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MONTECASSINO

SALVEMOS AL ANTI PUTIN

HERMANN TERTSCH

Ahora que la figura del déspota está más que agrietada, la libertad de Jodorkovski es una llama de esperanza para Rusia

FUE despojado de todos sus bienes, deportado a Siberia, condenado a ocho años de prisión en aislamiento. Cuando estos se iban a cumplir, fue ... juzgado de nuevo y condenado a otros seis más. Fue paseado en jaula, difamado y ridiculizado por todos los medios oficiales de la inmensa maquinaria propagandística del Kremlin. En una mazmorra a 4.000 km de Moscú por motivos políticos, como en su día tantos grandes hombres, nadie le tosió al Kremlin. Fue invitado al suicidio, amenazado con el manicomio perpetuo y herido en un atentado con arma blanca en un campo de trabajo. Hizo una huelga de hambre, victoriosa, para lograr que un amigo también condenado recibiera tratamiento médico. Lo recibió pero murió después, a los 40 años, a causa de la salud quebrada por aquel confinamiento siberiano. Desde hace diez años vive con la permanente amenaza de muerte dentro de prisión. Una década en campos de trabajo y cárceles siberianas que parece propia de un superviviente a los años de terror de Stalin o «normalización» brezneviana. Todavía no está a salvo. La mirada vigilante desde fuera de Rusia ha sido un manto protector para que el Kremlin y sus carceleros supieran que ningún desmán contra el Prisionero Número Uno pasaría inadvertido ni sería impune. Y ahora el Tribunal Supremo va a revisar su causa y su pena. Algunos observadores, y muchos admiradores que ya tiene en todo el mundo y muy especialmente en Rusia, esperan que pueda salir antes de la cárcel. Su condena expira en el 2018 cuando cumpliría 55 años y 15 de ellos tras las rejas.

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