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Todo lo que es capaz de tragarse una planta carnívora

Estas plantas, una de las mayores pasiones de Darwin, se encuentran entre las más fascinantes de la naturaleza y son fuente de infinitas curiosidades

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Pedro Gargantilla

Las plantas carnívoras son originarias de dos espacios geográficos totalmente diferentes, unas proceden de zonas pantanosas y otras, por el contrario, de espacios desérticos.

Estos escenarios, aparentemente tan dispares, tienen un denominador común, no contar con los suficientes recursos alimentarios para las plantas, lo cual justifica que hayan tenido que adaptarse para obtener los nutrientes minerales que necesitan para desarrollarse.

A priori podríamos pensar que su nombre es inapropiado, que quizás deberían haber sido denominadas 'insectívoras'. Pero no, su nombre no es fruto de ningún error, ya que algunas especies pueden llegar a tener un tamaño superior a los dos metros e incluir en su dieta a ratas, ratones e, incluso, algunos reptiles de pequeño tamaño.

Las plantas que enamoraron a Darwin

Es sabido que a Charles Darwin (1809-1882) le apasionaban las plantas carnívoras, hasta el punto que en 1860 llegó a decir de la drosera o rocío de sol: «Me importa más esa planta que el origen de cualquier otra especie del mundo».

Durante meses el naturalista inglés no dejó de experimentar con ella, dejando caer insectos, carne, piedras, agua, leche e, incluso, orina. Atónito pudo descubrir como los insectos, la carne o la orina provocaban que los tentáculos se doblegasen, una reacción que no conseguía ni con las piedras ni con el agua. Tan sólo ocurría ante una sustancia que tuviera nitrógeno en su composición.

En 1875 publicó sus conclusiones en un tratado titulado 'Plantas insectívoras'. A lo largo de sus más de trescientas páginas describió de forma meticulosa sus investigaciones y experimentos, lo cual supone una verdadera delicia para los amantes de la ciencia.

Tipos de trampas: de cárceles a aspiradores letales

En este momento se han descrito más de doce géneros diferentes de plantas carnívoras, clasificadas en, al menos, setecientas especies. Entre ellas encontramos algunas de las adaptaciones más curiosas de la naturaleza: pelos pegajosos (Droseras), trompetas (Sarracenia), jarras con tapa (Nephentes) o vejigas succionadoras (Utricularias).

Sabemos que Darwin estudió y cultivó en su invernadero a la venus atrapamoscas ( Dionaea muscipula ). En el cobertizo observó con extrañeza cómo esta planta era capaz de atraer a las víctimas gracias a su jugoso néctar. Cuando el insecto se posa en la hoja para degustarla roza unos sensores que tiene la trampa, de forma que se cierra y queda atrapado entre unas púas que hace las veces de barrotes.

Un ejemplar de Nephentes Rahaj Wikipedia

Parientes de la venus atrapamoscas son las Utricularias, unas plantas que viven en ambientes acuáticos y que toman su alimento de los insectos que sobrevuelan de forma inocente la superficie del agua. Estas plantas no esperan a que su presa se pose sobre ella, sino que la succionan directamente al más mínimo roce, actuando a modo de un 'aspirador letal'.

Posiblemente, una de las plantas carnívoras más conocidas es la Nephentes , que dispone de hojas provistas de zarcillos modificados de los que cuelgan una estructura en forma de vaso o jarra que utilizan para capturar a sus presas.

Precisamente a esta familia pertenece Nephentes Rahaj , que puede llegar a alcanzar los cuarenta centímetros de altura. Una planta carnívora que vive en algunas zonas de Malasia y que es capaz de alimentarse de pequeños mamíferos salvajes.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

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