¿Puede un escarabajo llamarse Hitler? La cultura 'woke' divide a los científicos
Los zoólogos debaten si se deben cambiar los nombres de especies que honran a dictadores, genocidas o esclavistas, o conservarlos para evitar confusiones. Podría afectar a cientos de miles de plantas, insectos, pájaros e incluso un homínido
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Las especies que llevan el nombre de personajes famosos
Madrid
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Iniciar sesiónEn las cuevas del centro de Eslovenia un escarabajo ciego y de un insulso color marrón pasaría inadvertido si no fuera porque se llama, literalmente, 'Hitler sin ojos'. Descubierto en los años 30 por el entomólogo austríaco Oskar Scheibel, Anophthalmus hitleri honra al que ... sería el máximo responsable del Holocausto. Pero sin saberlo, el científico aficionado también condenó al inocente bicho a sufrir un exterminio. La especie se ha convertido en una pieza de colección para los neonazis, dispuestos a pagar más de mil euros por un ejemplar en el mercado negro. Hace un par de décadas, a la Colección Estatal de Zoología de Baviera, que alberga en Múnich (Alemania) una de las colecciones de historia natural más grandes del mundo, le robaron casi todos sus especímenes. Los ladrones no solo eran nostálgicos del régimen, sino también desaprensivos dispuestos a sacar provecho a la lucrativa venta de recuerdos nazis.
A. hitleri es un ejemplo destacado de un debate que tiene divididos a los científicos. Algunos consideran que los nombres de especies que hacen referencia a dictadores, genocidas, racistas o esclavistas deberían cambiarse por resultar ofensivos, de la misma forma que se retiran estatuas o nombres de calles de personajes históricos con un pasado oscuro o presumiblemente ignominioso.
En el saco entraría otro Hitler, el insecto volador extinto Rochlingia hitleri ―que también recuerda a Röchling, un fabricante de acero que participó en el desarrollo de la tecnología militar nazi―, o la mariposa Hypopta mussolinii, descubierta en Libia y nombrada por el líder fascista italiano. Hibbertia, un género de arbustos con flores que se encuentra principalmente en Australia, rinde homenaje al inglés George Hibbert, defensor de la esclavitud. La oropéndola de Scott se llama así por un general que participó en el genocidio de los nativos americanos en el Sendero de las Lágrimas, la expulsión de decenas de miles de indios de sus tierras. Y muchas otras aves americanas fueron bautizadas en recuerdo de supremacistas y tratantes de esclavos. Incluso hay un homínido afectado, Homo rhodensiensis, encontrado en Zambia, porque hace referencia al estado colonial de Rhodesia y sus abusos contra los derechos humanos.
En otras ocasiones, el nombre no homenajea a nadie pero puede resultar hiriente. Es el caso de Rauvolfia caffra, el árbol de la quinina, que supone un insulto contra las personas negras. ¿Es justo y necesario cambiarles el nombre o un exceso de la concienzuda y siempre alerta cultura 'woke'?
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Como en otros ámbitos de la sociedad, no todos están de acuerdo con el baile taxonómico. Los detractores consideran que los cambios retroactivos supondrían un auténtico caos a la hora de reconocer una especie. Esa es precisamente la posición de la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica (ICZN), que el pasado enero anunció en la revista 'Zoological Journal of the Linnean Society' que no iba a considerar la posibilidad de cambiar los nombres de especies que muchos investigadores consideran ultrajantes. Prima el rigor científico.
Afecta a la conservación
Aunque la comisión reconoce que algunos nombres pueden causar incomodidad u ofensa, estos cambios «podrían crear problemas de nomenclatura que afectarían a la investigación y la conservación de la biodiversidad a nivel mundial», asegura a este periódico Luis M. Ceriaco, comisionado de la ICZN y biólogo de la Universidad de Oporto. «Esto es particularmente pernicioso, ya que las consecuencias negativas de los problemas de nomenclatura creados por tales cambios afectarían desproporcionadamente a los investigadores y conservacionistas del sur global», subraya.
Las especies se designan con un nombre científico de dos partes, generalmente en latín, comprensible en todo el mundo. La primera palabra denomina el género y la segunda, a especie en concreto. La ICZN estima que alrededor del 20% de todos los nombres en uso de animales son epónimos (es decir, honran a una o varias personas específicas) y, por lo tanto, representan la mayor clase de nombres que pueden causar ofensa. Los topónimos (que se refieren a un lugar), suponen el 10% y también pueden percibirse como ofensivos (por ejemplo, si surgen disputas sobre países o sus fronteras). Por lo tanto, varios cientos de miles de nombres científicos aceptados podrían verse cuestionados.
«Trabajamos para que cada animal tenga un nombre científico único y universalmente aceptado, que es un mandato que nos otorga la Unión Internacional de Ciencias Biológicas, y gobernar con base ética está explícitamente fuera de nuestras competencias«, dice Thomas Pape, actual presidente de la ICZN y entomólogo investigador en el Museo Nacional de Historia Natural en Estocolmo (Dinamarca).
El investigador que identifica y describe por primera vez una especie tiene prioridad a la hora de ponerle el nombre. Normalmente solo se cambia por razones taxonómicas, como cuando una especie se subdivide o reclasifica. En 2016, por ejemplo, los científicos descubrieron que había no una sino cuatro jirafas genéticamente distintas y sus nombres científicos cambiaron en consecuencia.
Pero otra cosa son los nombres comunes, los que todos utilizamos manera habitual. «La Sociedad Entomológica de América sustituyó oficialmente el nombre de 'polilla gitana' por el de 'polilla esponjosa'. El hongo Auricularia auricula-judae, conocido como oreja de Judas, se presenta cada vez más como oreja de gelatina u oreja de madera. A la mariposa Orsotriaena medus anteriormente se la llamaba 'nigger' (algo así como negrata) en referencia a su color marrón oscuro, y ahora se la conoce como marrón de ojos suaves (Australia), marrón miel (India) y marrón hierba oscuro (Sudeste de Asia)«, enumera Pape. De manera similar, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE.UU. dejó de utilizar el término 'carpa asiática' en favor de 'carpa invasora' para los peces que tratan de mantener fuera de los Grandes Lagos. »No tengo ningún problema con estos cambios y estoy a favor de la mayoría de ellos. Los nombres comunes se aplican y utilizan de manera diferente a los científicos, y podemos hacerlo con confianza exactamente porque los científicos sirven como indicadores precisos o identificadores únicos«, concluye el investigador.
Otro de los argumentos esgrimidos desde la ICZN es que no hay parámetros específicos para determinar cuándo algo es ofensivo o no. Y existe la posibilidad de que lo que hoy lo es pueda no serlo dentro de cien años. O al revés. El biólogo evolucionista Vazrick Nazari denominó a una polilla de California Neopalpa donaldtrumpi con intención humorística porque las escamas amarillas de su cabeza recordaban al peinado del ahora expresidente de EE.UU. Si Trump resulta culpable de intentar revertir el resultado de las elecciones de 2020, en las que perdió frente a Biden, o de conspirar para propiciar el asalto al Capitolio, ¿debería esta polilla cambiar de nombre?
La ética, por encima
Recientemente, una carta firmada por 18 científicos y publicada también en 'Zoological Journal' defendía la revisión, al considerar que la nomenclatura biológica «nunca» debería primar sobre la ética. En el artículo señalaban que no cambiar los nombres históricamente ofensivos «es contrario al progreso logrado en los últimos 50 años». Marcos A. Raposo, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro y autor principal de la carta confesaba después a la revista 'Science' estar «cansado de la indiferencia de los taxónomos (...) Muchos nombres son estereotipados o raciales y es necesario cambiarlos. La mayoría fueron elegidos por hombres blancos del hemisferio norte».
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Anjali Goswami, paleontóloga del Museo de Historia Natural de Londres defiende la misma línea. Presidenta de la Sociedad Linneana -por el naturalista sueco que inventó el actual sistema de denominación latina-, considera que los nombres de especies con insultos raciales «son abominables». Al negarnos a modificarlos, «seguimos negando la dignidad a comunidades que han estado marginadas durante mucho tiempo», escribe en la revista de la sociedad científica, 'The Linnean'. «La estabilidad es importante, especialmente en un período de cambio biótico sin precedentes, pero los nombres cambian todo el tiempo, por una variedad de buenas razones científicas».
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Este problema no ha llegado a la astronomía, donde la Unión Astronómica Internacional (IAU) aprueba los nombres de estrellas y planetas. «Es difícil comparar la denominación de estrellas con la de plantas y animales. Se trata de actividades muy diferentes. La lista de la IAU incluye 451 nombres de estrellas, mientras que la versión actual de nuestro 'Catálogo de la vida' contiene más de dos millones de especies», apunta Pape. Claro que, sin duda, el pobre escarabajo Hitler esquivaría mejor la extinción con un nombre menos rimbombante.
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