Cuando Franco expropió la Falange
El historiador Joan Maria Thomàs revisa el mito de Manuel Hedilla en «El gran golpe»
sergi doria
La primavera de 1937 se resquebrajó la unidad interna en los dos bandos contendientes en la guerra civil. En abril Franco impone la Unificación de Falange Española con los carlistas, que pasa a denominarse Falange Española Tradicionalista y de las JONS. En la Barcelona republicana, ... los comunistas aplastan a anarquistas y trotskistas del POUM.
En la primera se impone una disciplina castrense bajo la férula del Caudillo, mientras que la zona republicana se resquebraja en facciones. Para muchos historiadores, una de las claves de la victoria franquista. Pero, ¿fue tan armoniosa la unificación de falangistas y tradicionalistas? La versión de Manuel Hedilla, el hombre que había de sustituir a José Antonio, nos habla de una Falange que se opuso a ser disuelta con el carlismo para quedar como coreografía de un Franco erigido en dictador absoluto. Nacía el mito de la Falange Auténtica.
Autor de tres libros imprescindibles sobre el falangismo –“Lo que fue la Falange”, “La Falange de Franco” y “Los fascismos españoles”- Joan Maria Thomàs aporta en “El gran golpe” matices al “mito Hedilla”. Tras acceder a los papeles de Franco en la Fundación homónima, consultar los archivos alemanes y la documentación del abogado defensor de Hedilla y de su secretario privado, José Antonio Serallach, el historiador cuestiona la imagen del Hedilla enemigo de la Unificación. De entre los líderes falangistas, explica, “Hedilla era el que contaba con más simpatías de Franco, aunque este no veía en él la categoría suficiente para ser el líder del Partido Único”.
Hedilla no puso reparos a la Unificación: “Reconocía que ese proceso era inevitable y consiguió que la Falange conservara su ideario en detrimento del carlismo”. Esa aquiescencia provocó las críticas de otros falangistas y los Primo de Rivera: le acusaron de haberse vendido a Franco. Hombre honesto, Hedilla las aceptó; fue entonces cuando se negó a aceptar el cargo que le asignaba el Caudillo”. De número dos del Régimen, pasó a ser detenido, procesado y condenado a muerte dos veces, sentencias conmutadas por la cárcel y el confinamiento.
Lo curioso, añade Thomàs, es que tras su arresto, el Grupo Primo de Rivera aceptó las condiciones de la Unificación que reprochaban a Hedilla: “Franco fue al máximo beneficiario de las trifulcas entre falangistas. Pilar Primo y Dionisio Ridruejo, a través de Serrano Suñer, iniciaron una negociación que llevó a la plena aceptación de la Unificación que habían rechazado anteriormente empujando a Hedilla al plante. Mientras ellos ocupaban cargos relevantes del “Nuevo Estado”, Hedilla quedó descolocado, perdido…” Quienes intercedieron por él, como el general Yagüe, fueron sancionados.
Tras su indulto en 1947, Hedilla quiso obtener una reparación. La edición con Maximiano García Venero del libro “Testimonio” cimentó el protagonismo del que se consideraba el auténtico heredero de José Antonio: aquella Falange auténtica que no se había querido doblegar ante Franco. Un mito, concluye Thomàs, “tan solo parcialmente cierto”.
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