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¿A qué huele el universo?

El espacio, lejos de ser inodoro, desprende sus propios aromas, algunos de los cuales tienen ciertas similitudes con olores terrestres

NASA

Pedro Gargantilla

El universo es un lugar misterioso y lleno de curiosidades que no dejará de sorprendernos. Seguramente que más de uno se habrá preguntado si el cosmos tiene algún aroma especial.

Alguien podría pensar a priori que estará lleno de aromas embriagantes, que quizás recuerde a rosas intergalácticas o, incluso, a frambuesas espaciales, pero la realidad es muy diferente.

El universo desprende un efluvio pestilente.

Desde el año 1972, momento en el cual se detectaron sulfuro de hidrógeno y carbonilo en una nube molecular en el centro de la Vía Láctea, sabemos que el universo no es el sitio más apropiado para los que presumen de tener receptores olfativos sensibles, ya que el olor que predomina por esos lares es una mezcla entre huevos podridos y estiércol .

El universo está anegado, además, en productos derivados de la combustión de cometas y meteoritos, los cuales están formados básicamente por hidrocarburos policíclicos aromáticos.

Estos compuestos, a pesar de su sugerente nombre, generan una fragancia que recuerda bastante a una mezcla entre el diésel y una barbacoa.

Aroma intergaláctico similar al ron

En nubes moleculares de las constelaciones Orión y Magallanes se detectó amoniaco en elevada concentración, el cual despide un hedor similar al que desprende el pescado en descomposición o la orina de los perros .

A estas sustancias tendríamos que añadir otros componentes químicos como la fosfina o el cianuro de hidrógeno, que generan un olor semejante al ajo y a las almendras amargas, respectivamente.

A pesar de que la tónica dominante es un efluvio pestilente, es cierto que en algunos lugares podemos encontrar olores más agradables. Así sucede con la estrella IRAS 16293-2422 en donde se encontró glicoaldehido, que en ciertas condiciones puede desprender un aroma que nos recuerda al azúcar .

Más sugerente aún es la nebulosa gigante Sagitario B en donde se ha descubierto formiato de etilo, un compuesto químico que desprende un olor parecido a las frambuesas y al ron .

Los satélites también huelen

Los planetas tienen sus perfumes propios, así por ejemplo, Venus, al tener una atmósfera compuesta por dióxido de azufre, desprende un olor semejante a los huevos podridos. Un hedor similar al que rodea a Urano, si bien en este caso es debido al sulfuro de hidrógeno mezclado con amoniaco y metano.

En el caso del planeta Neptuno, pasaría prácticamente desapercibido a nuestros receptores olfativos, ya que su atmósfera está compuesta principalmente por dos gases inodoros -hidrógeno y helio-.

Los astronautas que han tenido la fortuna de caminar por nuestro satélite regresaron al módulo con pequeñas cantidades de polvo lunar y la mayoría de ellos coinciden en afirmar que su olor recuerda al aroma inconfundible que queda en un campo de batalla, una mezcla entre cenizas y pólvora quemada.

En cuanto a Titán, la luna más grande de Saturno, la sonda Cassini fue capaz de detectar -en la neblina marrón que la envuelve- un componente previamente desconocido formado por moléculas que contienen carbono e hidrógeno.

En la Tierra hemos tratado de recrear esa atmósfera empleando nitrógeno y metano, a los cuales se han añadido benceno y nitrilos, el conjunto tiene las resonancias olfativas de las gasolineras terrestres.

En definitiva, parece que el universo no es el lugar más idóneo para los «flâneur» con olfatos exigentes.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación

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