Un gran estudio genético derriba el mito de que la cara es el espejo del alma
Los investigadores encontraron genes que dan forma a la cara y al cerebro, pero no predicen el comportamiento ni el riesgo de padecer una enfermedad neurológica

¿Puede el rostro desvelar el carácter? ¿ Predice la forma de la cara los bajos instintos de un asesino o la predisposición de alguien a desarrollar una enfermedad neurológica? La psicomorfología, considerada una pseudociencia, analiza los rasgos faciales para definir la personalidad del individuo ... e incluso anticipar sus comportamientos. Una auténtica patraña, según concluye un gran estudio con datos genéticos de 20.000 británicos.
Los investigadores identificaron 76 ubicaciones genéticas superpuestas que dan forma tanto a nuestra cara como a nuestro cerebro, pero no encontraron ninguna evidencia de que puedan predecir la conducta de una persona o el riesgo de padecer una patología como el alzhéimer. Lo cuentan en 'Nature Genetics'.
El equipo, dirigido por Peter Claes , de la Universidad Católica de Lovaina - KU Leuven (Bélgica), aplicó una metadología que ya había utilizado en el pasado para identificar genes que determinan la forma de nuestro rostro: «Analizamos imágenes en 3D de rostros y vinculamos varios puntos con información genética para encontrar correlaciones». De esta manera, los investigadores pudieron identificar varios genes que dan forma a nuestro rostro.
Para el estudio actual, el equipo se basó en estos conocimientos adquiridos previamente, así como en los datos disponibles en el Biobanco del Reino Unido, una base de datos a partir de la cual utilizaron los escáneres cerebrales de resonancia magnética y la información genética de 20.000 personas. «Para poder analizar las imágenes por resonancia magnética, tuvimos que medir los cerebros que se muestran en las imágene s. Nuestro enfoque específico estaba en las variaciones en la superficie externa plegada del cerebro, la típica 'forma de nuez'», explica Claes.
Luego, vincularon los datos de los análisis de imágenes con la información genética disponible. De esta manera, identificaron 472 ubicaciones genómicas que tienen un impacto en la forma de nuestro cerebro. De ellas, 351 eran hasta ahora desconocidas. Para su sorpresa, descubrieron que hasta 76 estaban vinculadas a la forma de la cara.
El equipo también encontró evidencias de que las señales genéticas que influyen tanto en el cerebro como en la forma de la cara se enriquecen en las regiones del genoma que regulan la actividad genética durante el desarrollo embrionario, ya sea en las células progenitoras faciales o en el cerebro en desarrollo. Esto tiene sentido, explica Joanna Wysocka, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, ya que el desarrollo del cerebro y la cara están coordinados. « Pero no esperábamos que esta conversación cruzada del desarrollo fuera tan compleja genéticamente y tuviera un impacto tan amplio en la variación humana», señala.
Poco ético y sin base científica
Pero quizás aún más significativo fue lo que los investigadores no encontraron. «Hallamos un vínculo genético claro entre la cara de alguien y la forma de su cerebro, pero esta superposición casi no tiene relación con los rasgos cognitivos conductuales de ese individuo», asegura Sahin Naqvi, también de Stanford y primer autor del estudio.
Lo que los investigadores observaron es que incluso con tecnologías avanzadas es imposible predecir el comportamiento de una persona en función de sus rasgos faciales. «Nuestros resultados confirman que no hay evidencia genética de un vínculo entre el rostro de un individuo y su comportamiento», insiste Peter Claes. «Por ejemplo, algunas personas afirman que pueden detectar tendencias agresivas en los rostros por medio de la inteligencia artificial. No sólo estos proyectos son completamente poco éticos, sino que también carecen de una base científica», afirma.
En su estudio, los autores también abordan brevemente afecciones como el alzhéimer, la esquizofrenia y el trastorno bipolar . Utilizando la información genética relacionada con esos trastornos publicada previamente por otros equipos, los autores identificaron una superposición relativamente grande entre las variantes genéticas que contribuyen a trastornos neuropsiquiátricos específicos y las que juegan un papel en la forma del cerebro, pero no en las que contribuyen al rostro. En otras palabras, para bien o para mal ni la cara es el espejo del alma ni llevamos escrito en nuestros rasgos el riesgo de desarrollar un trastorno neuropsiquiátrico.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete