La sonda «Stardust», con su tesoro de polvo cósmico, aterriza en el desierto de Utah
PEDRO RODRÍGUEZ. CORRESPONSAL
WASHINGTON. Tras un viaje espacial de siete años verdaderamente fantástico -una singladura de 4.700 millones de kilómetros equivalente a 12.000 veces la distancia que separa la Luna de la Tierra- la cápsula de la robotizada misión «Stardust» diseñada para recoger ... muestras de polvo cósmico cayó ayer por la mañana de forma controlada en el desierto de Utah donde era esperada con ansiedad por la NASA ante el enorme valor científico de su prístina carga para determinar los orígenes del Sistema Solar.
La maniobra de reentrada en la Tierra de este recipiente a bordo de la sonda espacial «Stardust», de unos 45 kilos de peso y dotado de una especie de sofisticada «raqueta atrapa-polvo», se produjo tras un ballet coreografiado a partir de noviembre desde el Laboratorio de Propulsión Jet en Pasadena, California, con el fin de asegurar el retorno de un miligramo de partículas de estrellas y cometas recogidas durante este ambicioso proyecto no tripulado de exploración espacial.
Tras separarse durante la madrugada del domingo de la sonda que viene surcando el espacio desde el 7 de febrero de 1999, antes incluso de que la propia NASA dispusiera de alguna de las tecnologías necesarias para analizar con exactitud estas muestras únicas, la deseada cápsula entró en la atmósfera terrestre a unos 125 kilómetros sobre las aguas del Océano Pacífico. Alcanzando velocidades de 46.660 kilómetros por hora -una plusmarca en la reentrada de este tipo de artilugios de fabricación humana- y temperaturas infernales por encima de los 2.400 grados centígrados.
A unos 32 kilómetros de altura sobre una desértica base y campo de pruebas del Pentágono en Utah, al oeste de Salt Lake City, la cápsula desplegó un pequeño paracaídas para empezar a frenar. Pero sin emitir la correspondiente señal a Pasadena, creando momentos de enorme tensión. A tres kilómetros, entró en funcionamiento el paracaídas principal. Acción confirmada entre vítores y que permitió sobre bancos de sal un final no catastrófico dos minutos antes de lo previsto, a las 11.10 de ayer en España. Durante esta maniobra, la cápsula pudo ser contemplada a simple vista en algunas partes del noroeste de Estados Unidos como una peculiar estela de luz en el firmamento. Una hora después de su llegada, aún sin haber amanecido, la cápsula fue localizada y recuperada con ayuda de varios helicópteros y una baliza electrónica. Mientras que el Laboratorio de Propulsión Jet al escuchar la palabra «touchdown» se embarcaba en una festiva celebración largamente esperada.
Inmediatamente, los técnicos de la NASA colocaron la cápsula en una especie de palier para facilitar su transporte, además de envolverla con dos bolsas de aislamiento. El recipiente, que no representa un peligro especial de contaminación para la Tierra, fue transportado hasta unas instalaciones militares, para ser depositada en una sala estéril construida especialmente dentro de un hangar. Siendo sometida a análisis preliminares para determinar la integridad de su estructura.
Cruce con el «Wild 2»
Este esperado retorno fue particularmente tenso para la NASA ante el fiasco sufrido en 2004 con la sonda «Genesis», que se estrelló en la misma zona desértica de Utah después de que su sistema de paracaídas fallase. Tanto «Genesis» como la cápsula de «Stardust» fueron fabricadas por Lockheed Martin con similares diseños. En el caso de «Genesis», dedicada a atrapar particular solares durante dos años, los científicos fueron capaces de salvar algunas muestras del malogrado recipiente.
Además del alivio de una perfecta vuelta a casa, el otro gran momento emocionante de esta aventura espacial tuvo lugar hace justo dos años, cuando la sonda «Stardust» se cruzó con el cometa «Wild 2», llegando a situarse a una distancia de 240 kilómetros. Encuentro en el vecindario de Júpiter aprovechado para recoger partículas de la estela de este peripatético conglomerado de hielo, roca y polvo.
Con un diámetro en su núcleo de 5,4 kilómetros, se supone que el cometa «Wild 2» procede del llamado cinturón de Kuiper, una remota banda de desechos estelares en órbita más allá de Neptuno. Para facilitar esta complicada maniobra en continuo movimiento, que permitió a la NASA obtener mediciones valiosas y una serie de 72 fotografías en blanco y negro, la sonda «Stardust» tuvo que desplegar tantos escudos de autoprotección como su especie de ratonera espacial.
Los cometas son considerados por muchos científicos como «cápsulas de tiempo» o bibliotecas volantes, que gracias a sus bajas temperaturas preservan material que se remontaría hasta la misma la formación del Sistema Solar hace 4.600 millones de años. Algunas teorías insisten que gracias a cometas que se estrellaron en nuestro planeta con materiales químicos decisivos fue posible el desarrollo de vida en la Tierra. Con ayuda de «Stardust», la NASA espera lograr y estudiar partículas más antiguas incluso que el propio astro rey.
Para lograr toda esta sofisticada cata espacial, completada con 195 días dedicados a captar polvo cósmico procedente de distantes estrellas, la sonda «Stardust» contó con una especie de raqueta para atrapar polvo, cuyas redecillas estaban formadas con una espuma ultraligera especialmente desarrollada para la NASA y conocida como «aerogel». Este material, ya utilizado como efectivo aislante, es producido a partir de silicona de baja densidad. Con una composición de aire en un 99,8 por ciento, este «humo de cristal» es capaz de atrapar delicadas partículas sin producir cambios o daños significativos.
Un millón de partículas
En los próximos días, está previsto el traslado de la cápsula y su anticipada carga hasta las legendarias instalaciones de la NASA en Houston. En un laboratorio especial del tejano Centro Johnson se espera realizar un laborioso análisis de su contenido que puede demorarse meses, e incluso años. Según ha explicado gráficamente uno de los científicos encargados de este proyecto, el trabajo pendiente es equivalente al reto de encontrar unas cuantas hormigas en un campo de fútbol.
Se estima que la cápsula puede contener hasta un millón de partículas de cometa y polvo interestelar, la mayor parte con un grosor inferior a una décima parte de un cabello humano. Microscópico botín científico que representa la primera muestra de material sólido procedente de un cuerpo extraterrestre desde que una misión no tripulada lanzada por la desaparecida Unión Soviética facilitara muestras en 1976 de rocas y suelo procedentes de la Luna. La última misión «Apolo» que permitió a Estados Unidos obtener este tipo de muestras todavía sometidas a investigaciones se remonta a 1972.
Los responsables de la nave madre «Stardust», con el tamaño de una mesa de comedor y un peso de 385 kilos, la enviaron a una órbita alrededor del Sol donde terminará su vida útil rentabilizando una misión que ha costado a los contribuyentes de EE.UU. más de 200 millones de dólares desde que saliera de Cabo Cañaveral hace siete años. Y que todavía no ha terminado.
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