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Júbilo en las alturas

La imagen del Tránsito salió en procesión ayer hasta la Catedral, donde entró para que sus hermanos adoraran al Santísimo Sacramento

Júbilo en las alturas FOTOS: MIGUEL ÁNGEL

POR JOSÉ PRIETO

Sea el júbilo en el cielo, gocen los ejércitos de ángeles, alégrese el orbe. Ayer fue subida a las alturas la siempre Virgen María. Reina con corona de estrellas a la luz del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Hija, Madre y Esposa que llenó de su aroma el aire de una Córdoba callada y calurosa que conoce desde siglos y por la que pasea en el Tránsito hacia la vida eterna en cuerpo y alma en el cielo.

La Virgen «de Acá» lo fue ayer más que nunca en las últimas décadas, como antaño, una vez recuperada para el culto «la de allá» en el convento dominico de San Agustín la pasada primavera. Aunque no fue su procesión lo de siempre. Albergó una significación especial que cobró sentido en la adoración al Santísimo Sacramento que su hermandad hizo en el interior de la Santa Iglesia Catedral, echada ya la noche sobre la ciudad vieja que recorrió rodeada de un público cordobés y foráneo que nunca faltó, que por momentos fue bullicioso y que tuvo que echar mano del abanico para sofocar el bochorno.

Había salido vestida toda de blanco pureza de San Basilio, reino de flores donde Ella es la más bella y delicada, rodeada de nardos y «lisianthus». Eran las ocho de la tarde y comenzaba a repetir el Alcázar Viejo una de sus más arraigadas tradiciones, la procesión de la imagen durmiente que allí llegó en el siglo XVIII donada por los Duques de Benamejí según cuenta la tradición oral.

Como es costumbre, salió al barrio por la calle San Basilio, que enfiló camino del Arco de Caballerizas en procesión. La abría la banda de cornetas y tambores de Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado, que ya acompañó el año pasado a la hermandad. Tras un no muy extenso cortejo llegaba la Virgen en su urna dorada, trono para su sueño que mecían los costaleros al son de las marchas ofrecidas por la banda de música Tubamirum.

Los naranjos de Caballerizas Reales le rindieron de nuevo pleitesía antes de rodear por vez primera la muralla Este del Alcázar de los Reyes Cristianos, para bajar a la vera del río. A la ribera del Guadalquivir, que la Virgen no conocía y que su hermandad ha querido que bordee camino de la Catedral. Fue inédito el paso por Ronda de Isasa y también por la Puerta del Puente, que atravesó triunfante la Virgen como atraviesa soñando la muerte para seguir viviendo.

Fue especialmente bello el paso por este enclave recuperado junto al Triunfo de San Rafael, que desde lo alto custodió el cortejo, en cuyo comienzo unos monaguillos se afanaban en pedir al público limosna que luego dará la hermandad a Cáritas parroquial para comprar alimentos y repartirlos entre los más necesitados.

Era aún el día entonces en la procesión que, sin embargo, ya barruntaba la noche. Y la noche la alcanzó en el Patio de los Naranjos, antesala del momento álgido del día, que ocurrió entre columnas y capillas. En el interior del primer templo de la diócesis, consagrado precisamente a la Asunción de la Santísima Virgen, todo se hizo más íntimo. La estación ante Jesús Sacramentado fue un momento único en un paisaje también único del que no estaría de más que la hermandad disfrutara todos los años.

Por delante quedaban Torrijos, Amador de los Ríos y de nuevo el barrio, donde la Virgen ya duerme su sueño a la espera de un nuevo 15 de agosto en que se gloríen por Ella los cielos.

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