El bacilo de Ebert, el enemigo inesperado de las tropas borbónicas en Cataluña

La microbiología ha conseguido desentrañar algunos episodios históricos y conocer la labor mercenaria de las bacterias

«El Corpus de Sangre», de Antoni Estruch (1907) Wikipedia

Pedro Gargantilla

El diagnóstico de ciertas epidemias a lo largo de la historia no está exento de revisión, por una parte, porque el diagnóstico médico no es apodíctico sino probabilístico y porque el concepto de enfermedad depende directamente del acto médico.

Por otra parte, la terminología empleada ha cambiado sustancialmente a lo largo de la Historia de la Medicina, lo cual puede provocar errores de bulto si la lectura no se realiza de forma adecuada.

Por ejemplo, antes del nacimiento de la microbiología se usaba el término 'peste' para referirnos a cualquier epidemia con elevada mortalidad en independencia de si estaba causada por la Yersinia pestis. Es más, el diccionario de la Real Academia Española define a día de hoy 'peste' como cualquier enfermedad que cause gran mortandad.

Un mercenario microscópico

En el siglo V a. C. de desarrolló una de las más devastadoras epidemias de la antigüedad, una enfermedad infecciosa que acabó con la tercera parte de la población ateniense y que ha pasado a los anales de la historia como la 'peste de Atenas'.

Esta epidemia terminó con la Edad de Oro de la polis, rompiendo el equilibrio que existía entre Atenas y Esparta, a favor de esta última.

Durante mucho tiempo se pensó que se trataba de una epidemia de peste. Sin embargo, hallazgos posteriores permitieron enfocar la luz de la etiología hacia otra bacteria, la Salmonella enteritis .

Este microorganismo fue descubierto en 1880 por el patólogo alemán Karl Josep Ebert, motivo por el cual durante mucho tiempo se conoció como bacilo de Ebert.

La de la península helénica no fue la única vez que el patógeno se inmiscuyó en los renglones de la historia. Fue también el responsable de una misteriosa enfermedad que se desató durante la conquista de México y que se conoció como 'cocoliztli', que en castellano podría traducirse por pestilencia o mal.

Según las crónicas más fiables acabó con la vida del 50-90% de los indígenas, favoreciendo enormemente la labor de las tropas españolas en tierras americanas.

Guerra de los Segadores

Tiempo después (1651) el bacilo de Ebert volvió a jugar un papel muy destacado en otra contienda, en este caso en una que tuvo lugar en suelo peninsular. Ese año las tropas de Felipe IV se establecieron en el municipio de Sant Martí de Provensals –a las puertas de la muralla de Barcelona– iniciando un asedio interminable a la ciudad condal.

El suceso tuvo lugar en el marco de la conocida Guerra de los Segadores , una denominación que hace relación a las armas que utilizaron los campesinos (hoces) para hacer frente a las tropas reales.

El campamento militar borbónico se estableció en una zona próxima al río Llobregat y, al parecer, los soldados aprovecharon las fuentes, pantanos y balsas cercanas para proveerse de agua potable, tanto para consumo como para las labores de higiene. Este fue precisamente el caldo de cultivo que hizo posible que, mientras los tambores tronaban amenazadores, el patógeno se cobrara de forma infatigable un reguero de vidas.

La verdadera historia no se ha podido desentrañar hasta el siglo XXI cuando se descubrió que algunos de los combatientes que reposaban en fosas poco profundas iban vestidos con el traje militar y con las botas puestas. Este hecho era verdaderamente inusual en la época, ya que las carencias del momento obligaban a reaprovechar las vestimentas.

En algún caso los investigadores llegaron incluso a encontrar monedas junto a los cuerpos, lo cual hacía sospechar que los enterradores habían tenido mucha prisa en deshacerse de los cadáveres. Algunos de los cuerpos yacían amontonados en fosas comunes y no mostraban heridas traumáticas, lo que hacía suponer que el fallecimiento había sido producido por causas ajenas a la contienda. Gracias al estudio de algunas piezas dentarias fue posible desenmascarar la presencia del bacilo de Ebert, el verdadero asesino.

Con estos ejemplos se pone de manifiesto que la enfermedad no es sólo una realidad biológica, sino una construcción humana que hay contextualizarla en un momento histórico concreto y en unas coordenadas socioculturales específicas.

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación

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