Las vacas canadienses y el trébol dulce: una historia de sangre, ciencia y casualidad
Ciencia por serendipia
El hallazgo de los anticoagulantes es uno de los relatos más fascinantes y accidentales de la farmacología moderna
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Imaginemos un invierno excepcional en las praderas del norte de Estados Unidos y Canadá, en los años veinte del siglo pasado. El viento corta la piel, la nieve cubre los campos y los granjeros, ya golpeados por la Gran depresión, ven cómo su ganado, aparentemente ... sano, empieza a morir desangrado.
No es el inicio de una novela de misterio, sino el punto de partida de una de las historias más fascinantes y accidentales de la farmacología moderna: el descubrimiento de una molécula que cambiaría la vida de millones de personas, gracias al trébol dulce y a una buena dosis de serendipia.
La serendipia, el arte de tropezar con el descubrimiento, ha sido el motor de muchos de los grandes avances de la historia de la farmacología: la penicilina, la insulina, los barbitúricos... y, por supuesto, los anticoagulantes orales.
Una forrajera asesina
Todo comenzó con un problema muy real y urgente: las vacas de las praderas norteamericanas morían por hemorragias internas, especialmente tras procedimientos menores como el descornado. La situación era tan grave que amenazaba la supervivencia de muchas familias rurales.
Los granjeros observaron que el fenómeno se agravaba en inviernos húmedos, cuando el heno almacenado se enmohecía. Pronto, la sospecha recayó sobre el trébol dulce (Melilotus albus y Melilotus officinalis), una leguminosa forrajera muy utilizada en América del Norte.
El canadiense Frank Schofield, veterinario y patólogo, fue uno de los primeros en investigar el misterio. Alimentó a conejos con heno seco y con heno mohoso de trébol dulce. Los que consumieron el heno enmohecido sufrieron hemorragias igual que las vacas.
Schofield demostró que el problema no era del trébol en sí, sino del heno mohoso. Sin embargo, su investigación se vio interrumpida y no pudo llegar más lejos. Sería otro veterinario, Lee M. Roderick, quien confirmó que la enfermedad podía prevenirse simplemente evitando el heno mohoso o, si ya era tarde, haciendo transfusiones de sangre a las vacas enfermas.
Un granjero obstinado y un golpe de suerte
Aquí entra en escena la serendipia. En 1933, en plena tormenta de nieve, un granjero desesperado llamado Ed Carlson recorrió más de 300 kilómetros hasta la Universidad de Wisconsin, llevando consigo una vaca muerta, heno mohoso y una lata de sangre que no coagulaba. Buscaba ayuda, pero la oficina del veterinario estaba cerrada. Por pura casualidad encontró abierto el laboratorio de Karl Paul Link, un químico agrónomo que, aunque no era veterinario, se interesó por el caso.
Link y su equipo analizaron el heno y la sangre. Descubrieron que el trébol dulce contiene cumarina, una sustancia aromática e inocua en condiciones normales. Pero cuando el heno se enmohece, ciertos hongos convierten la cumarina en dicumarol, un potente anticoagulante que impide la coagulación de la sangre.
Tras años de trabajo, lograron aislar y sintetizar el dicumarol. Este compuesto se convirtió en el primer anticoagulante oral utilizado en medicina, revolucionando el tratamiento de enfermedades tromboembólicas.
Un veneno que salva vidas
El dicumarol fue un avance enorme, pero pronto los químicos buscaron compuestos similares más potentes. Así nació la warfarina, que inicialmente se utilizó como veneno para ratas. La historia dio un giro inesperado cuando un recluta del ejército estadounidense intentó suicidarse ingiriendo warfarina. Sobrevivió gracias a una transfusión y a la administración de vitamina K, lo que demostró que el efecto anticoagulante era reversible y relativamente seguro en humanos.
El mecanismo de acción de los anticoagulantes orales está relacionado con la vitamina K, esencial para la síntesis de factores de coagulación. El danés Henrik Dam descubrió la vitamina K en 1929, llamándola así por la inicial de la palabra alemana 'Koagulation'. La warfarina y el dicumarol actúan inhibiendo el reciclaje de la vitamina K, impidiendo que el hígado produzca factores de coagulación funcionales.
MÁS INFORMACIÓN
El descubrimiento de los anticoagulantes orales transformó la medicina. Hasta entonces, las opciones para prevenir y tratar trombosis eran muy limitadas. Con la llegada del dicumarol y la warfarina, fue posible tratar enfermedades como la fibrilación auricular, las trombosis venosas profundas y las embolias pulmonares de manera eficaz y ambulatoria.
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