El riesgo del misil antisatélite: Rusia dispara con bala en el espacio

La destrucción de un satélite soviético con un misil produjo proyectiles tan grandes como para agujerear la Estación Espacial Internacional (ISS). La acción descontrolada pone de manifiesto la necesidad de actuar contra la basura espacial

La Estación Espacial Internacional (ISS) Reuters

Rusia puso en serio peligro el pasado lunes a los siete tripulantes de la Estación Espacial Internacional (ISS) tras destruir un satélite propio en una prueba con un misil, un ensayo que fue tachado de «irresponsable» por Estados Unidos. El impacto provocó que el obsoleto ... artefacto soviético estallara en unos 1.500 pedazos de un tamaño superior a tres centímetros y varias decenas de miles más pequeños. Los escombros más grandes, proyectados a gran velocidad, habrían sido capaces de agujerear el laboratorio orbital, situado a unos 400 km sobre la superficie terrestre, solo unos 80 km por debajo de donde estalló el satélite. Los astronautas se vieron obligados a pasar dos horas refugiados en dos naves acopladas por si debían escapar. Pero el riesgo no ha terminado. Incluso las partículas más diminutas, de apenas milímetros, pueden causar serios daños, especialmente en los satélites de observación terrestre y comunicaciones en órbita próxima a la Tierra, como la nueva miríada lanzada por Elon Musk.

Alberto Águeda, coordinador de Programas de Vigilancia Espacial de GMV, y su equipo han simulado las consecuencias del impacto contra el satélite ruso. Sus conclusiones son similares a las de otros grupos internacionales: un estallido de más de 1.600 fragmentos de un tamaño superior a tres centímetros y varias decenas de miles más diminutos. Si uno de los trozos más grandes hubiera impactado en la ISS, «habría hecho una perforación; y si los astronautas hubieran estado en ese módulo, las consecuencias habrían sido gravísimas. Por ese motivo, se activaron los protocolos de seguridad y se les introdujo en las cápsulas de rescate, las mismas con las que viajan a la estación espacial», explica.

Según Águeda, alguna de la fracciones incluso pudo superar el metro de longitud. Algo de ese tamaño puede dar lugar a lo que se llama una «colisión catastrófica». Si esto ocurre, «se crea una nueva nube de fragmentos que, a su vez, puede chocar con otros objetos en una reacción en cadena al estilo de la película 'Gravity' ».

Tampoco se deben subestimar los fragmentos diminutos. «Se cruzan a 14 km por segundo y son como balas que pueden perforar un satélite e inutilizarlo», apunta el ingeniero. Esa nube de chatarra se dispersó entre los 300 y los 800 km de altitud, una zona densamente ocupada, en la que se encuentra no solo la estación espacial sino también satélites de observación de la Tierra -que se utilizan, por ejemplo, para monitorizar la erupción del volcán de La Palma, como el sistema Copernicus europeo- y muchos de los nuevos satélites de comunicaciones. Entre ellos, el nuevo proyecto Kuiper de Amazon o la ambiciosa megaconstelación Starlink de Elon Musk para transmitir internet. Los satélites de SpaceX tienen un sistema de evasión automatizado que los pone fuera de peligro cuando detecta que hay cerca una gran pieza de escombros. Pero ese sistema se basa en datos del Comando Espacial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, que rastrea los objetos más grandes desde el suelo. Y los nuevos aún no están clasificados.

Por fortuna, los satélites de navegación como los GPS americanos, los Glonass rusos o los Galileo europeos, no corren peligro, ya que orbitan mucho más arriba, a unos 20.000 km de altitud. Lo mismo sucede con los grandes satélites de comunicación, a los que apuntan de manera fija nuestras antenas parabólicas en tierra, que orbitan a 36.000 km.

Quema en la atmósfera

Estos fragmentos bajarán poco a poco por el efecto de la propia fricción con la atmósfera y acabarán reentrando de vuelta a nuestro planeta. «Que esta basura espacial entre en la atmósfera de la Tierra no es un problema tan serio para nosotros. Sería muy raro que caiga un fragmento sobre alguien. Al revés, el verdadero problema es que se quede sin control ahí arriba. En este sentido, este evento es muy desafortunado, por no decir bastante irresponsable. Ya hay suficiente basura espacial como para, además, generarla de manera deliberada», dice el experto.

Con su acción «imprudente e irresponsable», como han coincidido en calificarla distintos países, Rusia ha aumentado el catálogo de residuos espaciales. Las redes de vigilancia tienen identificados 29.600 objetos de un tamaño superior a 10 cm que se mueven a su antojo (las cifras están actualizadas el 9 de noviembre, antes del lanzamiento del misil ruso). Pero la Oficina de Desechos Espaciales de la Agencia Espacial Europea (ESA) en ESOC, Darmstadt, Alemania, estima que hay alrededor de un millón que miden entre uno y diez centímetros que podrían provocar daños e incluso destruir otro satélite, y un enjambre de 330 millones que van de un milímetro a un centímetro.

La principal fuente de este gran número de objetos son las colisiones acontecidas en órbita entre satélites -la más destacable se produjo en 2009 entre un satélite de comunicaciones americano y un antiguo artefacto ruso a una altura de 790 km-, las explosiones de satélites (sobre todo antiguos o de últimas etapas de lanzadores) y los ensayos antisatélite. Porque ahora todas las miradas están puesta en Rusia, pero no es la primera vez que las potencias se ejercitan en la 'guerra en el espacio'. En 2007, China incrementó la basura espacial en un 15% en un ensayo antisatélite con un misil y muchos de esos fragmentos están todavía orbitando. EE.UU. realizó la misma prueba en 2008 y la India más recientemente en 2019, pero al situarlas a menor altitud los fragmentos entraron pronto en la atmósfera.

Pagar por el daño

Demasiada cacharrería a esquivar para la mayoría de los satélites de observación y los miles de nanoartefactos destinados a revolucionar las telecomunicaciones. El general del ejército estadounidense James Dickinson señaló que los escombros generados por el misil ruso «continuarán representando una amenaza para las actividades en el espacio exterior durante los próximos años, poniendo en riesgo los satélites y las misiones espaciales, además de forzar más maniobras para evitar colisiones».

A pesar del problema causado, Rusia quizás se vaya de rositas. «Por desgracia, las grandes potencias pueden añadir desechos a voluntad porque no hay ninguna normativa que se lo impida. Tanto Rusia como EE.UU., Francia, y Reino Unido se han opuesto durante años en la ONU a que se regule el tema de los desechos espaciales de forma vinculante, con sanciones previstas para los infractores», explica Rafael Moro, profesor de Derecho internacional en la Universidad Internacional de Florida (EE.UU.) y miembro de la junta directiva de la Asociación Española de Derecho Aéreo y Espacial (AEDAE). Lo único que existe a día de hoy son unas recomendaciones no vinculantes de COPUOS, el organismo de la ONU que regula las actividades espaciales.

«Lo único que contempla la legislación (Tratado del Espacio, Convenio sobre Responsabilidad por Daños) es que si por una negligencia en el espacio se produce algún daño a los satélites o naves espaciales de otros estados, entonces surge una obligación internacional de compensar esos daños. Si en los próximos días o meses se produce algún choque de basura espacial con un satélite activo o con la ISS, Rusia podría verse obligada a pagar los daños causados», puntualiza. Moro coincide con Águeda: «Vivimos en un mundo que cada vez se parece más a la película 'Gravity'.

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