El perturbador comportamiento del alcaudón, el ave que 'empala' a sus presas a lo Vlad Tepes Drácula
Este pájaro caza a su presa y la deja caer sobre las puntas del espino
Alcaudón real
Seguramente si hiciéramos una breve encuesta sobre los depredadores más sádicos y con peor 'fama' del reino animal, muchos posicionarían en un lugar destacado a la orca y a la mantis religiosa . A la orca porque tiene fama de enseñarse con las ... focas y lobos marinos, y a la mantis religiosa por su afición al canibalismo sexual. Es sabido que la hembra de este insecto, con frecuencia, se come al macho durante la cópula.
Muy posiblemente quedarían en el rincón de los olvidados los alcaudones ( Lanius sp ), unos pájaros de pequeño tamaño y fácilmente reconocibles por presentar una franja oscura situada a la altura de los ojos, a modo de antifaz.
Un hábil cazador bajo una delicada apariencia
Si en uno de nuestros paseos por los bosques o montañas descubrimos insectos o lagartijas ensartadas en los espinos o en las alambradas, podemos sospechar que algún alcaudón no anda muy lejos.
Estas aves paseriformes y migratorias forman una familia con más de treinta especies, la mayoría viven en Eurasia y África, y dos de ellas –el alcaudón americano y el norteño- en Norteamérica.
Detrás de sus cantos y apariencia delicada se esconde uno de los cazadores más espectaculares de la naturaleza, capaz de dar caza a animales con un peso superior al suyo.
Si los observamos con detalle descubriremos que su pico es ganchudo, ni curvo ni fuerte como el de las aves de presa, y que sus patas son frágiles, similares a las del mirlo. En otras palabras, el alcaudón carece de las patas recias y del pico curvado, las dos armas más potentes con las que naturaleza ha dotado a las aves depredadoras. Es justo por este motivo por el que los alcaudones tienen que recurrir a otras estrategias para dar muerte a sus presas.
Comportamiento sanguinario
Entre los botines gastronómicos de estas aves, también conocidas como 'verdugos', se encuentran los escarabajos, los saltamontes, las lagartijas y algunos mamíferos de pequeño tamaño, como los ratones de campo. Una vez que ha capturado a su presa la agarra fuertemente y emprende el vuelo con ella hasta llegar a un espino , en donde la deja caer para que su cuerpo sea empalado por efecto de la gravedad.
Una cruel y perturbadora acción, más propia de Vlad Tepes Drácula , que le permite, en un segundo tiempo, despedazar la carne a su antojo y disponer de una despensa a la cual poder regresar.
El acto de ensartar a sus presas tiene también una función protectora, ya que uno de sus alimentos predilectos es un tipo de saltamontes venenoso, cuyas toxinas tardan unos días en degradarse. Al dejar empalado y 'en barbecho' al saltamontes el alcaudón disminuye los riesgos de ser emponzoñado.
El espino también cumple otra función importante, la de atalaya de caza, ya que le permite otear y buscar una nueva víctima. Quizás desde allí pueda descubrir a algún distraído alacrán, un escorpión con el cual pocos pájaros se atreven, pero al que el alcaudón no hace ascos. Cuando se lanza sobre él lo hace siguiendo un plan perfectamente pergeñado, partiéndole en primer lugar la cola, para evitar que pueda inyectarle su mortal veneno .
La necesidad les vuelve carroñeros
Los dos elementos críticos para la supervivencia de las aves migratorias son la disponibilidad de grasa corporal y la masa muscular. El desgaste energético que conlleva cruzar el desierto del Sáhara deja a algunas aves verdaderamente exhaustas y el alcaudón no es una excepción.
Es precisamente esta situación de desamparo la que le provoca cambiar sus gustos gastronómicos , por un tiempo deja de ser mayoritariamente insectívoro y se torna carroñero, buscando una fuente mayor de proteínas, y no dudando en atacar a otros pájaros migratorios que se encuentra a su paso.
Su modus operandi se basa en la velocidad, los alcaudones se lanzan como un verdadero ciclón sobre sus desamparadas y extenuadas presas y, de forma tan rápida como inesperada , insertan su pico entre las vértebras de su cuello, provocándoles la muerte inmediata.
El colirrojo real, la curruca carrasqueña, el papamoscas gris, el zarcero políglota y los mosquiteros papialbo e ibérico figuran entre los improvisados menús de los alcaudones, los cuales bien podrían recibir el título de Hannibal Lecter de las aves.
Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.