¿Café para tres?

Inopinados compañeros de cama, Miguel Sebastián , la derecha extrema más castiza y los nacionalistas de Convergència coinciden en postular lo mismo, el final del café para todos. Desde muy antiguo es sabido, nada hay que ponga más de los nervios a un dirigente de CiU que la cafeína; al punto de que la menor alusión al café para todos suele privarlos del sueño durante semanas. No ha mucho, lo vino a refrendar tal que así el líder de Unió: "El debate que la sociedad española y los partidos políticos de ámbito estatal deberían atreverse a afrontar es si tiene sentido tener diecisiete autonomías". Todo un despropósito, según parece, el que los nativos de Lugo, Sevilla o Zamora no resulten ser menos que los de Gerona y los de Vic. Pero lo desconcertante es que esa patología crónica de nuestros nacionalistas antes moderados comience a extenderse ahora entre las filas del PSOE. Y es que Sebastián acaba de desenterrar, siete lustros después, aquella idea primera de los constituyentes, a saber, que las autonomías se reduzcan a las tres que algún ignaro bautizó "históricas".

Lo que yo no termino de ver es que el levantisco Junqueras vaya a abjurar de su separatismo por el hecho de que a la Región de Murcia se le retiren las competencias de pesca. O porque Extremadura y Aragón desaparezcan del mapa político de España. Bien al contrario, me temo que al unidimensional Junqueras le trae al pairo cuál sea o deje de ser el régimen administrativo por el que se rijan Asturias o La Rioja. En otro orden de perplejidades, sospecho que esa ocurrencia tan popular como populista, la de suprimir las quince autonomías "ahistóricas", tendría justo el efecto contrario al que presume su padre intelectual. Lejos de apaciguarla, encabritaría aún más a la comunión secesionista. Y ello por una razón simple, esas otras quince autonomías ejercen como quince contrapesos cotidianos a los afanes particularistas del catalanismo. Ay del día que nos falte el café.