VERSO SUELTO

Nichos de empleo

Las abortistas y la gente de la funeraria municipal parecían una comunidad de intereses

LUIS MIRANDA - Actualizado: Guardado en: Actualidad

TUVO su gracia que en el mosaico de frustraciones variadas que es la puerta del Ayuntamiento coincidieran anteayer las feminazis del derecho a decidir y los trabajadores de Cecosam, la prescindible funeraria municipal, en crisis crónica desde que nació en los albores del rosismo. Las abortistas y los empleados de la fiambrera administrativa, juntos y revueltos en busca de la foto en la portada de los periódicos y la noticia de apertura en el Canal Sur, parecían casi una comunidad de intereses que además de liberar a la mujer del yugo biológico de la maternidad tiene que generar Producto Interior Bruto, carga de trabajo para que esta gente pueda llevar un salario a su casa, dinero al fin y al cabo que recaiga en las arcas del Ayuntamiento de Córdoba, que redistribuye la riqueza, y no en el capitalismo salvaje de los tanatorios. ¿O es que las clínicas privadas y los médicos que derivan casos vistos en los hospitales públicos van a ser los únicos que hagan caja de la muerte de aquellos que quieren nacer cuando no deben?

La muerte, terrible y angustiosa como un eco que repite preguntas y no da respuestas, y todavía más cuando la busca otro ser humano, es así económica y aséptica, una forma de ganarse el jornal. Las aguerridas feministas y los políticos que les pagan la luz de la sede, las pegatinas y el esmarfon corporativo, más que quitar plano a la gente de Cecosam podrían haberse puesto de su parte, que nadie diga que además de preocuparse por la igualdad de cuota y decreto no echan un cable también a quien pasa aprietos. Entre luchadores contra el liberalismo, los recortes y el Gobierno no vamos a pisarnos la pancarta, compañeras.

Después de todo, y para que estos católicos intolerables que tanto hablan del derecho a la vida no digan que no se preocupan por los niños a los que no dejan terminar su camino a la luz, en lugar de tirarlos al cubo de un quirófano como si fueran restos orgánicos que se llevan a reciclar se les podía hacer incluso un funeral de estola morada o música «chill-out» para la despedida, un velatorio con cabezadas y alquiler de salas, una lápida de granito o una cremación para después fundirse con la naturaleza en el cementerio de la Fuensanta. A ver si el aborto, además de un derecho, va a ser una necesidad para equilibrar los ingresos municipales y garantizar nichos de empleo, que para algo se sentaría con las feministas aquel tipo de Comisiones que insultó a Cáritas.

Para no quedarse en una protesta en el manifestódromo de la calle Capitulares, que de tanto recibir a trabajadores utilizados por las siglas de los sindicatos se ha vuelto inocuo y folklórico, la discusión pasó luego al Pleno del Ayuntamiento, donde ni los socialistas ni Izquierda Unida se movieron del manual clásico, que se ve que para argumentar tiene uno qué saber por qué dice lo que dice. Ni siquiera las leyendas de las hembristas servían, porque hablaban del embarazo como una cosa que sólo incumbía a la mujer, no al productor del espermatozoide, ni siquiera a la criatura, y sin ella no hay entierro ni funeraria.

El mejor, como siempre, fue Rafael Gómez, con su sórdida y triste historia de desesperados abortos caseros. Que ahora los métodos anticonceptivos estén al alcance de todos y que las mujeres en edad de gestar tengan mil veces más formación sexual que en los duros años de la católica España son detalles reaccionarios; la mayor parte de las que allí estaban nada saben de las cruces sobrehumanas con las que nadie tiene derecho a cargar a los demás: lo que pedían con sus letreritos es un seguro para que en mitad del calentón no haya que pensar en píldoras ni preservativos.

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