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Cuando la mano de la Garduña mecía Sevilla

Ana López-Varela

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La verdadera plaga no es una enfermedad sino algo más peligroso y mortal

Tras su alabada primera temporada, el pasado 15 de noviembre la serie original de Movistar+ regresó con una segunda entrega de seis episodios en los que radiografía la Garduña, la sociedad secreta española que sentó las bases de la mafia

Prostitución, contrabando, extorsión y asesinato. Esos eran sus negociados. Sus miembros, maestros en cualquier cosa vinculada a lo prohibido. A caballo entre la realidad y la leyenda que suscita lo oculto, la Garduña fue una sociedad secreta delictiva, una mafia que contaminaba todo y a todos. Sanguinaria, violenta y expeditiva, esta organización criminal –supuestamente la más longeva de Europa– operó en España desde el siglo XV hasta el XIX. Y lo hizo estableciendo estrechas alianzas con la Santa Inquisición, la Corona, la Corte y el poder.

Creada en Toledo alrededor del año 1412, la Garduña habría nacido ligada a una serie de asaltos perpetrados en hogares y negocios de musulmanes y judíos. Ataques realizados por bandas incontroladas que les extorsionaban y robaban, excusándose en apoyar a la Inquisición en su cruzada contra herejes y circuncisos. Mientras, los miembros de esta siniestra agrupación fueron cimentando una estructura sólida en diferentes ciudades. Una sociedad impregnada de secretismo y esoterismo, con sus juramentos y ritos iniciáticos.

Durante siglos, la Hermandad de la Garduña se consideró la organización más peligrosa de nuestro país. Su nombre, en alusión al depredador nocturno de vista, oído y olfato superlativos, es fiel reflejo de su filosofía, y los tres puntos de la mano que identifican a los miembros de esta organización corresponden a la mordida del animal. La garduña animal arrasa los corrales y devora todo lo que encuentra a su paso amparada por la oscuridad de la noche. La Garduña humana atacaba como una alimaña sigilosa y rápida, amedrentando a sus víctimas y llegando a atenazar a la sociedad durante más de cuatrocientos años.

Si la peste de la primera entrega era una metáfora del ser humano, ahora la plaga es el crimen organizado

Su madurez llegó durante el siglo XVI en Sevilla, donde recalaban los cargamentos de perlas, gemas, esmeraldas, plata y oro de la recién descubierta América. El dinero y el poder actuaron como un imán para el crimen. En la ciudad andaluza, convertida en la metrópoli más rica de Occidente y en sede del comercio colonial con las Indias, la Garduña actuaba de manera implacable. Podría decirse que con impunidad, pues entre sus afiliados se contaban jueces, gobernantes, nobles y dignatarios del Santo Oficio. Grandes nombres implicados en las prácticas mafiosas del grupo auspiciándolo desde la sombra.

Ese escenario de riqueza y corrupción es el que retoma la producción más ambiciosa de la televisión española. La segunda temporada de La Peste, la ficción original de Movistar+ en colaboración con Atípica Films, llegó a la parrilla de la plataforma –completa en el servicio bajo demanda– el pasado viernes 15 de noviembre. La Peste: La mano de la Garduña, que cuenta con Rafael Cobos como showrunner, consta de seis episodios de 45 minutos cada uno. Los dos primeros dirigidos por Alberto Rodríguez (La isla mínima y El hombre de las mil caras) y los restantes, por David Ulloa (Seis Hermanas, Pulsaciones). Así, en esta ocasión, la serie radiografía el secretismo de la Garduña. Si la peste negra de la primera entrega la entendimos como una metáfora del ser humano, ahora la plaga es el crimen organizado. La enfermedad que asoló a sus personajes cinco años antes ha desaparecido y la ciudad vuelve a su esplendor.

La nueva peste es la amenaza soterrada, el gobierno en sombra de la ciudad

Una temporada más luminosa

La fórmula para contar esta temporada vuelve a ser el thriller, aunque más pegado al cine de aventuras y de acción que en su primera temporada. La Garduña permite añadir a la serie otro ritmo. “El sentido último de la historia es ver quién se hace con el control de la ciudad y eso requería más acción. Un toque a los Intocables de Eliot Ness”, dice Rafael Cobos. Además, las discordancias que se detectaron en la primera temporada (falta de luz y poca comprensión en algunas conversaciones) se han solventado con éxito. “Esta segunda temporada es más luminosa, una historia más coral, en la que se entremezclan tramas y aparecen más personajes. Si en la primera la fórmula era de un thriller de investigación, como una suerte de Holmes del S.XVI, esta vez hay mucha más acción”.

La Garduña, en el gobierno

La Peste: la mano de la Garduña cuenta cómo para conseguir su posición la mafia extendió sus tentáculos por entre los estamentos la época. Los delincuentes descubren lo productivo que es aliarse con el poder político y gobernar de otra forma. Así, esta segunda temporada narra “cómo los mecanismos de esta mafia van cambiando, cómo empieza a diluirse en las instituciones y comienza a gobernar siendo mafiosos desde el gobierno”, explica Rafael Cobos. Además, sigue mostrando los contrastes de la época: entre la miseria de los bajos fondos y el esplendor de las élites sevillanas; entre lo religioso y lo pagano; entre las tradiciones y el vanguardismo; entre la Sevilla ilustrada y la analfabeta.

Una historia independiente

Esta segunda temporada, “una aventura entretenida, trepidante y de acción”, resume Rafael Cobos, funciona de forma independiente de la primera pudiéndose visualizar sin necesidad de conocer el universo de La Peste. “Esta temporada es autónoma y la historia se entiende con independencia de los personajes de la primera entrega. Pero si los conoces y vives su evolución el grado de satisfacción del visionado es mayor. Conocer su historia va a enriquecer la experiencia”, cuenta Cobos durante su entrevista con este medio.

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La jerarquía de la Garduña, el germen de la Cosa Nostra

Como gremio de ladrones, en la Garduña contaban con una jerarquía similar a la de las cofradías religiosas, en cuya apariencia se escudaban. Según los expertos, la Garduña se organizó igual que una logia masónica. Como sociedad de carácter esotérico, es probable que careciera de normas escritas, rigiéndose por órdenes verbales. En muchas ocasiones, la única vía para reconocerse entre ellos eran los tres puntos que cada garduño llevaba tatuados en la palma de la mano. La componían delincuentes, proxenetas y prostitutas, pero también tonsurados, hidalgos y burgueses de fortuna, que veían en esta banda organizada la oportunidad de granjearse aliados, conseguir protección o intimidar a sus rivales. La Garduña era, de facto, la dueña de la ciudad.

Es sin duda un fenómeno apasionante. Hasta el punto que hay quienes defienden que la Garduña pudo ser el germen de la mafia tal y como la conocemos hoy día. La leyenda de que la mafia italiana fue creada por tres misteriosos náufragos españoles asegura que fueron tres hermanos de la sociedad secreta los que, tras huir precipitadamente de Toledo perseguidos por la justicia tras vengar con sangre el honor ultrajado de una hermana y recalar en las costas italianas, actuaron como precursores de los grupos organizados modernos. Los tres caballeros se habrían refugiado en la isla mediterránea de Favignana, cerca de Sicilia, y allí permanecerían 29 años, tiempo en que calcaron el código de la Garduña. Posteriormente, al separarse, cada uno habría llevado estas normas a tres lugares distintos: Osso las difundió en Sicilia (creando La Cosa Nostra), Mastrosso las dio a conocer en Calabria (territorio de la ‘Ndrangheta) y Carcagnosso las divulgó por Campania (dando origen a la Camorra).

La Garduña, de las páginas de Cervantes a las de Quevedo

Aunque no hay fuentes documentales que la legitimen [dicen los expertos que un sospechosos incendio en la Audiencia de Sevilla podría haber destruido esos documentos], sí existen referencias literarias a la existencia de este grupo criminal. Como el personaje de Monipodio en Rinconete y Cortadillo de Miguel de Cervantes – probablemente inspirado en un hombre real al que el dramaturgo conoció durante su estancia en la cárcel– o algunos pasajes de El Buscón de Quevedo. De hecho, quienes defienden su existencia, aseguran que la Garduña reinó en Sevilla hasta 1821, cuando se produjo la redada que sirvió para desarticularla de modo definitivo.

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Para incorporarla al universo de La Peste, el proceso de investigación ha sido salvaje. Como suele ser habitual en los trabajos de Rafael Cobos. “La documentación me parece crítica en todo el proceso. Es lo que le da verdad a la historia y no ha de ser sólo previa a la escritura. También es necesaria mientras se escribe el guión, durante el rodaje e incluso en el proceso de montaje. A la Garduña, por ejemplo, nos la encontramos investigando ya al final del proceso de la primera temporada. Sin duda en esta etapa documental, la Garduña ha sido el elemento más gustoso, más atractivo. Ha sido el filón, la beta que hemos ido explorando, para darle forma a esta nueva aventura”.

Una sociedad secreta de la que los espectadores disfrutarán en esta segunda entrega de La Peste, que ha sido rodada íntegramente en Andalucía, grabada en 4K y que mantiene las dimensiones de producción de la primera: 18 semanas de rodaje, más de 130 localizaciones, en su gran mayoría reales, y han participado más de 400 técnicos, más de 2.000 figurantes y casi 200 actores.