La gran familia de los europeos

Esta conclusión se manifiesta con claridad en los habitantes de los distintos países del Este y su influencia en Centroeuropa, atribuida a las migraciones de los pueblos eslavos a lo largo de regiones despobladas. Por contra Italia, Francia y en menor medida la Península Ibérica, comparten ancestros comunes identificados con las tribus germánicas de godos, visigodos y ostrogodos, desplazados en grupos reducidos a través de los territorios más poblados del Oeste.

El caso de España y Portugal, además de esta similitud con el resto de los países europeos, muestra la influencia de las migraciones árabe y judía, puesta de manifiesto en otros estudios genéticos anteriores. En aquellos análisis, se comprobó la actualidad de la pervivencia de genes judíos dominantes en la Península, a pesar de su expulsión a fines del siglo XV, prueba de que muchos de ellos se convirtieron y conservaron su residencia. Otro tanto sucede, aunque en menor medida, con la población de los moriscos perseguida a lo largo de todo el siglo XVI y hasta 1609.

En el estudio publicado en « Plos Biology », Peter Ralph y Graham Coop, de la Universidad de California, ponen de relevancia el caso de la península italiana. En contraste con el caso español, destacan sus diferencias en relación al conjunto de la familia europea, diferenciándose de ésta y sin encontrar puntos de convergencia hasta retroceder al menos 2,300 años en nuestra historia común. Este comportamiento podría reflejar su aislamiento en épocas pasadas, así como una larga y consolidada tradición de migraciones provenientes de otras latitudes mediterráneas.

«El cuadro general es que todos los europeos estamos emparentados y nosotros vamos buscando pequeñas diferencias entre regiones» asegura Graham Coop. «Es remarcable que mientras más cercanas se encuentran las poblaciones, más relacionadas genéticamente se encuentran entre sí», afirma. Para avanzar sus resultados, los investigadores se apoyan en las similitudes entre el genoma de primos que comparten abuelos comunes. El comportamiento lo extrapolan a poblaciones más numerosas y distantes en el espacio y el tiempo, permitiéndoles detectar la información genética compartida por los europeos. «Los estudios en Antropología Genética ayudan a encontrar respuestas, pero no cuentan toda la historia. La Arqueología o la Lingüística también ayudan a explicar cómo evolucionan las sociedades y su cultura», sentencia Coop.