Sin pareja y sin ganas de tenerla: por qué la agamia es una tendencia creciente

Podría decirse, por tanto, que una persona soltera estaría practicando la agamia. Pero lo cierto es que eso no es del todo exacto pues lo más frecuente es que un soltero o soltera aspire, en líneas generales, a tener algún día una relación y que esa soltería sea un momento de transición. La auténtica agamia sería aquella que practica una persona que, además de no tener pareja (desde la concepción más clásica y tradicional de la palabra) no espere tenerla o no entienda la vida y las relaciones de ese modo tradicional. Por tanto, tal como explica la sexóloga de Diversual, Lucía Jiménez, alguien dentro de la agamia no tiene pareja y no las quiere tener. «Parten de la premisa de que tener parejas o vínculos románticos condiciona la expresión vital de la persona, modulando sus comportamientos en otros contextos y con otras personas», revela.

El orden de prioridades en una persona que se posiciona dentro de la agamia suele ser diferente al resto pues, en líneas generales, pasa por cuestionar un «sistema que ha sido creado para emparejarse», y también pasa por deconstruir el deseo de hacerlo. De hecho, a los practicantes de agamia no les cuadra ese anhelo de encontrar a esa persona o a esas personas con las que experimentar un vínculo único que, además, tenga características muy definidas como una conexión especial, compartir proyectos vitales, generar una intimidad propia, un lenguaje emocional o compartir (o no) un vínculo sexual.

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Sin embargo, tal como explica la sexóloga la capacidad de vincular y la necesidad de ella es algo intrínseco al ser humano por lo que la diferencia de la forma de relacionarse de las personas ágamas reside en que sus relaciones no se construirán en un paradigma romántico. «No se trata de aniquilar los vínculos, sino más bien de explorar cada una de las uniones personales que encontremos de manera libre y sin miedo a que colisionen entre sí», aclara.

Las relaciones sexuales y los sentimientos amorosos sí que forman parte de la vida de las personas ágamas y aunque no se niegan a relacionarse con otras personas, es cierto que «priman el desarrollo de la sexualidad individual, dando más espacio y relevancia al autoconocimiento sexual y al disfrute del propio cuerpo, ya sea con la masturbación con las manos, la experimentación con vibradores o con otros juguetes eróticos, y la posibilidad de compartirse físicamente desde el desarrollo previo de un disfrute individual«, precisa Jiménez.

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Lo que parece claro, según apunta Mónica Chang, experta en bienestar sexual de iroha, es que todas las estructuras de relaciones tienen matices diferentes y ninguna se parece a otra. «Una relación de agamia puede ser poliamorosa mientras que otra puede ser monógama. Una puede ser sexual mientras que otra puede ser no sexual. Lo que es clave para cualquier estructura de relación es la comunicación abierta para asegurar que se satisfagan las necesidades y los límites de cada pareja», destaca.

En lo que no creen los que practican la agamia y así lo suelen expresar y manifestar es en la institución del matrimonio y tampoco en la definición general de una familia tradicional es decir, la unión de un hombre que se casa con una mujer y que tienen uno o más hijos biológicos o adoptados, según recuerda la experta de Iroha.

Otro aspecto importante que destaca la sexóloga de Diversual sobre la agamia es la conciencia sobre la importancia de construir relaciones poniendo energía, tiempo y amor en ellas diversificando lo que uno esperaría recibir y dar en pareja para no caer en el aislamiento o en la soledad. En este sentido la experta apunta que en realidad puede llegar a ser complejo compaginar la vida adulta y tener ganas de invertir en tantas personas, cuando uno podría enfocar toda esa energía en una sola persona. En su opinión, las relaciones se establecen más desde el grupo, la tribu y desde el acto de compartir colectivamente.