La ciencia que se esconde detrás del curling

Para darle mayor emoción, y aquí es donde entra en “juego” la ciencia, se puede controlar la trayectoria de la piedra –después de haber sido lanzada- barriendo el suelo de la pista con energía.

El nombre del deporte significa en castellano 'rizado' y hace referencia a la espiral que dibuja la piedra girando sobre sí misma tras ser lanzada. No todas las piedras sirven para este juego, las reglamentarias proceden exclusivamente de dos canteras que tienen un granito considerado por los expertos como idóneo. Una se encuentra en la isla escocesa de Ailsa Craig y la otra en el pueblo galés de Trefor.

Ailsa Craig es una isla situada entre Escocia e Irlanda que se formó como resultado de un cuello volcánico, es decir, a partir de una serie de bloques de rocas que se solidificaron dentro de la chimenea del volcán. Cuando éste desapareció la isla adoptó el aspecto de un molde invertido, lo cual le confiere una extraña apariencia vertical.

La piedra con la que se disputa los partidos de curling se obtiene a partir de una masa de magma que se abrió paso entre las formaciones que había previamente. Cuando el magma se enfrió se formó el granito, mientras que la roca circundante se erosionó. En el proceso de cristalización la roca volcánica desarrolló una superficie robusta y uniforme, que es el verdadero secreto de la piedra.

La base de la piedra, la que está en contacto con el hielo, se fabrica con una variedad azul, mientras que la central o de golpeo con un granito verde común.

Los jugadores que practican el curling llevan unos zapatos especiales, con dos tipos de suelas distintas, una lisa que les ayuda a deslizarse y otra rugosa con la que pueden frenar a su antojo. Además, portan una 'escoba' con la que barren la pista para que incremente la temperatura, el hielo se funda con mayor facilidad y se reduzca el rozamiento de la piedra, permitiendo controlar la dirección de la misma.

La superficie de las piedras no es plana, está ligeramente hundida hacia adentro, de forma que la superficie de contacto sea un anillo de pocos milímetros de grosor, que incrementa la presión sobre el hielo y disminuye la superficie de contacto. Su revestimiento no se astilla, no absorbe agua y permite que el comportamiento sea bastante predecible.

A medida que la piedra avanza, el hielo se funde, debido a la combinación del movimiento y de la presión, apareciendo una fina película de agua que reduce el rozamiento y que, además, se congela rápidamente en la parte trasera de la piedra.

Por último, hay que destacar que la pista sobre la que se desarrolla el juego es especial, no es una pista de patinaje convencional. Sobre ella se ha derramado agua pulverizada, lo cual hace que se congele y que se reduzca la superficie de contacto, de forma que el resultado final se asemeje bastante a una película de burbujas.

En fin, parece que etiquetar al curling de una simple 'petanca sobre hielo' es, como poco, bastante desacertado.

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.