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Cómo educar para evitar que tu hijo sea un acosador

La educación siempre es la clave para evitar el acoso. Los padres deben evitar cualquier justificación de la agresión y exigir a sus hijos que verbalicen lo sucedido y reparen el daño causado a las víctimas

G. Toca

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Existen importantes diferencias entre los niños que han sido educados en el fomento de la autonomía o en lo que los expertos llaman control psicológico. En el primer caso, se les da la posibilidad de equivocarse, se les anima a tomar una decisión propia entre varias opciones y, si se les dice que han de obedecer en contra de lo que ellos opinan, se les explica el porqué. El control psicológico, mientras tanto, consiste en negar la validez de lo que el niño escoja si no coincide con nuestras preferencias sin explicarle las razones, lo que puede hacerle sentir  menos querido e incluso culpable cuando sus elecciones no coincidan con nuestras expectativas.

Pero, además, una educación basada en ese excesivo control psicológico puede abonar el terreno para el ciberacoso. Como muestra un estudio de expertos de las universidades de Ghent, Lovaina y Rochester, los niños o niñas educados así suelen recurrir a la manipulación y las agresiones con más frecuencia en sus relaciones con otros niños. No aceptan un ‘no’ por respuesta, en parte porque tampoco se lo aceptaron sus padres… e igual que les sucedió a ellos en sus casas, entienden que los que no obedecen sus órdenes tienen que sufrir de algún modo las consecuencias.

Estos niños pueden incluso a utilizar la violencia, la humillación y la marginación con los que no se sometan para conseguir sus propósitos. Y los dispositivos móviles se lo ponen un poco más fácil: sus víctimas ya no pueden sentirse a salvo ni siquiera en sus casas, porque los mensajes, imágenes y vídeos vejatorios siguen llegándoles aunque estén en la intimidad de sus habitaciones.

¿Pero cómo es posible que los ciberacosadores puedan utilizar el teléfono o internet con tanta libertad si en sus casas se ejerce ese control psicológico? Sencillamente porque, a veces, esos padres ni siquiera son conscientes de que son controladores con sus hijos y tampoco intuyen las consecuencias de este tipo de educación excesivamente dominante puede tener en ellos. Además, algunas familias, según un trabajo conjunto de investigadores de la Universidad de Greenwich y la escuela británica de primaria Lansdowne, hay progenitores que no se sienten capaces de supervisar el uso de móviles y ordenadores por parte de sus hijos porque son los niños los que les enseñan a utilizarlos y no al revés (para eso son nativos digitales) y porque no creen que deban negarles el acceso a las redes sociales aunque ellos no sepan bien cómo funcionan.

El control psicológico suele implicar falta de empatía de los padres hacia la necesidad de autonomía del niño o la niña. Ni se dan cuenta de la frustración que experimenta con tanta disciplina ni se imaginan cómo podrían reaccionar ellos si tuvieran que soportarla. Esta falta de empatía en el entorno familiar puede llevar a dos reacciones perjudiciales cuando les informan de que su hijo ha agredido a otros por internet.

La primera es machacar al menor con duros reproches, recrudeciendo aún más la disciplina y amenazándole con retirarle su cariño si no abandona la violencia. Esto, en contra de conseguir el objetivo de que abandone su actitud, contribuirá a fortalecer el control psicológico que ha sembrado el terreno para que su hijo o hija acose a otros. La segunda reacción peligrosa que pueden tener los padres poco empáticos pasa por trivializar el sufrimiento de la víctima (“tampoco es para tanto”) y considerar innecesarias las reparaciones, callarse cuando sus hijos justifican las agresiones en casa (“papá, él se lo merecía”) o cuestionar, especialmente delante del ciberagresor, las medidas disciplinarias que imponga el colegio.

Los padres del acosador no deben trivializar el sufrimiento de la víctima.

Hacerlo bien

¿Cuál debe ser entonces la respuesta correcta de los padres? Como advierte un artículo del Journal of Child and Family Studies firmado por expertos como Kyriaki Fousiani, deben darse cuenta ellos mismos de que el ciberacoso está relacionado con el control psicológico en el hogar, con la frustración de los niños por falta de autonomía, con la necesidad insatisfecha de sentirse cuidados y respetados por los otros y, por último, con la consideración de que la víctima no es un semejante que merezca el mismo trato respetuoso que el ciberagresor espera de los demás.

En estas circunstancias, las familias tienen que ayudar al niño o la niña que agrede a que se valore a sí mismo, lo que le ayudará, a su vez, a comprender y valorar a los demás. Los que recurren a la violencia o agresión sistemáticas por internet suelen creer que esa actitud dominante es la única forma de que otros niños los respeten y tengan en cuenta. Los padres pueden enseñarles que esa no es la solución y hacerlo desde la empatía hacia sus hijos, es decir, comprendiendo qué les ha llevado a ser agresivos, dialogando con ellos desde el cariño sobre esas ideas erróneas que tienen y demostrándoles que lo hacen porque los cuidan y los quieren. Eso ayudará a mitigar el estrés y la ansiedad que actúan como combustible para la ira del ciberacosador.

Los ciberacosadores suelen tener padres autoritarios.

Otra medida interesante que han de tomar los padres es sustituir un exceso de autoridad, disciplina y obediencia por el diálogo y la educación en sus relaciones con los niños. No se trata de que hagan lo que quieran sino de que aprendan a tomar decisiones correctas por ellos mismos, pidiendo consejo a sus padres siempre que sea necesario. Es una manera de que aprendan otras formas de relacionarse con los demás: igual que nosotros les damos espacio para decidir lo que es correcto, ellos tampoco han de amenazar para que otros les obedezcan siempre. Se puede discrepar desde la asertividad, la negociación y el respeto. Aunque pueda resultar paradójico, esa relajación del control debe combinarse con una supervisión mucho más atenta, pero a la vez menos intrusiva del uso que hace el niño del móvil o internet.

Esta reducción de la disciplina no puede significar que se cuestionen las sanciones que imponga el colegio al ciberacosador y la necesaria reparación a la víctima. Lejos de la ley del más fuerte, deben aprender que existen el bien y el mal… y entender que hacer daño a los demás no es correcto y tiene consecuencias.

Por último, resulta imprescindible educar a los niños en la empatía y en que todos merecemos el mismo respeto y consideración. En definitiva, para prevenir el desarrollo de un niño ciberacosador, que puede devenir en un adulto igualmente agresivo, las mejores fórmulas son el diálogo y las conversaciones en familia para una educación en valores, como nos explica la campaña Por un uso Love de la Tecnología, una iniciativa con la que Orange quiere concienciar a niños, jóvenes y adultos sobre la necesidad de un uso seguro y responsable de las nuevas tecnologías.  

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Este contenido ha sido desarrollado por Content Factory, la unidad de contenidos de marca de Vocento, con LOVE ORANGE. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.