El impacto de dos grandes asteroides hace 35,6 millones de años apenas afectó a la Tierra, y los científicos no saben por qué
Colisiones similares, como la que tuvo lugar hace 65 millones de años, causaron grandes extinciones masivas, acabando con la mayor parte de las especies vivas del planeta
El meteorito que mató a los dinosaurios era un raro asteroide que llegó de más allá de Júpiter

La colisión de grandes asteroides contra la Tierra suele relacionarse con los peores episodios de extinción masiva, momentos en que un porcentaje significativo de las especies vivas dejan de existir debido, más que al impacto en sí, a sus consecuencias sobre el clima a medio ... y largo plazo. La última gran extinción, sin ir más lejos, fue la que hace 65 millones de años puso fin al largo reinado de los dinosaurios (y de casi el 80% de todas las especies) y se debió al violento choque de una roca de alrededor de 11 km de diámetro en Chicxulub, en lo que hoy es el Golfo de México.
Pero un equipo de investigadores del University College de Londres acaba de comprobar, para su sorpresa, que no todas las grandes colisiones causan esos niveles de destrucción. Muy al contrario, pueden incluso dejar al planeta prácticamente como estaba.
En un artículo recién publicado en 'Communications Earth & Environment' los autores analizan las consecuencias de dos enormes asteroides que golpearon la Tierra hace alrededor de 35,6 millones de años y que no provocaron ningún cambio significativo en el clima. Dichos cambios suelen producirse cuando la enorme cantidad de polvo y escombros generados por la colisión son lanzados al aire y forman una capa que oscurece la atmósfera, impidiendo durante años el paso de la luz del Sol, lo que mata a las plantas, después a los herbívoros que se alimentan de ellas y, finalmente, a los carnívoros.
Sin consecuencias a largo plazo
Pero no fue el caso de estas dos rocas, ambas de varios km de diámetro, caídas con unos 25.000 años de diferencia y que dejaron en Siberia el cráter Popigai, de 100 km de ancho, y otro en la bahía estadounidense de Chesapeake de entre 40 y 85 km. Se trata de los cuarto y quinto mayores cráteres de impacto que se conocen en el planeta, y los autores del estudio no encontraron ningún cambio significativo en el clima en los 150.000 años posteriores a las colisiones.
Los investigadores dedujeron el clima pasado midiendo la cantidad de determinados isótopos en los fósiles de diminutos foraminíferos organismos con caparazón que vivían tanto en la superficie como en los fondos marinos durante aquella época. La cantidad de isótopos presentes indica lo caliente que estaba el agua cuando estos organismos aún estaban vivos.
«Lo más notable de nuestros resultados - explica Bridget Wade, coautora del estudio- es que no hubo ningún cambio real después de los impactos. Esperábamos que los isótopos se desplazaran en una dirección u otra, indicando aguas más cálidas o más frías, pero esto no sucedió. Estos grandes impactos de asteroides ocurrieron y, a largo plazo, nuestro planeta pareció continuar como de costumbre».
Parecido, pero no igual
Sin embargo, señala la investigadora, el estudio no estaba pensado para detectar cambios a corto plazo, de apenas algunas decenas o centenares de años, ya que las muestras lo hacían en intervalos de 11.000 años. «En una escala de tiempo humana -dice Wade- estos impactos de asteroides fueron sin duda un desastre. Crearon ondas expansivas masivas, y tsunamis, e incendios generalizados. Grandes cantidades de polvo fueron lanzadas al aire y bloquearon la luz del Sol».
Algo similar, pues, al impacto de Chicxulub, el que acabó con los dinosaurios, que además de los efectos a largo plazo, también cambió drásticamente el clima en una escala de tiempo mucho más pequeña, de menos de 25 años.

Durante su trabajo, el equipo analizó isótopos en más de 1.500 fósiles de foraminíferos, tanto los que vivían cerca de la superficie del océano (foraminíferos planctónicos) como en el fondo marino (foraminíferos bentónicos). Los fósiles tenían entre 35,5 y 35,9 millones de años y se estima que los dos asteroides que chocaron durante ese tiempo tenían entre 5 y 8 kilómetros y entre 3 y 5 kilómetros de ancho, respectivamente. El mayor de los dos, el que creó el cráter Popigai, tenía un diámetro equivalente a la altura del Everest.
¿Por qué unos sí y otros no?
Pero esos dos asteroides no llegaron solos. Según el estudio, la evidencia sugiere que por lo menos otros tres asteroides más pequeños chocaron contra la Tierra en ese mismo período (el Eoceno tardío), lo que a su vez apunta a que en aquellos momentos debió de producirse algún tipo de perturbación en el cinturón de asteroides, el anillo de escombros que rodea el Sistema Solar entre las órbitas de Marte y Júpiter.
Al utilizar fósiles que vivieron en diferentes profundidades del océano, el nuevo estudio proporciona una imagen más completa de cómo respondieron los océanos a los eventos de impacto. Estudios anteriores sobre el clima de la época, menos precisos, no habían sido concluyentes. En su trabajo, sin embargo, los investigadores del University College encontraron cambios en los isótopos de unos 100.000 años antes de los impactos, pero ninguno en el mismo momento o después de ellos.
«Dado que el impacto de Chicxulub condujo a un evento de extinción importante -dice por su parte la coautora Natalie Cheng-, teníamos curiosidad por investigar si lo que apareció como una serie de impactos de asteroides importantes durante el Eoceno también causó cambios climáticos duraderos. Pero nos sorprendió descubrir que no hubo respuestas climáticas significativas a estos impactos».
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¿A qué se debe, pues la diferencia? ¿Por qué algunos impactos resultan tan destructivos a largo plazo y otros no? Puede que por la composición del terreno donde cae el meteorito, o por la del propio meteorito, o por el ángulo o la velocidad de impacto... El estudio no facilita una respuesta a la cuestión. Pero deja claro que, independientemente del tamaño, no todos los grandes asteroides provocan catástrofes globales duraderas ni ponen en peligro a toda la vida de la Tierra.
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