Más de un billón de dólares de beneficio: la 'fiebre' del platino lunar ha comenzado
Un nuevo estudio señala que sería mucho más práctico y rentable extraer los metales preciosos dejados por asteroides en la Luna que perseguirlos uno por uno por través del espacio
¿Qué hay en la Luna que fomenta una nueva carrera espacial?

La hora del romanticismo ha pasado. Y aunque la Luna sigue aún inspirando a poetas y enamorados, desde hace años se va imponiendo una visión mucho más fría y calculadora, una que no entiende de poemas ni de amor, sino de intereses económicos y ... de dinero, sobre todo de dinero.
La idea de que la Luna guarda en su interior un gran tesoro en forma de materias primas no es nueva. Ahí está, por ejemplo, el sueño de extraer de ella ingentes cantidades de Helio 3, un isótopo del helio que escasea en la Tierra y que parece hecho a medida para ser el combustible de las futuras plantas de fusión nuclear. El Helio 3, de hecho, no produce residuos radiactivos, y su fusión es tan energética que apenas 25 toneladas bastarían para abastecer todas las necesidades de Estados Unidos durante un año entero.
Y ahora, el interés 'comercial' por ir a la Luna acaba de recibir un nuevo y poderoso impulso gracias a un estudio recién publicado en 'Planetary and Space Science'. Y no es para menos, ya que en él, el investigador independiente Jayanth Chennamangalam ha puesto, por primera vez, cifras concretas sobre la mesa. Más de un billón de dólares, una inmensa fortuna que está a disposición de quien tenga los medios para ir a por ella.
Un tesoro en los cráteres lunares
Para llegar a estas conclusiones, Chennamangalam y su equipo modelaron primero la fracción de cráteres lunares que se cree fueron dejados por asteroides metálicos, los más raros pero también los más valiosos. Después valoraron la concentración de metales en dichos asteroides, y también la velocidad de impacto necesaria para dejar depósitos significativos. El resultado fue asombroso: de aproximadamente 1,3 millones de cráteres lunares con un diámetro superior a un kilómetros, casi 6.500 fueron creados por asteroides que contenían cantidades comercialmente viables de metales del grupo del platino.
Chennamangalam estima que la Luna podría tener, en esos cráteres, depósitos de platino y otros metales similares por valor de más de un billón de dólares. Lo cual, en sus propias palabras, significa que hay «muchos más cráteres en la Luna con restos de asteroides portadores de mineral que asteroides portadores de mineral que sean accesibles en el espacio». Es decir, que la prospección lunar puede ser económicamente más viable que viajar a los asteroides individualmente para extraer los minerales.
Los metales del 'grupo del platino' son extremadamente valiosos e incluyen, además del propio el platino, el paladio, el rodio, el rutenio, el iridio y el osmio. Elementos extremadamente raros en la Tierra y que poseen propiedades únicas que los hacen indispensables en numerosas industrias. Por ejemplo, el platino y el paladio son componentes clave en los convertidores catalíticos de los automóviles, que limpian los gases de escape. Y en medicina se utilizan en implantes quirúrgicos, dispositivos cardíacos y, sorprendentemente, incluso en tratamientos contra el cáncer. El 'cisplatino', en efecto, un fármaco a base de platino, ha sido un pilar en la quimioterapia durante décadas.
Además, los metales del grupo del platino abundan en la electrónica (desde teléfonos móviles a ordenadores), en la fabricación de fibra óptica, en joyería, como catalizadores en la producción de productos químicos y combustibles e incluso se emplean en productos de cuidado personal, como los tratamientos de silicona curada con platino en lentillas y cosméticos, o en láminas con paladio para mantener la frescura de los alimentos al absorber el etileno Su importancia es tal que la demanda supera con creces la oferta terrestre.
Las ventajas de la Luna
La ventaja de la Luna sobre los asteroides reside en su gravedad (aunque sea solo un sexto de la de la Tierra) y, por supuesto, en su proximidad. A diferencia de la ingravidez de los asteroides, en efecto, que complicaría enormemente las operaciones mineras, la gravedad lunar, aunque reducida, facilitaría el despliegue de maquinaria y el manejo de materiales. Además, la Luna está mucho más cerca de la Tierra que la mayoría de los asteroides ricos en minerales, permitiendo incluso operaciones remotas casi en tiempo real y sin tener ni siquiera que abandonar nuestro planeta. Se trata, por lo tanto, de una diferencia enorme con respecto a estudios anteriores, como el de Martin Elvis en 2014, que se centraron en la viabilidad de la minería de asteroides cercanos a la Tierra, y que estimaron un número mucho menor de cuerpos celestes con depósitos viables. Los cráteres lunares, en cambio, actúan como 'contenedores naturales' de esos mismos minerales.
Chennamangalam subraya que, hasta ahora, la astronomía se había dedicado principalmente a saciar nuestra curiosidad, para lo que dependía, en gran medida, de fondos públicos. «Pero si podemos monetizar los recursos espaciales -asegura- ya sea en la Luna o en los asteroides, las empresas privadas invertirán en la exploración del Sistema Solar». Visión que representa un profundo cambio de paradigma: de la financiación estatal impulsada por la curiosidad científica a la inversión privada motivada por el beneficio económico. Todo lo cual ha empezado ya a liberar un auténtico torrente de capital y recursos que, sin duda, alterarán drásticamente nuestra capacidad de explorar y utilizar el espacio.
Un laberinto legal: ¿de quién es la Luna?
A pesar del inmenso potencial económico, la minería lunar (y espacial en general), se enfrenta a un serio problema. Uno de carácter legal, ya que no está nada claro hasta qué punto es lícito hacerse con los deseados recursos espaciales. El Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre de 1967, la piedra angular del derecho espacial internacional, establece las reglas para todas las actividades más allá de la Tierra, incluida la práctica de la minería espacial. Dicho tratado estipula que «el espacio ultraterrestre, incluida la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, por medio de uso u ocupación, ni por ningún otro medio».
Sin embargo, es aquí, precisamente, donde radica la ambigüedad, porque el tratado no dice nada sobre la propiedad de los recursos extraídos, los derechos de licencia comercial, el reparto equitativo de beneficios, las normas de protección ambiental para evitar daños y las regulaciones para la ocupación a largo plazo y la infraestructura permanente en la Luna.
En este contexto, y justo antes de terminar su mandato, el presidente Barak Obama firmó, en 2015, la llamada 'Ley del Espacio' (en realidad 'The US Commercial Space Launch Competitiveness Act' o 'Space Act'), que, en la práctica, permite a los ciudadanos y empresas estadounidenses que dispongan de los medios necesarios extraer y poseer recursos espaciales, como los de los asteroides o la Luna, para su beneficio económico. A pesar de la controversia suscitada, la ley se ha interpretado como la base legal para una nueva 'fiebre del oro', esta vez en el espacio.
En un esfuerzo por poner algo de orden, la NASA lanzó un marco no vinculante conocido como los 'Acuerdos Artemis', un conjunto de principios y prácticas para guiar la cooperación entre naciones en la exploración espacial, especialmente dentro del marco del ambicioso programa Artemis de regreso a la Luna. El documento, que permite la explotación comercial, ha sido firmado hasta ahora por más de 50 países, aunque China y Rusia, las dos mayores potencias espaciales junto a Estados Unidos, no se han adherido a él. Motivo por el cual la incertidumbre continúa.
Un desafío técnico monumental
Más allá de los obstáculos legales, la minería lunar supone, también, toda una serie de desafíos técnicos monumentales. La baja gravedad de la Luna, aunque es mejor que la de los asteroides, aún complica el despliegue de maquinaria pesada. Además, nuestro satélite carece de un suministro natural de agua líquida, un elemento imprescindible para muchos procesos de refinado de minerales. A lo cual se unen problemas como la generación de energía, la omnipresencia del polvo lunar (extremadamente abrasivo y difícil de manejar) y la difícil elección entre optar por operaciones robóticas o decantarse por las tripuladas. Por último, el transporte de los materiales extraídos de la Luna de regreso a la Tierra sigue siendo prohibitivamente caro con la tecnología actual.
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A pesar de todo, la visión de una 'fiebre del platino lunar' está empezando a tomar forma. Y es que la posibilidad de acceder a recursos por valor de más de un billón de dólares es una 'zanahoria' a la que es muy difícil resistirse. La carrera por la Luna está definitivamente en marcha, y su desenlace no solo dependerá de la tecnología, sino también de nuestra capacidad para forjar un marco legal y ético que nos beneficie a todos por igual.
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