El volcán que creó burbujas del tamaño de un superpetrolero y otras erupciones extraordinarias

El volcán Bogoslof, situado en las islas Aleutianas, en el extremo sur del mar de Bering, es una de las bocas abiertas de un gran estratovolcán –un volcán alto, con forma de cono– que apenas se eleva unos 100 metros sobre el nivel del mar. En 2017, liberó unas burbujas de gas de hasta 440 metros de diámetro, aún más grandes que un superpetrolero. Investigadores del Observatorio de Volcanes de Alaska (EE.UU.) registraron más de 70 erupciones en un periodo de solo nueve meses y pudieron detectar un rugido sordo segundos antes de cada erupción. Según sus cálculos, estas potentes vibraciones concuerdan con las que producirían gigantescas burbujas que asciende, se expanden, forman unas amenazadoras cúpulas y colapsan en la superficie. Estas esferas pueden llegar a encerrar hasta 54 millones de metros cúbicos de vapor de agua, dióxido de carbono y dióxido de azufre.

El volcán más explosivo del mundo se encuentra en la remota península de Kamchatka, en el noreste de Rusia. Llamado Shiveluch, ha registrado más de 40 erupciones violentas en los últimos 10.000 años. La mayor de todas las registradas sucedió en 1964, cuando la lava cubrió casi cien km cuadrados. En febrero de 2015, arrojó restos que llegaron hasta los 6.000 metros de altitud y su nube de cenizas alcanzó a los estados de Oregón y Washington, en EE.UU. Al parecer, son los elementos volátiles del magma, principalmente el agua, los que provocan esas impresionantes erupciones.

Alrededor del 24 de agosto del año 79, la vida se paró en Pompeya y Herculano. Un monte llamado Vesubio, la corona de la bahía de Nápoles, entró en erupción levantando una columna de humo de 30 kilómetros de altura. Desde ahí se precipitó una infernal lluvia de piroclastos (cenizas y rocas) que cayó sobre las ahora famosas ciudades. Al anochecer, las laderas del vocán se desprendieron y los flujos o coladas piroclásticas acabaron con todo lo que se encontraba a su paso.

Hace 74.000 años se produjo en Sumatra, Indonesia, la supererupción de Toba, uno de los mayores eventos volcánicos en los últimos dos millones de años. Para hacernos una idea de su magnitud, fue unas 5.000 veces más grande que la del Monte Santa Elena en Washington en la década de 1980, una de las más catastróficas del siglo XX. El volcán eyectó a la atmósfera unos 800 km cúbicos de cenizas, que llegaron a miles de kilómetros de distancia. Según algunas teorías, el evento marcó el comienzo de un «invierno volcánico» que duró hasta diez años. Los días se volvieron todos grises, las plantas dejaron de florecer y los grandes mamíferos morían de hambre o enflaquecían, lo que a su vez pudo causar un gran daño a nuestra propia especie. Sin embargo, los sapiens sobrevivieron. Algunos investigadores creen que eso indica que la erupción no fue tan apocalípctica como se creía.

Era abril de 1815 cuando el volcán Tambora en Indonesia entró en erupción con tanta fuerza que cambió el clima del mundo. El año siguiente, 1816, recibió el nombre de 'El año sin verano' debido al frío, la pérdida de cosechas y la hambruna que azotó a toda Europa y América del Norte. Unas 70.000 personas perdieron la vida. La otra cara de la moneda es que esta situación extraordinaria inspiró obras maestras como «Frankenstein», de Mary Shelley.

En el famoso cuadro 'El Grito' de Edvard Munch, alguien se lleva las manos a la cabeza con una expresión de angustia y terror. Al fondo, el cielo tiene un curioso color rojizo. El pintor noruego se inspiró en las extrañas condiciones atmosféricas de su país durante dos años, 1883 y 1884, para su obra. Esos colores naranjas eran consecuencia del estallido del Krakatoa en Indonesia. La erupción acabó con el 70% de la isla, las cenizas llegaron hasta Singapur y los fragmentos de piedra llovieron en un área de 775.000 km cuadrados. Con todo, se le recordará siempre por teñir el cielo de rojo.

La erupción del volcán Kilauea en Hawái en 2018 creó impresionantes ríos de lava, pero también dejó algo maravilloso. La rápida salida del magma permitió que la roca fundida se enfriara y solidificara repentinamente, por lo que cayó una lluvia de un bonito minera de color verde y apariencia cristalina, que se conoce como olivino. Puede parecer una joya regalada por la tierra, pero en realidad se trata de un material muy común, compuesto de silicato ferromagnésico, que sale a la superficie en zonas volcánicas.

La erupción del volcán islandés Eyjafjallajokull en 2010 causó cierres y retrasos en los espacios aéreos de la mayor parte de Europa durante seis días, afectó a más de 10 millones de personas y supuso un gasto de más de 1.270 millones de euros.