Hazte premium Hazte premium

El lek, uno de los más fascinantes cortejos del reino animal

Las avutardas tienen una de las estrategias de apareamiento más efectivas desde el punto de vista energético

Adobe Stock

Pedro Gargantilla

Uno de los aspectos más singulares de la biología evolutiva de las aves son sus estrategias de apareamiento, las cuales tienen la finalidad de encontrar la pareja más idónea con la que poder intercambiar su material genético. A pesar de que la monogamia es el sistema más frecuente en estos animales hay casos de poliginia, en los que un macho se aparea con varias hembras.

A este sistema recurre, por ejemplo, la más voluminosa de nuestras aves voladoras, la avutarda común ( Otis tarda ), una especie en la que los machos pueden llegar a alcanzar los quince kilos de peso, lo cual supone un auténtico desafío a las leyes de la gravedad.

La avutarda es un ave esteparia de gran dimorfismo sexual , hasta el punto que los machos casi triplican en peso a las hembras. Cuando llega la época de apareamiento los machos se reúnen en unas zonas muy definidas en las que llevan a cabo las paradas nupciales. Allí tiene lugar una especie de rueda de reconocimiento en la que realizan un aparatoso cortejo con el que pretenden impresionar a las hembras y al que los científicos han denominado lek .

Etimológicamente procede del sueco lek, que significa “actividades lúdicas, placenteras o poco regladas”, pero que también se podría traducir por “arena” o “sitio de combate” , un lugar toponímico en donde una agrupación de machos competirá por el favor de las hembras.

Son ellas las que eligen

Los machos más llamativos, los que están dotados mejor genéticamente, se colocarán en el centro del lek, mientras que los de menor rango, los segundones, ocuparán la periferia. Las hembras observarán con detalle la disposición e intentarán aparearse con aquellos que están situados en el centro.

Todos los años, a finales del invierno, los leks congregan a un grupo numeroso de machos y hembras, ya que es un escenario idóneo para maximizar la posibilidad de éxito reproductivo y minimizar el riesgo de ser atacados por depredadores. Se ha observado que la fidelidad a estos lugares es elevadísima, rozando el 94% en el caso de las hembras y que llegan hasta el 84% para los machos.

Allí los machos se contornean, mostrando su plumaje blanco ventral que cumple la función de señalización, y realizan carreras, persecuciones, intimidaciones y enfrentamientos ritualizados con otros machos, que a veces se prolongan durante más de una hora.

Se autopozoñan para estar más bellos

Algunos machos acuden a la cita “dopados”, al menos así lo han confirmado los estudios científicos. En ellos los investigadores han demostrado la existencia de una “automedicación” previa a la parada nupcial con insectos tóxicos para su organismo.

Consumen determinadas especies de coleópteros ( Berberomeloe majalis y Physomeloe corallifer ) los cuales tienen una elevada cantidad cantaridina, una ponzoña que es evitada por la mayoría de las aves debido a que podría causarles la muerte, un riesgo que compensa a los machos de avutarda ya que desparasita su cuerpo y les hace parecer más sanos y fuertes ante la escrutadora mirada de las hembras.

Una vez elegidas las parejas, las cópulas se producen mayoritariamente en abril, siendo en el mes siguiente cuando tiene lugar la incubación de los huevos. Poco a poco las hembras fecundadas se retiran a los lugares de nidificación, en donde aprovechan la cobertura de la siembra para pasar desapercibidas.

Suelen colocar los huevos en una ligera depresión que practican en las zonas de cultivo o barbecho, teniendo una especial inclinación por los lugares que habían elegido para nidificar con anterioridad.

Sistemáticamente los machos se desentienden de la incubación y de la cría de los vástagos, dejando que sea la desvalida hembra la que haga frente a esta tarea. Los pollos comenzaran a dar sus primeros pasos a las pocas horas de nacer y su alimentación será eminentemente insectívora durante los primeros meses, mudándose en vegetariana con la llegada del frío otoñal.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación