Convergència

Convergència intenta desvincularse de Jordi Pujol. Misión imposible. Y es que Convergència nace, se desarrolla, existe y vive por obra y gracia del código político e ideológico –creencias, principios, símbolos, táctica, estrategia, pactos- diseñado por Jordi Pujol. Literalmente hablando, Jordi Pujol es el compositor –letra y música- de la mítica nacionalista: “nosotros somos un pueblo que tiene mil años de historia, una lengua, una cultura, una voluntad de ser lo que somos, una consciencia colectiva, unas tradiciones, una manera de ser, un espíritu propio, un sentido nacional”. Ese es el núcleo esencialista del discurso soberanista de hoy. Jordi Pujol es, también, el precursor de la práctica nacionalista que reivindica para Cataluña –formulación prematura del llamado “derecho a decidir”- el derecho a “coger un nuevo impulso para el futuro”. Y, hace unos meses, en sus memorias, Jordi Pujol remata la faena cuando reconoce que “no encuentra argumentos para llevar la contraria” a quienes “propugnan el independentismo”. A ello, añadan que Artur Mas –además de consejero en gobiernos pujolistas- se considera hijo espiritual de Jordi Pujol. Así las cosas, ¿cómo desvincularse del padre?

Se dirá que Jordi Pujol es una cosa y Convergència otra distinta. Pregunta: ¿acaso Convergència –además de construirse a imagen y semejanza de Jordi Pujol- no ha devenido, de facto, un Régimen que comparte ideas y principios? Se dirá que Jordi Pujol es un impostor que nada tiene que ver con Convergència. Pregunta: ¿cómo es posible que –durante veintitrés años de poder- nadie supiera ni dijera nada de dicha impostura? ¿Cómo es posible que la reacción ante el “caso Pujol” sea la de afirmar que se trata de un asunto “privado”? Así las cosas, la filosofía de la sospecha toma cuerpo y la desvinculación es imposible. De ahí, la anunciada refundación del partido. ¿Puede refundarse un partido con los mismos mimbres y personas? Y no hay que olvidar –ojo al dato- las sorpresas que pueda deparar el futuro.