Suscribete a
ABC Premium

La destrucción de las praderas de posidonia agravará los efectos del cambio climático

Bajo las aguas de la bahía de Port Lligat, en el parque natural del Cabo de Creus, en Gerona, se extiende una pradera de posidonia que está sirviendo a un equipo multidisciplinar de investigadores

Bajo las aguas de la bahía de Port Lligat, en el parque natural del Cabo de Creus, en Gerona, se extiende una pradera de posidonia que está sirviendo a un equipo multidisciplinar de investigadores como «zona piloto» para estudiar el almacenamiento de carbono en este macrófito marino.

Al igual que el mar en su conjunto es a la larga un absorbente de dióxido de carbono atmosférico (CO2), las praderas de posidonia oceánica podrían almacenar en el Mediterráneo hasta 25 millones de toneladas de carbono, lo que equivaldría a unos 90 millones de toneladas de CO2. Al menos ésta es la hipótesis que baraja un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que estos días trabaja en una campaña de muestreo de los depósitos de sedimentos milenarios que yacen bajo estas praderas en las aguas gerundenses.

Capacidad amortiguadora

El investigador Miguel Ángel Mateo, coordinador de la campaña, explica que unos 200 millones de toneladas de carbono de las emisiones anuales a la atmósfera (por la quema de combustibles fósiles y la deforestación) están siendo retenidos en la biosfera por algún elemento desconocido. Los sedimentos de posidonia oceánica podrían ser responsables de algo más del 12% de esa capacidad amortiguadora.

Para llegar a esta conclusión han sido necesarios muchos años de trabajo. Mateo cuenta -vía telefónica desde el barco donde llevan a cabo esta campaña con el ruido de fondo de los equipos de perforación- que a principios de los años 90, buceando en algunas praderas, se dio cuenta de que el suelo, que forma paredes altas, estaba erosionado, pero no sólo había arena sino que estaba mezclada con compuestos orgánicos, básicamente fibra de las vainas de la posidonia, «formando una especie de turba». En 1992, analizando estas «turberas marinas», vieron en primer lugar que «podían estar acumuladas de forma escalonada en el tiempo», de manera que su análisis permitiría reconstruir la historia ecológica y climática del ecosistema y, en segundo lugar, comprobaron que en un kilo de turba había 40 gramos de carbono.

Pero no fue hasta el año 2000 cuando gracias a un amigo geólogo que le cedió un equipo de perforación pudo realizar «las catas» en las paredes. «Sacamos un cilindro de 4,5 metros de espesor con muchas fibras de posidonia». Y a partir de ahí los cálculos son sencillos, explica, pues viendo cuánto carbono había en esa cantidad, sólo hay que trasladarlo a los 4,5 millones de hectáreas de posidonia que hay en el Medirráneo, de donde es endémica.

Registro histórico

Mateo explica que la reserva de carbono asociada a los sedimentos de estas praderas podría alcanzar los 2.800 millones de toneladas, lo que equivale a unos 11 años de emisiones de CO2 de la Europa occidental, o bien al 0,6 por ciento de todo el carbono orgánico acumulado en los suelos del planeta. Se trata de una verdadera «esponja de CO2», asegura Mateo.

Además, se hicieron dataciones de carbono 14 para comprobar que efectivamente esos «escalones» de turberas conforman un verdadero registro histórico.

Por eso, en el proyecto implicó a un químico orgánico, que estudiara por qué este organismo deja estos depósitos orgánicos durante miles de años; a microbiólogos y genéticos para conocer qué tipo de bacterias están descomponiendo tan lentamente estos depósitos; a geólogos y geofísicos, que idearan un sistema que permitiera ver sin necesidad de perforar utilizando técnicas de sísmica mediante sonido, y a una arqueobotánica, que a partir del polen, por ejemplo, que queda atrapado en el registro, está consiguiendo reconstruir no sólo el ecosistema costero sino también los terrestres adyacentes, a partir de los materiales arrastrados por las rieras.

En el proyecto, coordinado por el Centro de Estudios Avanzados de Blanes, en Gerona, participan otros cuatro institutos del CSIC. Para seguir estudiando estas praderas, hace unos días el Ministerio de Educación y Ciencia aprobó financiar el proyecto durante tres años más, lo que permitirá hacer perforaciones más profundas y ampliar la zona de estudio a otras zonas del Mediterráneo.

Crecimiento muy lento

Y es que conservar estas praderas se convierte en algo primordial, porque su pérdida significa no sólo que emitimos ese CO2 almacenado a la atmósfera sino que estamos perdiendo potencial captador, advierte Mateo. Aunque este investigador no es optimista, pues no cree que las praderas de posidonia puedan aumentar, sino siempre disminuir, ya que son muy sensibles a los cambios en la transparencia del agua, además de tener una tasa de crecimiento muy lenta. «Estamos perdiendo praderas desde su límite más profundo, miles de hectáreas cada año», alerta.

ABC

La posidonia oceánica llega a formar grandes praderas submarinas

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación