo parezca hundirse, acuérdense de la sonrisa del Litri. El Córdoba es él. Siempre vivió humildemente y murió esperando tiempos mejores.

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