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DESDE SIMBLIA

PEDRO XIMÉNEZ

JOSÉ CALVO POYATO

Muchos cordobeses no hemos hecho el aprecio que merece, incorporándolo al consumo cotidiano

SE cuenta una historia, que tiene todos los ribetes de ser legendaria, donde se afirma que la uva Pedro Ximénez —algunos le dan el nombre de Pedro Ximén y otros el de ... Pedro Jiménez— llegó a los pagos cordobeses de lo que hoy es la Denominación de Origen Montilla-Moriles de la mano de un soldado de los famosos tercios de infantería española. El soldado en cuestión era alemán y se llamaba Peter Siemens —cuya españolización daría el nombre de Pedro Ximénez a la uva que trajo—. Según esa historia, fue en el siglo XVI cuando trajo unas cepas pertenecientes a una variedad que se criaba en su tierra y logró que fructificasen en estas latitudes. La historia no cuenta que hacía el germano, que luchaba en Flandes bajo la bandera de la cruz de San Andrés, por estos lares, pero sí señala que las cepas en cuestión ya tenían un largo recorrido con anterioridad. Las cepas que traía en su mochila venían —siempre según esa historia legendaria— de alguno de los valles del Rin —tierra de buenos vinos— que a su vez procedían de la isla portuguesa de Madeira —origen también de un vino de renombre— y que hasta aquel lugar perdido en medio del Atlántico habían llegado procedentes de Grecia donde el vino era algo más que un producto del que disfrutar o el que comerciar, llegaba a alcanzar ribetes religiosos. El vino en la antigua Grecia tenía su propio dios, Dionisios, a quien se atribuye la invención de la primera prensa para extraer mosto. La importancia de la vid entre los griegos hizo que estuviera presente en la acuñación de numerosas monedas o que el mismísimo Aquiles —según cuenta Hormero en la Ilíada— tuviera representada en su escudo una escena de vendimia.

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