Oda a las vacaciones imperfectas: cómo sobrevivir a los conflictos de verano
Las altas expectativas sobre cómo disfrutar el descanso veraniego lo convierten muchas veces en otra fuente de estrés y roces en el ámbito familiar
Ansiedad social en verano: cuando los planes te estresan más que te ilusionan
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Iniciar sesiónSe llega con tal ansia y estrés acumulado a las vacaciones que, para algunos ,ya es casi una tradición enfermar en cuanto comienzan. Los expertos insisten en la importancia de hacer una desconexión progresiva y evitar pasar de todo a nada de manera abrupta, pero ... lo más habitual es hacer jornadas previas maratonianas en las que se asumen tareas extra y se afronta un 'sprint' para dejar la menor cantidad de temas abiertos.
Todo eso pasa factura tanto al bienestar físico como al emocional. Al primero porque, según recuerda la psicóloga Beatriz Gil Bóveda, fundadora de Psique Cambio (@psique.cambio), tras esas semanas de exigencia continua el cuerpo encuentra una rendija para liberar lo que ha ido conteniendo y eso se puede traducir en molestias digestivas, cansancio, dolores musculares, malestar intestinal, resfriados, migrañas o incluso insomnio. Y al segundo pues las altas expectativas con respecto a este asueto hacen que, más que algo gratificante y reparador, se convierta en un interminable listado de obligaciones que acaban estresando aún más.
Por eso, como aconseja la psicóloga Ana Belén Medialdea (@anapsicologamadrid), autora de 'Las 5 estaciones de la autoestima' (Zenith), es importante bajar las expectativas para dejar de pensar que las vacaciones tienen que ser perfectas y productivas. «El descanso no es un premio, es una necesidad fisiológica y mental. No es para tachar listas, ni para hacer mil cosas; sino para desconectar del ruido, disfrutar sin culpa ni exigencias y recuperar el ritmo natural: dormir cuando el cuerpo lo pide, moverse de forma amable, comer con atención y volver a escucharse», advierte.
Asuntos pendientes
A la presión de las expectativas hay que sumar el aumento de fricciones que se suele dar en una convivencia intensa con la pareja o los familiares. Durante el resto del año se vive casi en modo automático: se cumplen horarios, se resuelve todo como se puede, se coincide menos tiempo en casa y se van 'apagando fuegos'. Pero una vez que se frena el ritmo pueden aflorar los asuntos pendientes, según explica la psicóloga Lara Ferreiro (@psicologa_laraferreiro), autora del libro '¡Ni un capullo más!' (Grijalbo) quien señala que el 52% de las familias reconoce tensiones intergeneracionales en este periodo, y que el 60% de las parejas discute en verano más que durante el resto del año, tal como confirman los datos del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA-CSIC).
Y no solo eso, sino que la tendencia al exceso de mitificación y romantización de ese tiempo juntos suele provocar esas frustraciones y decepciones que acaban aireando los problemas escondidos bajo la alfombra de la rutina.
Algunos de los focos de conflicto más frecuentes están relacionados con las diferencias en la actividad que se desea realizar (unos quieren hacer planes, otros descansar; unos playa, otros paseo por el monte); el reparto desigual de responsabilidades y carga mental (en este sentido, la balanza se inclina a menudo hacia el lado de las mujeres, que suelen llevar el peso de la organización y los preparativos); la escasez de espacios individuales y la necesidad de agradar y de obtener validación.
El primer punto, el de las distintas formas de plantear el descanso. es el que puede resultar más frustrante, pero también el más sencillo de resolver. Un ejemplo ilustrativo es el caso de una pareja a la que la que Gil Bóveda ayudó el verano pasado: ambos discutían a diario en la playa porque a él le apetecía hacer excursiones, pero ella prefería leer bajo la sombrilla y dormir siestas. El conflicto no venía del plan en sí, sino de la necesidad no expresada: él tenía la sensación de perder el tiempo y ella necesitaba recuperarse de semanas de estrés intenso. La solución que les propuso fue trabajar desde la validación mutua: ambos tenían razones legítimas, así que les planteó pactar días alternos de planes conjuntos y reservarse momentos individuales. «Lo importante fue desactivar la idea de vivir unas vacaciones perfectas y sustituirla por unas auténticas, que permitan a cada uno encontrar su espacio», revela.
Para el psicólogo Tomás Navarro (@tomasnavarropsi), autor de 'Tus líneas rojas' (Zenith) es fundamental programar momentos en soledad: «No hace falta hacer todo juntos. Elegir lo que le apetezca a cada uno no es una señal de debilidad, sino de fortaleza. Si se coacciona a la pareja, es probable que surja el conflicto», advierte. Igualmente aconseja reservar espacios y tiempos para descansar, siendo realista con el esfuerzo que supone. «Hay que ser flexibles y cambiar de plantes si el entorno, el clima, la afluencia de turistas o incluso el estado emocional auguran una mala experiencia. No pasa nada por cambiar sobre la marcha. Rectificar es de sabios», argumenta Navarro.
La familia del otro
Aunque sin duda el tipo de conflicto que se lleva la palma es el que se puede producir en torno a la relación con la familia política. No es lo mismo una visita puntual que compartir casa durante varios días, pues ahí pueden surgir tensiones ligadas a roles, límites y diferencias en la forma de convivir.
Algunas disputas habituales, según enumera Medialdea, son las relacionadas con las opiniones no solicitadas sobre la crianza de los hijos, la alimentación o las rutinas; el hecho de sentirse juzgado o poco respetado en las decisiones personales y la dificultad de la pareja para posicionarse o mediar.
Para minimizar el impacto que producen este tipo de situaciones, la psicóloga propone observar el conflicto como una oportunidad de revisión, no como un fracaso. Algunos consejos prácticos en este sentido son pactar previamente cómo actuará la pareja ante posibles tensiones, buscar momentos a solas para reconectar, sostener el criterio propio con amabilidad, evitar complacer a todos y recordar que poner límites no implica faltar al respeto.
Comparte esta opinión Gil Bóveda, quien invita a despersonalizar los roces, pues a veces el problema no apunta hacia alguien en concreto, sino a una historia familiar no resuelta que se ha reactivado. «Desde necesidades emocionales no atendidas hasta el deseo de reconocimiento, afecto o validación; pasando por la falta de habilidades emocionales. Cuando uno no sabe pedir, protesta y se queja expresándolo con irritación, silencios o distancias», argumenta. En estos casos lo que propone la experta de Psique Cambio es entender qué emociones hay debajo de este comportamiento y qué necesita uno realmente pues, tal como aclara, el conflicto no implica fracaso ni incompatibilidad, sino que existen necesidades no resueltas o mal expresadas.
Détox digital
También suele generar controversia la relación con el móvil de cada miembro de la familia durante el tiempo vacacional, pues la mayoría de las personas viven tan hiperconectadas que les cuesta desatender a las notificaciones. Y esto, según alerta Medialdea, impide que el sistema nervioso se desactive del todo. No hay descanso real sin un auténtico détox digital.
Algunas pautas útiles y realistas pasan por elegir tramos del día sin móvil y establecer horarios concretos y limitados para revisar redes o mensajes; avisar a familiares y amigos de que no se estará disponible, para bajar la exigencia de la respuesta, y poner el foco en lo que no requiera pantallas como caminar, mirar el mar o el paisaje, hacer deporte, escribir, leer o bailar. «No se trata de eliminar el móvil, sino de impedir que nos controle. El descanso digital es tan importante como el físico», precisa.
Ponte a prueba
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Test de las vacaciones saludables
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1. ¿Habéis hablado previamente sobre lo que cada uno espera de las vacaciones?
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2. ¿Tenéis claro y consensuado tanto el destino como el presupuesto?
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3. ¿Conocéis ambos las necesidades emocionales y de descanso de la pareja y de los hijos (si los hay)?
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4. ¿Estáis dispuestos a ceder o adaptarse en algunos planes sin enfadarse?
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5. ¿Tenéis previstos momentos para estar solos y con interacción de calidad?
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6. ¿Hay acuerdo previo sobre el uso del móvil y la toma de fotografías durante el viaje?
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7. ¿Podéis hablar con tranquilidad sobre cómo os estáis sintiendo de modo que ayude a frenar discusiones?
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8. ¿Habéis pactado evitar tocar temas escabrosos de pareja en las vacaciones?
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9. ¿Os ilusiona pasar el tiempo juntos sin necesidad de que todo salga perfecto?
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10. Una vez que han terminado, ¿habláis de lo vivido para reforzar lo positivo?
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Pregunta extra: ¿Estáis preparados para convivir con la familia política sin discutir?
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Por la psicóloga Lara Ferreiro. Resultados: Menos de cinco 'síes', «necesitas consensuar y reconducir». Hasta ocho 'síes', «procura ser más flexible». Más de ocho 'síes', «disfrutarás de las vacaciones, pero revisa el origen de los 'noes'».
Un cambio de enfoque
Para evitar todo esto, y que las vacaciones sean una verdadera fuente de encuentro, disfrute y recuperación, la psicóloga Belén Colomina (@belencolomina), autora de 'El poder sanador del silencio' (Grijalbo) aconseja prácticas como la atención plena (mindfulness) y la regulación emocional para detenerse antes de reaccionar, reconocer lo que se siente sin juzgarlo y cultivar una actitud de curiosidad y apertura hacia el otro.
En la misma línea se muestra la terapeuta María Martínez (@caminokaizen), autora de 'Vivir en modo Kaizen' (Alienta) quien invita a dedicar más tiempo durante el año a mirarse, escucharse y conocerse para evitar llegar al verano sintiendo que se convive con perfectos desconocidos. Asimismo, propone un cambio de enfoque: en lugar de ver las vacaciones como una yincana de cosas por cumplir, pone el acento en elegir en cada momento lo que dicten las sensaciones internas: «Si se va a hacer algo a regañadientes o por obligación, es mejor pararse y, o bien cambiar la actitud, o bien empezar a poner límites», indica.
Colomina opina además que cuando uno se da permiso para pausar, observar y sostener con presencia sus emociones, es cuando puede actuar desde la claridad y no desde el impulso; escuchar al otro sin anticiparse o defenderse y fortalecer los vínculos. «No se trata de evitar lo incómodo, sino de sostenerlo con mayor consciencia, cuidado y compasión. El verano no tiene que ser perfecto. Puede ser real, humano y, aún así, profundamente nutritivo», aporta.
A modo de mantra vacacional Gil Bóveda sugiere el método de las tres uves (vive, valora y vence): vive lo sencillo y conecta con el presente; valora lo que tienes y a quién te rodean y vence la pereza y la culpa por no hacer nada.
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