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catedrática de lingüística

Marisa Calero: «La red digital no es enemiga de la lengua»

Lleva 14 años estudiando el lenguaje instantáneo de la mensajería móvil. El español, dice, no peligra por esa vía. Eso sí: hay que evitar confundir los dos registros idiomáticos y saber distinguirlos

Marisa Calero: «La red digital no es enemiga de la lengua» V. MERINO

aris moreno

Marisa Calero, catedrática de Lingüística, ha tenido el atrevimiento de adentrarse en terreno pantanoso. Un día se sumergió en el lenguaje precario de la telefonía móvil para descifrar sus claves. Y aquí sigue, catorce años después, intentando comprender qué clase de palabras circulan por los SMS, los WhatsApp, los tuits, los Line y, en general, todo ese lenguaje desbocado que fluye a borbotones por el mundo contemporáneo. «Aquello me interesó», asegura sentada en su despacho de la Facultad de Letras. «Había quien decía que destruiría la lengua. Pero es un género curioso: una mezcla de oralidad y escritura», sostiene sin atisbo de prejuicio académico alguno.

-¿Hacia dónde va el lenguaje?

-Va tan rápido que es impredecible. Éste es un lenguaje desaliñado, descuidado, sin ortografía, con reducciones de sílabas para decir lo máximo en el menor tiempo. ¿Es bueno o malo? El peligro está en la confusión: no saber distinguir los dos registros.

-El lenguaje instantáneo es el signo de los tiempos.

-Es el reflejo de la hiperactividad. Como el zaping. Y lleva a lo que se llama el déficit de atención. Los chicos tienen problemas para la concentración. Por eso hay que reivindicar la calma.

-Una batalla perdida en este mundo impetuoso.

-No. Perdido no hay nada. Todo se puede recuperar y más en estos tiempos en que hay que recuperar tantas cosas.

Cuando Marisa Calero (Azuaga, Badajoz) llegó a Córdoba para estudiar Hispánica los coches entraban en la ciudad bajo el arco de la Malmuerta y había que esperar a que un semáforo se pusiera en verde. Su deseo era hacer Derecho pero aquélla no era una carrera para señoritas y tuvo que plegarse a los imperativos de su padre y la cultura dominante. Luego, la historia de la lengua la sedujo, hasta tal punto de que ya lleva 35 años desentrañando su arquitectura y asistiendo a congresos especializados por medio mundo.

Cuando se decidió a estudiar el nuevo lenguaje de los mensajes de telefonía ni siquiera tenía móvil. Lo adquirió por obligación en 1998 al incorporarse al equipo de gobierno de la UCO, bajo el rectorado de Eugenio Domínguez. Posteriormente, con el paso de los años, se ha ido acercando a Twitter , Facebook y WhatsApp como parte básica de su trabajo científico. Pero no solo. «Yo estoy en las redes sociales un poco de “boyeur”. No soy exhibicionista», aduce. Para su labor académica se centró en investigar los mensajes de la gente joven, los copiaba en su ordenador y constituía un corpus que se convirtió en la materia prima de su trabajo. Hoy tiene tableta, «smartphone» y ordenador.

-¿A qué revolución nos enfrentamos?

-Usted ha dicho la palabra: revolución. Somos seres hechos para comunicarnos. Y desde el lado social, vimos cómo funcionaban las redes en la Primavera Árabe. Es difícil acallar a las personas con este instrumento en sus manos.

-¿Las redes son enemigas mortales del lenguaje?

-Al contrario. Conozco a personas mayores que han empezado a escribir ahora para comunicarse con su nieto que vive en Alemania. Lo harán mejor o peor pero eso les hace pensar en cómo escribir la frase.

-¿El mundo cabe en 140 caracteres?

-El mundo es demasiado grande, pero caben muchas cosas en 140 caracteres. Acuérdese del cuento de Monterroso.

-Huimos de las letras.

-Marcel Proust está en decadencia. Sobran largos discursos. No hay tiempo para la calma, pero habría que volver a ella.

-Facebook tiene en España 18 millones de usuarios; WhatsApps, 12; Line, 10; Twitter; 7. ¿Hemos pasado del «homo sapiens» al «homo interconectado»?

-Vivimos una transformación importante con sus virtudes y sus peligros. Virtudes: la necesidad de expresión de gente que antes no se comunicaba por escrito. Peligros: el ciberacoso.

-En el caos digital, ¿el lenguaje importa?

-Importa sobre todo el mensaje. La lengua es un continuo cambio y no me preocupa en exceso.

-Muñoz Molina dijo: «El problema no es de tecnología sino de ignorancia». ¿Cómo andamos de lo segundo?

-Depende qué se entienda por ignorancia. Estar conectado nos da más conocimiento, más información, quizás en exceso. Lo que hay es menos interés.

-¿Adiós a la ortografía?

-No creo. La ortografía tiene que ser uniforme para todos los hispanohablantes. Cómo sea la ortografía no entro, pero una uniformidad debe haber para entendernos.

-¿Internet democratiza la lengua?

-Ésa es otra clave. Y cuando chateas con alguien que no conoces, la escritura refleja a la persona, nos da un retrato de ella.

-Un dato: hay más mujeres que hombres que tuitean su estado emocional. ¿Sabe por qué?

-Es un mito que circula y algo de verdad habrá: hablamos más de nuestras mociones y se refleja en el lenguaje.

-¿Alguna reflexión al respecto?

-Que los hombres tendrán que cambiar.

-En el planeta internet, ¿para qué sirve la Real Academia de la Lengua?

-Para poco. Los hablantes le hacen poco caso. Y me parece bien en el sentido de que la RAE tiene que ir por detrás y no por delante.

-¿Es usted partidaria de la RAE?

-Sí, pero cambiaría algunas cosas.

-¿Por ejemplo?

-Tiene que recoger lo que decimos y no adelantarse. Me parecen muy encomiables sus trabajos lexicográficos, diccionarios y gramáticas.

Su despacho está situado en el laberíntico edificio de la Facultad de Letras, al final de una escalera que conduce a un pasillo con departamentos de su área. Por las galerías hay un trasiego constante de estudiantes y Calero no tiene inconveniente en posar ante una mesa atestada de chicos con ordenadores portátiles. Ha sido vicerrectora de Profesorado y directora de la Cátedra Leonor de Guzmán sobre la mujer, a la que aportó, entre otras cosas, su profundo conocimiento del idioma.

-Usted dijo en 2005: «Como filóloga, el masculino genérico es perverso». Según se ve, es «miembra» del lenguaje de género.

-Son los hablantes los que marcan el camino. No se puede prohibir desde una institución cómo tenemos que hablar. Si hay cambios sociales, la lengua debe reflejarlos. Y eso es lo que está pasando. Ha habido un cambio impresionante de la participación de la mujer y eso se refleja en la lengua.

-O sea, es usted partidaria, de «miembra», «militanta», «integranta».

-¿Por qué no? Cada vez escuchamos con más naturalidad asistenta, presidenta, dependienta.

-¿La revolución audiovisual liquidará la escritura?

-No se molestan: la una no excluye la otra.

-Dígame tres argumentos para leer un libro.

-Nos puede cambiar la vida; nos hace encontrarnos con nuestra versión más íntima; nos puede marcar el camino.

-¿Qué pieza hay que cambiar en la universidad?

-Es mal momento para la educación pública. No sé si coyuntural o planificado.

-¿Internet nos hace libres?

-Nos hace libres, pero nos puede crear dependencias. Y, por ahí, nos limita.

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