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Los continentes empezaron a moverse mucho antes de lo que se pensaba

La tectónica de placas pudo aparecer en la Tierra hace 4.000 millones de años, según investigadores de Harvard

Una sección transversal a través de la formación de la corteza hace aproximadamente 4.000 millones de año Alec Brenner, Universidad de Harvard
Judith de Jorge

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No hay suelo firme bajo nuestros pies. La corteza terrestre, una capa de apenas unas decenas de kilómetros, está dividida en fragmentos que flotan y se mueven continuamente sobre el manto, un inmenso océano de magma de miles de km. de espesor. Las placas chocan entre sí, se superponen unas a otras, se juntan, se separan y, de esa forma, modelan los continentes que hoy conocemos. Es lo que los científicos llaman tectónica de placas, un proceso sin el que cual la Tierra no sería la que es. Y seguramente la vida tampoco.

Sin embargo, esta maravilla no ha existido siempre. En un principio, los continentes estaban quietos. Cuándo comenzaron a moverse es algo que divide a los geólogos. Algunos teorizan que sucedió hace unos 1.000 millones de años, pero un equipo dirigido por investigadores de Harvard cree que este baile a escala planetaria comenzó mucho antes.

Los investigadores buscaron pistas en las rocas antiguas del cratón de Pilbara en Australia Occidental. El cratón es una de las piezas más antiguas de la corteza terrestre, gruesa y muy estable, que suele encontrarse en el medio de las placas tectónicas. Allí, encontraron una deriva latitudinal de aproximadamente 2,5 centímetros al año ocurrida hace 3.200 millones de años. Según explican en la revista «Science Advances» , esa es la primera prueba de que el movimiento de placas moderno se produjo hace entre 2.000 y 4.000 millones de años. Es más, esas evidencias indican que «la Tierra primitiva se parecía mucho más a la actual de lo que mucha gente piensa», defiende Alec Brenner, miembro del Laboratorio de Paleomagnética de Harvard y coautor del estudio.

El cratón de Pilbara se extiende alrededor de 482 km de ancho, cubriendo aproximadamente un área superior a Castilla y León. En 2017, los investigadores tomaron muestras de una porción llamada Honeyeater Basalt. Allí perforaron en las rocas y recolectaron muestras de núcleo. Después, las llevaron al laboratorio, donde las colocaron en magnetómetros y equipos de desmagnetización para conocer la historia magnética de la roca. De esta forma, supieron su antigüedad. Luego, el equipo usó sus datos y los de otros investigadores que han estudiado áreas cercanas, para conocer cómo las rocas cambiaron de un punto a otro. Encontraron una deriva de 2,5 centímetros al año.

Este trabajo difiere de la mayoría de los estudios porque los científicos se centraron en medir la posición de las rocas a lo largo del tiempo, mientras que otros trabajos tienden a centrarse en las estructuras químicas en las rocas que sugieren movimiento tectónico. Los investigadores utilizaron el novedoso Quantum Diamond Microscope para confirmar sus hallazgos. El microscopio, desarrollado por Harvard y el MIT, toma imágenes de los campos magnéticos y las partículas de una muestra.

Un mapa geológico del cratón de Pilbara. Los autores del estudio estudiaron muestras (en tonos verdes) que datan de hace 3.200 millones de años. Para la escala, la imagen tiene unos 500 kilómetros de ancho Alec Brenner, Harvard University. Map data from the Geological Survey of Western Australia

Aquí y en otros mundos

El equipo plane seguir analizando datos del cratón de Pilbara y otras muestras de todo el mundo en futuros experimentos. La tectónica de placas es clave para la evolución de la vida y el desarrollo del planeta. Hoy, la capa exterior de la Tierra consta de unos quince bloques rígidos de corteza. En ellos se sientan los continentes y océanos. El movimiento de estas placas dio forma a la ubicación de los continentes, ayudó a formar otros nuevos y creó formas de relieve únicas, como las cadenas montañosas. También expuso nuevas rocas a la atmósfera, lo que provocó reacciones químicas que estabilizaron la temperatura de la superficie del globo durante miles de millones de años. Y un clima estable es crucial para la evolución de la vida.

La tectónica de placas también puede ayudar a los científicos planetarios a comprender mundos más allá de este. «Actualmente, la Tierra es el único cuerpo planetario conocido que ha establecido sólidamente una tectónica de placas de cualquier tipo», señala Brenner. «Con suerte, comprender las fuerzas impulsoras de la tectónica de placas en la Tierra nos daría una idea de cómo puede producirse en otros mundos, especialmente teniendo en cuenta todos los vínculos entre la tectónica de placas, la evolución de la vida y la estabilización del clima», añade.

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