Decenas de tentáculos y hasta diez metros de longitud: así es la carabela portuguesa que llega a las costas españolas
Un equipo con participación española secuencia el genoma de 150 ejemplares de todo el mundo de este extraño organismo marino e identifica cuatro especies distintas. La que se acerca a nuestro litoral es la más grande pero no más peligrosa
El agua punzante, las medusas que pican sin tocarte
Una carabela portuguesa cerca de las Azores
La carabela portuguesa ha comenzado a asomar su llamativo flotador azul morado en las costas cántabras. Avistadas recientemente en Cantabria y Guipúzcoa, por el momento no parecen ser tan abundantes como otros veranos, en los que algunas playas del litoral español tuvieron que ser ... cerradas por su presencia, pero los científicos las siguen de cerca. La alarma que causa la visión de la vela de esta criatura marina sobre las aguas solo es superada por la de la aleta de un tiburón. No es para menos. Su picadura no es mortal, pero sí especialmente dolorosa y peligrosa. Puede llegar a paralizar brazos y piernas, por lo que ningún bañista querría tener uno de estos encuentros, menos aún lejos de la orilla.
Hasta ahora, se creía que la carabela era una sola especie, pero un equipo internacional de investigadores con participación española ha identificado cuatro distintas tras secuenciar el genoma de 151 ejemplares de todo el mundo y analizar 4.000 imágenes compartidas en iNaturalist, una comunidad global de fotografías tomadas por científicos y aficionados. Los resultados, publicados en la revista 'Current Biology', revelan que cada especie tiene su propia distribución geográfica. La que se deja ver en nuestras costas se llama Physalia physalis, la más grande de todas. Sus decenas de tentáculos miden entre 3 y 5 metros de longitud como promedio, pero los ejemplares más grandes pueden llegar a alcanzar los 10 metros.
Aunque es habitual confundirla con una medusa, la carabela «no es un único animal, sino una colonia de organismos, como un edificio flotante. El más grande y visible es el neumatóforo (el flotador o vela), que tiene forma de carabela portuguesa y se deja llevar por el viento. Colgado de él hay cientos de organismos, cada uno con una función diferente en beneficio de toda la colonia: unos cazan, otros se reproducen y otros se alimentan», explica a este periódico Laura Prieto, del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC) y coautora del estudio.
En 2010 se registraron más de cien mil de estos organismos en las costas españolas, todo un récord. En febrero y marzo suelen aparecer en Canarias y el golfo de Cádiz -este año se han registrado muchas en las islas, pero ninguna en la costa andaluza-, y algunos veranos alcanzan la cornisa cantábrica. «Esta distribución tiene que ver con las condiciones de las corrientes marinas superficiales, donde se mueve la carabela, y con los vientos persistentes cercanos al nivel del mar», dice Prieto, doctora en Ciencias del Mar y un referente en investigaciones sobre medusas y otros organismos gelatinosos.
Vientos y corrientes
El hábitat natural de la carabela es el centro del océano Atlántico. «Para que llegue al golfo de Cádiz tienen que darse unas condiciones meteorológicas y oceanográficas favorables, unidas a los vientos de poniente, muy intensos y persistentes», añade la investigadora. Cómo se desplazan a la cornisa cantábrica no está tan claro, por lo que el ICMAN desarrolla un proyecto con las universidades de Gijón y Canarias, consistente en monitorizar unos prototipos que simulan las carabelas, soltados en Hawái, Bermudas, Canarias, golfo de Cádiz y el Mediterráneo. El seguimiento se lleva a cabo por satélite o telefonía móvil.
En el estudio, dirigido por la Universidad de Yale (EE.UU.) fueron secuenciados ejemplares de puntos tan dispares como Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, varias zonas de Europa y EE.UU, ambas costas de Latinoamérica y Japón. Dos de las especies (Physalia megalista, en el Índico, Pacífico sur y Atlántico sur, y Physalia utriculus en Pacífico, Índico, Golfo de México y suroeste del Atlántico) ya habían sido descritas en los siglos XVIII y XIX, pero solo por su aspecto. El nuevo estudio genético las confirma y añade una nueva especie, Physalia minuta, descubierta en Nueva Zelanda, de solo tres tentáculos de 10 cm de longitud y un flotador muy pequeño, nada que ver con el gigante de las aguas españolas. «Aunque el océano puede llegar a entenderse como un medio sin divisiones físicas, cada especie está relacionada con las corrientes de las zonas donde habitan, que las han aislado y diferenciado de forma evolutiva, haciendo que se muevan en una zona geográfica costera determinada», indica la investigadora.
Según Prieto, que haya más o menos ejemplares cada año depende principalmente del Índice del Atlántico Norte (NAO, por sus siglas en inglés), que mide la diferencia de presión atmosférica entre las Azores y Reikiavik (Islandia). «Si es muy negativo, la probabilidad de que lleguen a nuestras costas es mayor», advierte. «Es una cuestión de corrientes, no de temperatura», subraya, por lo que aún no hay suficientes evidencias para vincular la presencia de estos animales al cambio climático.
Physalia physalis es la carabela más grande, pero no más peligrosa. El veneno de las cuatro especies es igualmente potente y doloroso, «y a no ser que seas alérgico, como ocurre con las picaduras de avispas, no es mortal, como sí es el de algunas medusas en Hawái o Australia si no te aplican un antídoto de inmediato».
Prieto recomienda ser precavidos y alejarnos en cuanto veamos la vela de un ejemplar flotando en el agua, ya que sus tentáculos pueden ser muy largos. Si la criatura se encuentra sobre la arena, donde se va secando y adquiere un color blanquecino, «no la toque, ya que los cnidocitos, células urticantes que se activan por contacto, pueden seguir picando. Si tiene un perro, tampoco permita que se acerque, también les duele el latigazo. Lo más adecuado es avisar al puesto de socorro más cercano o llamar al 112», aconseja. Y si de todos modos la picadura se produce «no lave la herida con agua dulce, porque el cambio de salinidad activará los cnidocitos que aún no se han disparado. Lávela con agua de mar y aplique una bolsa de plástico con hielo para inhibir la inflamación».
MÁS INFORMACIÓN
El hallazgo de que la carabela portuguesa son cuatro especies en vez de una no sólo pone de manifiesto la complejidad de este organismo aparentemente sencillo, sino también la de los procesos evolutivos que ocurren en el océano abierto.