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punto de fuga

Vuestros padres mintieron

Nuestros pequeños “yihadistas” de aquí andan en lo mismo, en el borrado administrativo de la gramática pagana de los infieles, a golpe de ordenanza municipal

josé garcía domínguez

Las pequeñas miserias de los hombres pequeños. El alcalde Trias acaba de ordenar que se prohíba fijar carteles cinematográficos en las calles si su grafía resultase ser castellana. Quesnay, que era médico, descubrió el flujo circular de la renta. Fleming, que era médico, descubrió la penicilina. Cajal, que era médico, descubrió las neuronas. Y Trias, que también es médico, descubrió que podía impedir que se colgara un póster de una farola si en él lucía algo escrito en español. “De cada cual según sus capacidades”, sentenció Marx en su día. Y las del alcalde Trias, qué le vamos a hacer, son las que son. Los “yihadistas” de Irak andan destruyendo el rastro escultórico del pasado herético a golpes de martillo pilón. Y nuestros pequeños “yihadistas” de aquí andan en lo mismo, en el borrado administrativo de la gramática pagana de los infieles, a golpe de ordenanza municipal. Cada loco con su tema. Los de allí están convencidos de que el único dios el Alá y Mohamed su profeta; y los nuestros, de que el catalán resulta ser la única lengua digna de pender de las farolas, siendo Trias el garante.

A mí, y por contraste, las pequeñas mezquindades hispanófobas de nuestro pequeño regidor me traen a la memoria la grandeza intelectual y moral de un independentista ya difunto: Francesc Vicens. Y es que Vicens fue hombre tan poco catalán – y español – que incurrió en pronunciar en público algo tan insólito como la verdad. Léase una confesión de parte, la suya, que debería figurar inscrita en todos los paneles y vallas publicitarias de Barcelona: “Yo era uno de los pocos estudiantes que hablaba en catalán. No es que la gente estuviera reprimida; es que se hablaba en español, que era la lengua de las personas cultas. Todo eso de la resistencia cultural es pura invención”. En su poema acaso más triste, escribe Kipling: “Nuestros padres mintieron: eso es todo”. Aquí, en cambio, jamás dejarán de mentir. Nunca.

Vuestros padres mintieron

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