Ser empresario más allá de los setenta años
Los veteranos administradores de la empresa alcarreña Dagu, José Plaza (73) y Manuel Domínguez (90), han sido reconocidos por la Cecam en la décima edición de sus premios
Ser empresario más allá de los setenta años
Hasta ahora, cuando una persona alcanzaba los 65 años de edad llegaba el momento de su jubilación, del retiro hacia sus aficiones y el momento de compartir más tiempo con la familia. Sin embargo, José Plaza, de 73 años, y Manuel Domínguez, de casi 90, ... siguen al pie del cañón como administradores de una de las empresas más importantes de Guadalajara e icono del Corredor del Henares, Dagu.
Precisamente la Confederación de Empresarios de Castilla-La Mancha (Cecam), les reconocerá el próximo 30 de octubre en el Teatro de Rojas de Toledo toda una trayectoria dedicada a su empresa.
Corría el año 1956 y una cooperativa incipiente, Avicu -empresa que comparte orígenes con Dagu pero que desde 1999 no tiene ningún tipo de relación ni empresarial ni accionarial-, que aglutinaba a pequeños y medianos avicultores empieza a iniciarse en la fabricación de piensos. Un joven José Plaza entraba en la compañía como administrativo.
Por las mismas fechas, Manuel Domínguez, licenciado en veterinaria y zamorano, vive en Chiloeches y trabaja como veterinario del municipio, aunque lo suyo «nunca fue la clínica» y se empieza a interesar por el ganado. «Yo siempre digo que soy empresario por casualidad, porque en realidad yo lo hacía por llevar el sustento a mi familia», asegura Domínguez.
Así el futuro empresario empieza a tomar contacto con los incipientes movimientos cooperativos de la época y por supuesto con la exitosa Avicu, que cada vez va creciendo a mayor ritmo y en la que también va escalando posiciones Plaza, desempeñando labores de todo tipo, incluída la contabilidad. «Utilizábamos las famosos sábanas del debe y del haber», recuerda con una sonrisa.
«En esa época vendíamos a mayoristas de Madrid, pero cuando vimos que eso no tenía ningún futuro, decidimos que era hora de controlar el proceso productivo completo», narra Plaza. Dicho y hecho, en 1974 se inaugura el edificio de clasificación ubicado en un vacío, por entonces, polígono de Cabanillas del Campo. «Un socio de la época cedió los terrenos y allí, en medio de la nada, hicimos el primer edificio», continúa Plaza.
Cambio de nombre
Entonces la Cooperativa de Producción y Comercialización ganadera AGU, germen de la empresa, se convirtió cinco años más tarde en DAGU Sociedad Anónima, con la intención de hacer historia como empresa avícola. «Siempre fue una preocupación para nosotros la calidad, las técnicas y, en definitiva, estar al día de las corrientes más actuales de investigación. No dejábamos de asistir a concursos, ferias, cursos que se daban en el mundo entero…», narra Plaza.
La empresa sigue creciendo paso a paso, invirtiendo cada peseta ganada en la propia compañía. «Hay pequeños accionistas que aún poseen participaciones, pero que ni se enteran porque esta empresa no ha repartido dividendos nunca, siempre se han quedado aquí», explica Domínguez.
Para entonces los huevos Dagu ya han viajado más allá de nuestras fronteras, gracias a acuerdos con países árabes, ya que el mercado europeo aún estaba vedado a España. «Un día, paseando por Marruecos, vimos en el puerto que atracaba un barco de los nuestros. Y unos 500 marroquís esperando con cestas. Sacaban los huevos del envase, los metían en las cestas con un poco de paja, y los vendían como huevos camperos», recuerda Domínguez divertido.
Los años difíciles
La empresa ya ha conseguido hacerse un nombre propio en el centro de España y sus instalaciones comienzan a crecer alrededor de aquella única nave que estaba sola en el polígono industrial junto a la A2.
Y así el negocio se afianza hasta 1999, cuando llega una de las etapas más dolorosas de Dagu. La empresa aún está vinculada a Avicu, y en el accionariado de ésta entra un empresario que no comparte la visión de futuro de Domínguez y Plaza -quien llegó a ser director general de Avicu, aunque cesó en su cargo en 1992-, así que deciden desvincularse totalmente de la matriz.
«Casi es mejor no acordarse de aquellos años. Aunque la experiencia que adquirimos allí la guardamos, porque no descartamos emprender otras aventuras profesionales», asegura Plaza, quien a sus 73 años se sigue mostrando ilusionado ante el reto empresarial que tiene delante.
Esta última década en Dagu ha significado la consolidación de la marca, además del crecimiento exponencial de la empresa: de 90 empleados a finales de los noventa a dos centenares en la actualidad; de una facturación de menos de 25 millones de euros a casi 88 en el año pasado, un 35 por ciento; un crecimiento en doce años del 360 por ciento y la ampliación de las instalaciones con seis granjas, una fábrica de piensos avícolas, una moderna planta de clasificación, un laboratorio con la última tecnología y delegaciones en Galicia, Asturias, País Vasco, Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia y Sevilla, además de exportar a la Unión Europea y un acuerdo con algunos países africanos.
El premio de Cecam
Y todo con base de operaciones en Guadalajara. «En los últimos días me han llamado muchas personas que no conozco para felicitarme por el premio, y mi mujer me ha preguntado si es que me habían dado el Nobel», cuenta Domínguez restándole importancia.
«A pesar de los años, este trabajo sigue ilusionando, aunque no hay nada fácil», asegura por su parte Plaza. Ambos tienen muy claro que aún no ha llegado el momento de su jubilación: «Si no, nos aburrimos. ¡No voy a estar sentado en una silla mirando la televisión todo el día! Mientras pueda andar, aquí seguiré», sentencia Domínguez.
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