Tribuna
Las matemáticas: el lenguaje de la ciencia
La Real Sociedad Matemática Española pide en un escrito al Congreso de los Diputados que la Ley garantice la obligatoriedad de estudiar matemáticas en los bachilleratos de Ciencias y Tecnología y de Ciencias Sociales
Luis J. Rodríguez-Muñiz
Si hay una característica reaccionaria en la educación en España, que ha continuado en el tiempo convirtiéndonos en un caso singular entre los países más avanzados de Europa, es la perpetuación en el Bachillerato de una división entre “ciencias” y “letras” como dos realidades opuestas. ... Esta división, consolidada por la reforma franquista de 1953, pero heredera de un secular desprecio por la ciencia ya señalado por Ramón y Cajal, ha servido para crear y alimentar varios falsos paradigmas: la identificación de la cultura con las letras (y la consiguiente exclusión de las ciencias del ámbito cultural), la justificación de la ignorancia científica (y, especialmente, matemática) entre quien se identifique como “de letras”, y la forzosa elección entre ciencias y letras, tan dolorosa para muchos como aquella otra (confío en que ya olvidada) de preguntar si quieres más a tu padre o a tu madre.
Además de estas consecuencias, la división y su asunción tanto social como administrativa tiene otra implicación que sería impensable en Francia, Portugal, Italia o Alemania: que cada vez que se pone sobre la mesa una reforma educativa sea necesario reivindicar el papel básico e instrumental de las matemáticas como lenguaje del que se sirven las ciencias experimentales y de la salud, las ciencias sociales y la ingeniería y tecnología.
Sin necesidad de remontarnos más atrás, el extinto BUP ya perpetuaba esta división ciencias-letras en su último y tercer curso, y el COU identificaba una opción científica llamada “biosanitaria” en la que no era necesario estudiar matemáticas. La actual situación derivada de la pandemia de la COVID-19 está, lamentablemente, ilustrando día a día la necesidad de una sólida formación matemática en todos los profesionales de la salud y, especialmente, entre los epidemiólogos, que deben interpretar modelos matemáticos complejos para la evolución de los contagios, estimar probabilidades de contagio a partir de información estadística o definir regiones de aislamiento con la información sobre conectividad social de la población que las habita.
La LOGSE (1990) modificó ligeramente el panorama, pero continuó existiendo esa modalidad sanitaria que permitía excluir las matemáticas, que sí eran obligatorias en la otra modalidad científica (llamada tecnológica) y en la de ciencias sociales, sin incluirlas ni artes ni en humanidades. Con la LOE (2006) desaparecieron las materias obligatorias dentro cada modalidad, pudiendo los centros educativos configurar distintos itinerarios. Con esta situación, en algunos centros (sobre todo aquellos con una cantidad grande de alumnado), se dio la situación de que se podía obtener el título de bachiller en la modalidad de Ciencias y Tecnología o en la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales sin haber estudiado matemáticas en ninguno de los dos cursos de Bachillerato. Una parte de estos estudiantes recaló en estudios universitarios que requieren de un conocimiento matemático superior al logrado hasta 4º de la ESO: la consecuencia habitual fue un fracaso casi seguro en las asignaturas que o bien eran propiamente de matemáticas o bien utilizaban las matemáticas de modo instrumental.
La LOMCE (2013) introdujo un cambio al respecto, y desde entonces todos los titulados en el Bachillerato de Ciencias deben estudiar matemáticas como materia obligatoria, y, dentro del Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales, se identifica un itinerario de Ciencias Sociales en el cual es obligatorio estudiar matemáticas (aplicadas a las ciencias sociales, en ese caso). Si bien la obligatoriedad en el bachillerato científico fue ampliamente aceptada, de nuevo la singularidad española llevó a que en el caso de Ciencias Sociales fuera necesaria una autoenmienda en el Senado del grupo popular, que sostenía al gobierno, amparada por una oposición que se abstuvo para no impedir que se corrigiese la propuesta inicial. En palabras del entonces senador socialista (y anterior presidente del Principado de Asturias) Vicente Álvarez Areces: “Estamos en contra de la ley, pero consideramos que relegar las Matemáticas suponía un atropello para miles de personas que se iban a ver gravemente perjudicadas”.
Es curioso que, siete años después, tengamos que estar planteando, de nuevo, la necesidad de que la Ley recoja la obligatoriedad de estudiar matemáticas no solo para el bachillerato de Ciencias Sociales sino, también para el de Ciencias y Tecnología.
Esto sucede porque el Proyecto de Ley Orgánica que modifica la LOE (LOMLOE), elimina de su redacción los artículos que garantizaban en la LOMCE dicha obligatoriedad, dejando la configuración de las asignaturas de modalidad (y, en su caso, su hipotética obligatoriedad) para un futuro Real Decreto. La Real Sociedad Matemática Española, tras no haber obtenido una respuesta del Gobierno, ha elevado un escrito a los portavoces de los grupos parlamentarios en la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados en el que se solicita que se enmiende la redacción de la LOMLOE para que la Ley garantice la obligatoriedad de estudiar matemáticas en los bachilleratos de Ciencias y Tecnología y de Ciencias Sociales. Este escrito está amparado por el Comité Español de Matemáticas (CEMat) y respaldado por 26 entidades académicas, científicas y profesionales, de todos los ámbitos de conocimiento para los que las matemáticas suponen el lenguaje imprescindible en el que se desarrolla su disciplina. Ni es un problema corporativo, ni es una petición exclusiva de los matemáticos; es más, ni siquiera se está planteando que las matemáticas se estudien en los bachilleratos de artes y de humanidades (aunque, como se señaló anteriormente, habría argumentos para justificarlo, como sí sucede en los países de nuestro entorno). Solamente se pide que España no sea la excepción en la que se pueda titular por Ciencias o Ciencias Sociales un estudiante de bachillerato que no ha cursado matemáticas.
Desde el Gobierno se respondió, inicialmente, que se ponía el foco sobre el posible fracaso académico de estos estudiantes cuando lleguen a la universidad, pero que no todos los bachilleres inician estudios universitarios. Si bien es cierto que la mayoría sí los inician (lo cual ya debería preocuparnos, por la ineficiencia de un sistema educativo que los llevaría a un fracaso académico casi seguro), no es menos cierto que ese argumento va en contra de la Formación Profesional de Grado Superior, puesto que transmite la idea (errónea) de que los futuros profesionales de familias con una altísima demanda de personal formado como, por ejemplo, Administración y Gestión, Comercio y Márketing, Edificación y Obra Civil, Electricidad y Electrónica, Energía y Agua, Informática y Comunicaciones o Sanidad, pueden adquirir las competencias necesarias para esas profesiones con unas matemáticas aparcadas desde 4º de la ESO. No parece que las empresas de los sectores mencionados piensen lo mismo, cuando cada vez es mayor la demanda de cualificación matemática para enfrentar con éxito los retos de las denominadas sociedad digital y cuarta revolución industrial.
Posteriormente, reconociendo, como sostenía la RSME, que la Ley no garantiza la obligatoriedad de estudiar matemáticas en Ciencias y Cc. Sociales, el Ministerio expresó su intención de esta que quede fijada en un Real Decreto posterior a la aprobación de la LOMLOE. Ante esta situación, nos preguntamos: si el Gobierno comparte los argumentos de la RSME, el CEMat y las entidades que respaldan nuestra petición respecto a la obligatoriedad de las matemáticas, ¿por qué escudarse en técnica legislativa para que la Ley no reconozca ya esa obligatoriedad? ¿Por qué la misma Ley que fija la obligatoriedad de que todos los estudiantes cursen Lengua castellana, Lengua extranjera, Filosofía o Historia de España (lo cual aplaudimos) no puede determinar que nadie se titule en un Bachillerato de Ciencias o de Ciencias Sociales sin haber estudiado matemáticas? Lamentablemente, no hemos encontrado argumentos sólidos para no incluir en la Ley aquello en lo que, parece, estamos de acuerdo tanto las entidades como el Gobierno. Se ha argüido que un Real Decreto es menos rígido y se puede modificar con más facilidad, pero, de nuevo, ¿es que alguien en el Gobierno se está planteando que en algún momento la ciencia involucione y no sea necesario estudiar matemáticas?
¿Alguien cree que, pasados unos años, será posible entender los modelos macro o microeconómicos sin haber estudiado cálculo diferencial? ¿Se piensa que es posible formar profesionales en el ámbito del big data que no conozcan el cálculo matricial?
¿Es que se puede defender que, en unos años, no será necesario que los médicos sepan extraer conclusiones y respaldar o rechazar hipótesis a partir de datos clínicos? ¿O que no necesitaremos maestros y maestras formados en matemáticas que, a su vez, formen bien a nuestros hijos e hijas en esa materia? O, en fin, ¿qué cambios tendrían que darse para que las matemáticas dejen de ser el lenguaje en el que las ciencias experimentales, las ingenierías, las ciencias sociales o la de la salud se desenvuelven y se desarrollan?
No imaginamos que España sea, de nuevo, una excepción y por eso reiteramos la necesidad de que la Ley garantice lo que la ciencia respalda.
Luis J. Rodríguez-Muñiz Presidente de la Comisión de Educación y miembro de la Junta de Gobierno de la Real Sociedad Matemática Española; Profesor de la Universidad de Oviedo
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