La trampa de la carga mental: «No por hacer más cosas somos más válidas»
La psicóloga Beatriz Gil Bóveda explica lo que se esconde detrás de la fatiga emocional que generan las tareas invisibles tanto en el trabajo como en casa que se asumen en el día a día
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Algunos signos de la carga mental son la fatiga y el bajo estado de ánimo.
Olvidar un cumpleaños de alguien que te importa, pagar a destiempo una factura pendiente o caer tarde en la cuenta de que faltaste a una cita médica que llevabas meses esperando… La carga mental que supone llevar el peso del día a día y ... de todas esas tareas invisibles que se asumen casi de forma automática tanto en el trabajo como en casa puede tener como consecuencia esos olvidos o despistes, pero también pueden darse otros signos más preocupantes que influyen en la salud mental. «El cansancio, el bajo estado de ánimo, un patrón de sueño cambiante (con episodios de insomnio y somnolencia), irascibilidad, ganas frecuentes de llorar, la sensación de perder el control o los trastornos con la comida pueden ser algunos de los síntomas que indican que sufrimos una sobrecarga mental o fatiga emocional», revela la psicóloga Beatriz Gil Bóveda, psicóloga general sanitaria y CEO de Psique Cambio (@psique.cambio en Instagram). Y no sólo eso sino que, tal como añade, pueden llegar a darse episodios de distanciamiento o aislamiento social, lo que podría indicar que esa persona se encuentra en un estado depresivo o cercano a la depresión.
Puede ser algo que se viva especialmente en el trabajo, debido a turnos o dinámicas muy exigentes o con la familia o incluso en las relaciones personales, debido a determinadas situaciones que exijan una mayor dedicación, según apunta Gil Bóveda, pero lo que sí parecen ser rasgos comunes de las persona que lo sufren a menudo es que son perfeccionistas, autoexigentes y tienen una mentalidad especialmente orientada al futuro. «Cuando pensamos mucho en el futuro y nos olvidamos del presente podemos llegar a vivir mucha ansiedad porque son muchas las cosas que están por venir sobre las que no tenemos ningún control y esa incertidumbre sobre lo que está por venir nos genera mucha ansiedad», aclara. Se da la circunstancia, además, según refiere Gil Bóveda, que los signos de sobrecarga mental o fatiga emocional son más frecuentes en las mujeres que en los hombres pues es habitual que sean ellas las que asuman ese rol de planificadora diaria, tanto a nivel doméstico (hogar, necesidades, compra, arreglos…) como familiar (horarios, actividades, relación con padres/suegros, gestiones, médicos, facturas…) o incluso social (amigos, viajes, ocio…).
Tareas invisibles para los otros
Lo cierto es que muchas de estas tareas «son más de pensar que de hacer» y lo que sucede con esto es que se vuelven invisibles a los ojos de los otros (familia, compañeros de trabajo, pareja…) a pesar de que en nuestra cabeza y en nuestro día a día estén muy presentes y sean muy demandantes de energía, dedicación y tiempo. Muchas veces se quiere llegar a todo y además se quiere que todo salga bien. Pero, tal como recuerda Gil Bóveda, de lo que se trata no es de ser 'super woman' sino de ser feliz y potenciar todo aquello que mejore nuestra calidad de vida y nuestro bienestar: «No por hacer más cosas somos más válidas», revela. Por eso la psicóloga insiste en que es fundamental aliviar esta carga mental y para ello propone facilitarnos la vida siguiendo estas pautas:
1. Reconocer lo que está pasando y decidir que hay que resolver la situación. A menudo nos situamos en ese modo de «piloto automático» en el que dedicamos todo el tiempo a «hacer, hacer y a hacer» sin pararnos a pensar en si debemos y/o podemos hacerlo todo. «Debemos reconocer que no llegamos a todo y tener la autoconciencia suficiente para identificar cuáles son las preocupaciones que nos generan ansiedad», aconseja.
2. Compartir y delegar. Una vez que hemos identificado lo que nos genera ansiedad y que hemos reconocido que no podemos llegar a todo es el momento de pedir ayuda y delegar tareas pues, según revela Gil Bóveda, aprender a confiar y delegar las tareas es una de las acciones que más puede contribuir a aliviar esa sobrecarga mental.
3. Organizar y gestionar bien el tiempo. Ni todo es urgente ni todo es importante, así que será fundamental aprender a priorizar para liberarnos del ruido mental que nos bloquea y nos impide ser eficientes con nuestro tiempo. Una de las herramientas sencillas pero efectivas que propone la psicóloga es la elaboración de listas de tareas, pues eso nos permitirá identificar cuáles son las tareas sobre las que realmente debemos poner el foco y cuáles son secundarias. «Lo que no se apunta, no existe», propone la CEO de Psique Cambio. Y lo mismo sucede con la calendarización pues además de meter en la agenda o en la lista las tareas del día a día podemos aprender a ir situando en el calendario aquellas cosas que no son prioritarias y que podemos resolver más adelante.
4. Comunicación efectiva y asertiva, tanto en el trabajo como en casa. El objetivo de trabajar este tipo de comunicación es aprender a expresar de una forma calara cuáles son nuestras necesidades, pero también para poner límites, de modo que podamos definir claramente lo que necesitamos de los demás, pero también aquello a lo que no llegamos o aquello que no estamos dispuestos a asumir.
5. Cuidarse con hábitos saludables que incluyan actividad física y movimiento diario, alimentación saludable y descanso. Sobre este último punto la experta incide especialmente pues el descanso también incluye vaciar la agenda y liberarla para atender al disfrute personal o simplemente a «no hacer nada».
6. Vivir en el ahora y dejar de anticiparse. No es necesario tener previstas todas las posibilidades y prepararse para atender a todos los posibles frentes. Tal como recuerda la psicóloga, pensar excesivamente en el futuro y en lo que puede pasar no solo nos desconecta del presente sino que provoca ansiedad.
7. Ser más compasivos con nosotros mismos cuidando nuestro monólogo interno y bajando los niveles de autoexigencia. Ser menos rígidos y tomarse el tiempo necesario para hacer las cosas con poso, para decir «no» a aquello que no queremos asumir o para cuidarnos implica también ser cariñosos con nosotros mismos y autocompasivos.
Por último la experta invita a tener en mente otro mensaje que puede ser especialmente útil para esos perfiles perfeccionistas que viven a menudo los efectos de la carga mental: «Mejor hecho que perfecto». Así, la psicóloga explica que tal vez haya cosas que no se hagan con los «niveles de calidad» que cada uno tiene en su cabeza y también puede ser que a algunas personas les cueste delegar más o pedir ayuda por ese sentimiento de protección que tienen hacia sus allegados, pero en esos casos lo que puede funcionar es hacer lo que se pueda, como se pueda, y posponer aquello a lo que no se llega.