Seísmos tan destructivos como el de Lisboa en 1755 pueden sacudir la Península Ibérica cada mil años
Recientes análisis indican un proceso activo de subducción en el suroeste español, la región geológica donde se originó el gran terremoto de Lisboa
Al filo de las 10 de la mañana del 1 de noviembre de 1755, día de Todos los Santos, las iglesias de Portugal y del sur de España estaban abarrotadas de personas que se vieron sorprendidas por la mayor catástrofe natural conocida en la historia ... de Europa. Un terremoto de 8,7 grados en la escala Richter sacudió la tierra durante 120 segundos. Dos replicas del temblor sobrevinieron dos horas y diez minutos después. El terremoto destruyó la mayoría de los edificios de Lisboa, arrasada luego por las llamas de un incendio. Alrededor de 50.000 de sus 230.000 habitantes murieron. El temblor sacudió también España. El 85 por ciento de los edificios de Sevilla, incluida la Torre del Oro, resultaron dañados. En Madrid, dos niños fallecieron por el desprendimiento de una fachada. Pero lo peor fue un devastador tsunami originado por el gran terremoto. Olas de 10 metros arrasaron el Golfo de Cádiz y el norte de Marruecos. En Ayamonte hubo más de mil muertos. Y Conil quedó completamente destruido.
La conmoción social desencadenada por la tragedia fue tan dura que llegó a pensarse, dado que la mayoría de las víctimas se encontraban en el interior de iglesias, en una especie de castigo divino. El próximo año se cumplirá el 250 aniversario de la catastrófe, una efeméride que coincide con cinco campañas internacionales de exploración oceanográfica y perforación en el Golfo de Cádiz. Financiadas por la Comisión Europea, esos proyectos pretenden arrojar luz sobre la compleja geología de la región. En la revista «Science», Marc-André Gutscher, del Instituto Universitario Europeo del Mar, detalla hoy cómo recientes estudios de esa zona del sureste peninsular han dado información sobre el gran terremoto de 1755 y sobre la posibilidad de que puedan repetirse seísmos de semejante intensidad cada mil años.
Violento choque de placas
El escenario geológico es la falla Azores-Gibraltar, que cruza esta amplia región donde la placa tectónica africana choca contra la euroasiática. La primera empuja a la segunda por el sur de la Península Ibérica, desplazándola 4 milímetros al año en dirección noroeste. Sin embargo, esta amplia región no está muy bien definida geológicamente y no se ha identificado todavía con exactitud la fuente del cataclismo de 1755, explica Gutscher. De hecho no existe un modelo geodinámico aceptado sobre el borde África-Iberia, cuyos accidentes principales son las cordilleras Bética y del Rif, el Golfo de Cádiz y el Mar de Alborán. Hasta tres modelos diferentes -subducción en distintas direcciones, delaminación litosférica y colapso convectivo- están en discusión. Gutscher explica que en los últimos 15 millones de años, el adelgazamiento de la corteza y su extensión produjo la profunda depresión del Mar de Alborán, frente a la costa de Granada y Almería, mientras se formaban las cordilleras bética y del Rif por un proceso de delaminación litosférica, según el modelo más antiguo y popular.
Actividad bloqueada
Pero este científico francés afirma que recientes análisis tomográficos realizados por su equipo apoyan la hipótesis de un proceso de subducción bajo en el Estrecho de Gibraltar en dirección este. Las imágenes obtenidas muestran material frío y denso descendiendo desde la superficie hasta 700 kilómetros de profundidad. Además, la química de los volcanes del Mar de Alborán muestra que surgieron hace más de cinco millones de años de forma semejante a la cadena de islas del Pacífico.
La principal cuestión que plantea este investigador en la revista «Science» es la posibilidad de que ese sistema de subducción esté todavía activo y exista riesgo sísmico a largo plazo. En su opinión, se disponen de evidencias sobre la persistencia de actividad, tras la identificación y análisis de numerosos volcanes activos en el Golfo de Cádiz, así como de sedimentos marinos que sólo tienen miles de años de antigüedad. En las conclusiones de su artículo, Marc-André Gutscher sostiene que este proceso activo de subducción al sur de la Península Ibérica pudo haber producido el gran terremoto de Lisboa hace 250 años y puede generar a largo plazo terremos de intensidades semejantes. El investigador francés reconoce que no se han registrado con instrumentos sismológicos ningún seísmo que avale la existencia de un proceso activo de subducción. No obstante, matiza que esa observación podría explicarse si la la falla potencialmente generadora de seísmos está bloqueada. Según Gutscher, un escenario geológico similar se da en otras partes del mundo, como Nankai (Japón) y Cascadia (frente a las costas de Canadá y Estados Unidos en el Pacífico). Ambas regiones tienen en común una actividad sísmica bloqueada, que se rompe con grandes terremos cada 100 a 1.000 años.
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