Un nuevo hallazgo en Encélado confirma que tiene 'todo lo necesario' para albergar vida

La enigmática luna de Saturno posee, de hecho, agua líquida, una fuente de energía y, a la luz del nuevo estudio, un conjunto específico de elementos químicos y moléculas orgánicas complejas

¿Puede haber vida en Encélado?

Imagen del polo sur de Encélado tomada por la sonda Cassini el 30 de noviembre de 2010. Los chorros de agua del océano subterráneo de la luna son visibles proyectándose a través de grietas en el hielo NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute

El 15 de septiembre de 2017, la nave espacial Cassini puso fin a su larga y fructífera misión precipitándose en una operación suicida a través de la atmósfera de Saturno. En aquél momento, la comunidad científica asumió que sus mayores hallazgos ya habían sido realizados. ... Pero se equivocaban. Y ahora, ocho largos años después de su sacrificio final, un nuevo análisis de sus datos acaba de regalarnos el que podría ser uno de los anuncios más esperanzadores de la historia de la astrobiología: la luna Encélado está 'escupiendo' moléculas orgánicas tan complejas que refuerzan, hasta casi la certeza, la idea de que su océano subterráneo es un mundo habitable, un auténtico crisol químico donde la vida podría estar gestándose ahora mismo.

El hallazgo, recién publicado en 'Nature Astronomy' refuerza aún más, si cabe, la necesidad de acelerar la puesta en marcha de una ambiciosa misión de la Agencia Espacial Europea (ESA) para aterrizar en la enigmática luna de Saturno.

Bajo la dirección de Nozair Khawaja y Frank Postberg, en efecto, los científicos de la ESA han conseguido identificar moléculas de cadenas de carbono mucho más grandes y pesadas que cualquier otra observada hasta ahora en esta pequeña luna. En términos químicos, estamos hablando de estructuras que aquí, en la Tierra, son eslabones esenciales en las reacciones que llevan a la formación de aminoácidos, proteínas y, en última instancia, al código que rige la vida.

De bola de nieve a mundo oceánico

Durante mucho tiempo Encélado, con sus apenas 500 km de diámetro, fue considerada por los astrónomos como poco más que una gran bola de nieve inerte en la órbita de Saturno. Pero eso cambió radicalmente en 2005, cuando la sonda Cassini detectó, cerca de su polo sur, unas extrañas 'rayas de tigre', enormes fracturas en la superficie helada de las que brotaban potentes chorros de vapor de agua. Aquella fue la primera evidencia de que bajo su gruesa corteza de hielo, Encélado ocultaba un inmenso océano global de agua líquida y salada. Un hallazgo capaz, por sí solo, de reescribir los libros de texto.

Ni que decir tiene que a partir de ese momento la pequeña luna de Saturno entró por la puerta grande en el selecto club de los 'mundos oceánicos'. Un club, por cierto, que no ha dejado de crecer en los últimos años y al que hoy pertenecen lunas (y mundos) tan dispares como Europa, Ganímedes, Mimas, Titán, Tritón, Ceres e incluso el planeta enano Plutón.

Sin embargo, y a diferencia de los demás, el océano subterráneo de Encélado no está 'sellado' por una capa de hielo impenetrable, sino que lanza sus 'tesoros químicos' directamente al espacio a través de sus géiseres. Es decir, que podemos saber lo que se oculta en el interior sin necesidad de perforar.

Obteniendo muestras

Y así se hizo. La mayor parte del material de Encélado analizado por la nave procedía del anillo E de Saturno, el más exterior y al que la luna, como una enorme manguera espacial, riega continuamente con granos de hielo y vapor. Granos, sin embargo, que a pesar de que procedían directamente del océano de la luna, habían estado expuestos al ambiente hostil del espacio durante largos años y que, por lo tanto, habrían podido ser alterados por la intensa radiación cósmica, que actúa como un implacable agente meteorológico rompiendo, modificando o 'quemando' las moléculas más grandes y delicadas, haciendo más difícil identificar la química original.

Los científicos, por lo tanto, necesitaban una muestra 'fresca', prístina, una que acabara de salir del océano. Y la única posibilidad de obtener algo así fue aprovechar un evento fortuito que, hay que admitirlo, fue brillantemente explotado: el sobrevuelo de 2008. En una maniobra sin precedentes y no exenta de riesgo, la Cassini se lanzó directamente hacia los géiseres, los atravesó, los 'olió' y recopiló datos del vapor y los granos de hielo que habían sido eyectados apenas unos minutos antes. Estos proyectiles helados chocaron contra el instrumento CDA (Cosmic Dust Analyzer) de la nave a una velocidad vertiginosa: unos 18 kilómetros por segundo, los más rápidos detectados por la Cassini. Y, según explica Nozair, esa velocidad importa.

Impacto rápido, impacto lento

«Los granos de hielo -dice el investigador- contienen no solo agua congelada, sino también otras moléculas, incluidas las orgánicas. A velocidades de impacto más bajas, el hielo se habría roto y la señal de los grupos de moléculas de agua podría haber ocultado la señal de ciertas moléculas orgánicas. Pero cuando los granos de hielo golpean el CDA rápidamente, las moléculas de agua no se agrupan, y tenemos la oportunidad de ver esas señales previamente ocultas». Sería algo similar a estudiar los restos de un objeto después de lanzarle una granada de mano (impacto lento), o después de haberle disparado una bala a gran velocidad.

Se necesitaron largos años para acumular el conocimiento de sobrevuelos anteriores y luego aplicarlo para descifrar estos datos. Pero ahora, Nozair y su equipo han conseguido revelar con exactitud qué tipos de moléculas estaban presentes en los granos de hielo en el momento de ser recolectados.

Todo lo necesario para la vida

Así, los investigadores lograron identificar moléculas orgánicas totalmente nuevas que nunca antes se habían visto en los granos de hielo de Encélado. Entre ellas, fragmentos moleculares que incluían compuestos alifáticos, cíclicos (ésteres/alquenos) y, tentativamente, compuestos que contenían nitrógeno y oxígeno. Es decir, precursores todos de la química prebiótica. En la Tierra, de hecho, estas mismas moléculas están involucradas en las cadenas de reacciones químicas que finalmente conducen a las moléculas más complejas que son esenciales para la vida.

En palabras de Nozair, «hay muchas vías posibles que llevan desde las moléculas orgánicas que encontramos en los datos de Cassini hasta los compuestos biológicamente relevantes, lo que aumenta la probabilidad de que la luna sea habitable. Pero hay mucho más en los datos que estamos explorando ahora, por lo que esperamos saber más en un futuro próximo».

Frank Postberg, coautor del estudio, añade que «estas moléculas que encontramos en el material recién expulsado por Encélado demuestran que las moléculas orgánicas complejas que Cassini detectó en el anillo E de Saturno no son sólo producto de una larga exposición al espacio, sino que están fácilmente disponibles en el océano de Encélado».

«Resulta fantástico -afirma por su parte Nicolas Altobelli, científico del proyecto Cassini de la ESA- ver los nuevos descubrimientos que surgen de los datos de Cassini casi dos décadas después de su recolección. Realmente muestra el impacto a largo plazo de nuestras misiones espaciales». Encélado, de hecho, ha pasado de ser una promesa a una prioridad absoluta.

Regreso a Encélado

Por eso, la Agencia Espacial Europea estudia ya una misión íntegramente dedicada a Encélado. El plan, desde luego, no solo es ambicioso, sino audaz: enviar una sonda capaz de sobrevolar los géiseres con instrumentos modernos y, aún más emocionante, aterrizar cerca del polo sur para tomar muestras directamente del terreno que acaba de ser rociado con material oceánico. El objetivo de la misión, además, ya no será sólo el de buscar moléculas orgánicas, sino biofirmas que nos digan a las claras si allí la vida existe. Sería la primera vez que Europa se sitúa a la vanguardia de una misión de esa trascendencia.

Tras este hallazgo, por lo tanto, Encélado cumple ya con todos los requisitos para ser un entorno habitable y capaz sustentar la vida tal y como la conocemos. Tiene, de hecho, agua líquida, una fuente de energía, y un conjunto específico de elementos químicos y moléculas orgánicas complejas.

«Pero incluso no encontrar vida allí -concluye Nozair- sería un gran descubrimiento, porque plantearía serias preguntas sobre por qué la vida no está presente en un entorno en el que se dan todas las condiciones adecuadas».

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